CICLO DIVULGACIÓN CIENTÍFICA
Ana Isabel Ortega desgrana los tesoros de Atapuerca en el Cordón
El público ha podido conocer cómo es el karst, la formación de cuevas y su ocupación
MARTA CASADO / Burgos
La investigadora del Equipo de Investigación de Atapuerca y colaboraba del Grupo de Geoarqueología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana y miembro del Grupo de Espeleología Edelweiss, Ana Isabel Ortega, ha mostrado los secretos de la Sierra de Atapuerca a los burgaleses que se acercaron a la primera de las charlas del Ciclo de Divulgación Científica de Caja de Burgos de este último trimestre del año.
El encuentro ha servido para que una de las mayores conocedoras de los recovecos del interior de la sierra muestre no sólo las cuestiones científicas de su formación sino las referencias de ocupación de las mismas y la unión de estos lugares habitados en el pasado con los héroes castellanos como el Cid Campeador o el Conde Fernán González.
La relación entre Atapuerca y los burgaleses siempre ha sido especial. Incluso antes de que la ruta del ferrocarril británico cortara la sierra por la mitad y dejara al descubierto los sedimentos de Elefante, Galería y Dolina. «Siempre ha habido leyendas sobre las cuevas de la sierra e incluso se creó un monte comunal delimitado por las bocas de las cuevas y el Valle de Torcas, en la que no se podía roturar sólo extraer los elementos así que evidencian la importancia que desde siempre se han tenido las cuevas para los vecinos», afirma Ortega.
Pero su charla arrancaba con el inicio de todo. El momento en el que el sistema kárstico de Atapuerca presenta una evolución geomorfológica en paralelo a la evolución del nivel del río Arlanzón. Mientras éste bajaba, las cuevas se formaban. Finalmente el interior de la sierra quedó abierto y vacío. «Éste es el momento en el que fueron ocupadas las cuevas durante el pleistoceno tanto por grupos de homínidos como por animales y es el momento en el que se ocupa Dolina, Elefante o Galería.». Después, en los homínidos más modernos se registra «una pequeña ocupación que se evidencia en la menor presencia de fósiles de este periodo y, después, se produce una eclosión de ocupación en el interior de la cueva en el Neolítico y la Edad del Bronce» recuerda Ortega. Al final los hombres asentados en la zona abandonan las cuevas pero elementos de protección como el ya comentado da idea de «que el área del Monte de San Vicente, donde se ubican los yacimientos más importantes, fueron protegidos por la creencia de éste era un lugar mágico habitado por espíritus y monstruos».
Ana Isabel Ortega conoce muy bien la historia de esta sierra pero mucho más su interior. En su tesis sobre la formación del complejo kárstico se encuentran reflejada su formación y especificadas cada una de las 50 cuevas existentes en todo el complejo aunque las más importantes se concentran en el área denominada de San Vicente «el resto presentan una baja ocupación, ésta no se distribuye de forma homogénea sino que se concentra en este espacio», afirma. Ortega lleva buceando por las entrañas de Atapuerca desde antes del inicio del trabajo de Emiliano Aguirre con el actual equipo de investigación. Formaba parte del Grupo Espeleológico Edelweiss que fueron los primeros protectores de un espacio que hoy está dando mucha información sobre la evolución humana y que está generando una diversificación que comienza a notarse en el entorno de la ciudad.