Invernadero de oportunidades
Prosame ha comenzado un proyecto de inserción laboral dedicado a la horticultura
SAMANTA RIOSERAS / Burgos
A Víctor le brillan los ojos cuando escucha el sonido del despertador cada jueves porque sabe que por fin ha llegado el momento de ensuciarse las manos de tierra. De ver cómo han crecido las petunias y los pensamientos que plantó cuidadosamente la semana pasada. De reencontrares con sus compañeros de taller. Y de aturrullar con miles de preguntas a Milagros, Miguel y Blanca, sus monitores en el curso de inserción laboral de horticultura para el que ha sido seleccionado por Prosame (Pro salud mental), junto a otros once jóvenes.
Cruza la ciudad en el autobús urbano y si el tráfico trastoca sus planes no duda en sacar el móvil del bolsillo para avisar de su retraso. La puntualidad es algo esencial en el trabajo. Eso lo ha aprendido bien cada lunes en las clases de Blanca, donde recibe pautas sobre orientación vocacional.
Sentado en el aula, su atención suele ser algo más dispersa que cuando se enfunda en su mono azul de trabajo y se adentra en el invernadero que la UBU ha cedido a la asociación para llevar a cabo el proyecto financiado gracias al premio ‘San Miguel y Burgos solidario’ que recibieron este verano.
Allí tiene una oportunidad de aprender un oficio, de empujar la puerta del mercado laboral para plantarle cara y decir, mirándole a los ojos, que está totalmente capacitado para desarrollar ese trabajo.
«Llegan con unas ganas increíbles, muy motivados y ávidos de aprender cosas nuevas», dice Milagros Navarro, la profesora de la UBU que supervisa el taller práctico. Nunca había trabajado con personas con problemas mentales y asegura que al principio era «un poco reticente», pero después de un mes está encantada con sus chicos.
«Y son perfectamente válidos para desarrollar este trabajo sin ningún problema», recalca.
El taller comenzó a principios de marzo y terminará en junio después de 200 horas de formación, pero ya son todos unos expertos.
«Bueno, expertos es decir mucho -exclama Víctor corrigiendo el atrevimiento-, pero ya he hecho algunas cosillas de este estilo», puntualiza. Celoso de su imagen baja la cabeza cuando la cámara le enfoca, pero en cuanto desaparecen los flashes no duda en recorrer el invernadero para mostrar los brotes de plantas ornamentales que se dejan intuir entre las tierras más fértiles del semillero. «Aún no han crecido mucho, pero ya lo harán», asegura con tranquilidad.
La paciencia que demuestra es fruto del trabajo que realiza con Blanca Cuesta, la integradora social de Prosame. «A mí me toca la parte más aburrida para ellos -comenta sonriente-. Me piden que hable de plantas, pero saben que los lunes eso no tiene cabida».
En el aula se trabajan los hábitos y rutinas de trabajo porque «el principal problema de las personas con problemas mentales son las relaciones sociales», explica Blanca.
«Les enseñamos como comportarse en una entrevista de trabajo y cómo tratar a los compañeros mediante ejemplos prácticos y juegos de rol», continúa relatando mientras el grupo comienza a trabajar con las plantas aromáticas y tratan de averiguar cuál es el sustrato más adecuado.
«Mi misión es marcar una meta, darles una dirección porque muchos no tiene vocación ya que comenzaron con la enfermedad a una edad muy temprana», comenta Blanca. «Entre los prejuicios que hay y su falta de formación, si no es por las asociaciones y proyectos como este, serían un cero a la izquierda en el mercado laboral», asegura, para después subrayar la importancia de que estos talleres se realicen en entornos normalizados.
Actualmente están trabajando la resolución de conflictos para saber cómo comportarse en cada situación. «Saber de antemano qué puede ocurrir y evitar una crisis o un bloqueo».
La parte teórica se complementa a la perfección con la práctica. «Lo que aprenden en cuanto a hábitos de trabajo lo implementan en el invernadero», afirma Susana Peña, una de las monitoras.
«Mi parte es a la que vienen encantados- dice-. Hemos empezado por lo sencillo: coger semilleros, plantar y esperar a ver el crecimiento». Las tareas se irán complicando porque luego habrá que trasplantarlas, estar aleta ante posibles plagas, probar diferentes tipos de abonos y fertilizantes, estudiar los tipos de riego...
La prueba de fuego llegará en julio, cuando los chicos realicen sus prácticas en diferentes empresas. «La única confirmada hasta el momento es Jardibérica. No está siendo fácil encontrarlas. A ver si con este reportaje se anima alguna», comentan los implicados en el proyecto.
Floristerías, jardines y viveros de Burgos tienen la última palabra para plantar la semilla más fructífera.