El Correo de Burgos

Los expertos destacan los diferentes enterramientos hallados en Mirador

La joven recién encontrada fue sepultada sola junto a varios sepulcros colectivos

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Burgos

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L. B. / Burgos

Los investigadores de Atapuerca analizarán las diferencias entre los enterramientos hallados en la Cueva del Mirador. El último, descubierto en los primeros días de la presente campaña, corresponde «probablemente» a una mujer de unos 15 años de edad que fue sepultada sola en un rincón de la cueva sobre una repisa de roca y en posición fetal, como era habitual en los enterramientos individuales, hace 4.500 años, «en el periodo denominado Calcolítico», según precisó el responsable del yacimiento, Josep María Vergés.

La singularidad de este hallazgo la aporta el propio contexto. Y es que en el mismo enclave se encontraban en el año 2000 restos de un grupo de individuos 'canibalizados' -es decir, fueron descuartizados e ingeridos una vez muertos- y la temporada pasada aparecía un sepulcro colectivo en el que los cuerpos, aunque depositados juntos, fueron tratados con respeto y agasajados con ofrendas y ornamentos. «Creemos que todos estos enterramientos corresponden al mismo periodo en el que el espacio fue usado como cueva sepulcral. Lo interesante precisamente es estudiar la variabilidad en el tratamiento a los cadáveres», señaló Vergés.

Otra vía de investigación, según apuntó el responsable de los trabajos en el Mirador, buscará conocer mediante análisis de ADN si existían vínculos familiares entre los cadáveres de los distintos enterramientos.

El uso de la cueva como cementerio durante cerca de 500 años permite imaginar que se hallarán muchos más restos.

Posible «primacía»

Aunque la realidad más aproximada la determinarán los estudios posteriores a la extracción de los restos, las teorías iniciales apuntan a que el enterramiento individual se 'reservaba' a algún «miembro destacado de la comunidad asentada en la zona» a modo de «primacía».

La ornamentación del cadáver con fósiles marinos denominados 'dentalium' reforzaría de hecho esta hipótesis. «Son piezas de color blanco con forma de tubo con perforaciones naturales que eran utilizados en estos periodos para elaborar colgantes o coserlos a la ropa a modo de adorno. Lo realmente interesante es que se trata de elementos marinos y su aparición en Burgos apunta a la existencia de un comercio con zonas costeras que, en este contexto, requeriría cierto prestigio, no todo el mundo podría acceder a estas piezas», relató Josep María Vergés.

Vergés lidera a un equipo de cinco personas que continuará trabajando sobre el terreno en el mes de julio.

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