El Correo de Burgos

El 93% de los usuarios de la UME inicia un proceso de inserción

La Unidad de Mínima Exigencia, que gestiona Cáritas, se dirige a personas con una situación de calle cronificada / A día de hoy han pasado por el servicio 12 personas aunque la ONG cree que llegarán a las 25

Dos personas descansan en las camas de la Unidad de Mínima Exigencia de Cáritas. ISRAEL L. MURILLO

Dos personas descansan en las camas de la Unidad de Mínima Exigencia de Cáritas. ISRAEL L. MURILLO

Publicado por
V. MARTÍN
Burgos

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Escribía el novelista ruso Fiódor Dostoievski en su obra ‘Memorias de la casa muerta’ que «El hombre es el ser que se acostumbra a todo». Se acostumbra a los peores sufrimientos y a las más oscuras perspectivas, se hace un superviviente en la adversidad. A pesar de esa capacidad de superación que al ser humano se le ha otorgado, más como arma protectora ante una vida que, en muchas ocasiones muestra su peor cara, que como un don innato a su naturaleza; hay situaciones a las que nadie debería enfrentarse nunca. Vivir en la calle, o malvivir, mejor dicho, es una de ellas.Una de esas experiencias para las que nadie está preparado y a la que nadie se quiere acostumbrar.

La capital burgalesa no es diferente a otras ciudad y en sus calles sobreviven cada año personas sin un hogar. Tal vez, la única diferencia con otras ciudades del territorio nacional es una climatología adversa cada invierno. Con el objetivo de que esas personas salgan de la calle y se integren en un itinerarios de inserción nacía, en el año 2012, la Unidad de Mínima Exigencia. Un espacio en el que las personas sin hogar tienen garantizada la cobertura de sus necesidades básicas, la acogida y el acompañamiento y la derivación a otros programas de atención. La Unidad se abre entre los meses de noviembre y marzo- meses con peores condiciones climatológicas- desde las 20.30 hasta las 7.30 horas de lunes a viernes y desde las 21.30 a las 7.30, los fines de semana. Hasta el momento, han utilizado el recurso 12 personas, aunque las previsión es alcanzar las 25 hasta el mes de marzo.«Cuando comenzamos nuestra intención era básica y asistencialista, que las personas no murieran en la calle como ocurrió en el 2010», comenta David Alonso, trabajador social de Cáritas, «el primer año fue un poco ‘cajón de sastre’, el espacio se abrió para mucha gente y no era el sitio indicado para algunos, pero con los años hemos ganado experiencia y hemos especificado el concepto de la UME». De hecho las cifras lo demuestran, en 2012 y 2013 el servicio tuvo 54 y 66 usuarios, respectivamente, pero la especialización supuso dirigir la unidad a un sector «mucho más concreto». Así, en 2014, 18 personas-16 hombres y 2 mujeres- pasaron por la UME, 35 lo hicieron en el año 2015 y 17, el pasado 2016.Lo que no cambia es lo que se encuentra David cada día. «Personas que no quieren estar en la calle» y es que la situación de calle en la que se encuentran es «una posición a la que han llegado, a la que se han tenido que acostumbrar y han asumido pero que no quieren».Prueba de ello es el porcentaje de usuarios de la UME que han iniciado un proceso de recuperación e inserción en Cáritas, un 93%. «Ese es el mejor dato porque significa que están dispuestos a iniciar un proceso de cambio y a mejorar sus condiciones de vida actuales». A pesar del buen dato, conseguirlo no es tarea sencilla y es que «a la UME llegan expectantes, sin saber qué esperar y a lo largo de los cinco meses se dan cuenta de que su vida tiene posibilidades y aunque no todos consiguen reconducirla, o no a la primera, la mayoría lo intenta».Hacer un perfil tipo de las personas sin hogar es complicado y sobre todo, ‘despersonalizador’ porque cada una de ellas tiene una experiencia vital propia, con sus pros y sus contras, sus luces y sus sombras. Sin embargo, al margen de la historia personal de cada uno de ellos, se observa que en su gran mayoría son hombres, de entre 41 y 55 años, con una larga trayectoria de vida en la calle.El desarraigo familiar y relacional, una desectructuración personal fuerte o la adicción al alcohol y las drogas son los principales caballos de batalla de las personas sin hogar aunque cuestión a parte merece el colectivo femenino. Ellas tienen los problemas de estar en la calle y los propios de su género. «A nivel nacional, las mujeres sin hogar representan solo el 11% y en Burgos aún es menor». Sin embargo, y aunque llegan menos a la calle porque «se agarran más a la red familiar», cuando una mujer acaba viviendo en la calle «lo hace muy destruida, se la infravalora aún más, la desprotección es mayor ante situaciones de vulnerabilidad o llega con problemas de adicción o de prostitución, a la que acude por supervivencia», comenta el trabajador social.A la UME acceden personas con una situación de calle cronificada. «Para las personas que viven en la calle pero no están en esta tesitura contamos con otros recursos como el Hogar San Francisco, para personas de paso, o las habitaciones de emergencia del Servicio de Urgencia Social (SUS), para personas que llegan a la calle por primera vez», comenta Alonso.Aunque son varias las puertas de entrada a la unidad, como los CEAS, el SUSo el propio Servicio e Acogida de Cáritas, «la mayoría de los usuarios nos conocen a través del programa Café y calor». Tres noches a la semana, voluntarios de Cáritas recorren la ciudad para proporcionar una bebida caliente y una charla a las personas sin hogar que no acuden a la UME y que deciden dormir en cajeros, parques o bancos. «Ellos nos conocen a través de ese servicio y adquieren la confianza necesaria para, cuando lo consideren necesario, acercarse a las instalaciones de Cáritas».En el centro de díaHace cuatro años, el servicio incrementaba su área de acción con la posibilidad de que los usuarios del UME accedieran al Centro de Día y allí participaran en los talleres que, cada día, ofrece Cáritas. Actualmente, un 50% de los usuarios de la UMEacuden al centro de día. Lo hacen una vez han iniciado un proceso de cambio y pueden abandonarlo si han finalizando el itinerario de inserción o, por ejemplo, si han conseguido un empleo o un hogar.«En estos talleres intentamos trabajar con las personas que han iniciado un proceso de inserción habilidades que les servirán en su día a día como las actividades de la vida diaria, habilidades sociales, personales como de higiene, primeros auxilios y organización de la casa, así como las habilidades prelaborales». Hay talleres mañana y tarde y van desde la musicoterapia; la terapia canina con la Asociación Apetece, la informática, el teatro tradicional o un café tertulia.Y es que las personas sin hogar «deben creer y sentir que puede volver a estar en el mercado laboral» y sobre todas las cosas «quieren sentirse útiles a la sociedad», comenta el trabajador social, quien añade que «hay que desmitificar la creencia de que las personas sin hogar no quieren trabajar y vivir solo de las ayudas sociales» porque «no es cierto». A ese objetivo laboral se suma vincularles de nuevo con su familia o sus amigos, en la medida en que sea posible, porque «ese contacto es un pilar fundamental para lograr el cambio». Al fin y al cabo sus metas y sueños no son diferentes a los de cualquiera, crecer y mejorar como personas.Apostando por una nueva vidaJavier tiene 38 años. Es usuario de la UME, pero ha compartido piso con otras personas gracias a la prestación no contributiva que recibe. Sabe lo que es vivir en la calle ya que tuvo que hacerlo durante un año repartido en dos ocasiones. «En la calle ves lo peor, te das cuenta de que no quieres acabar como quienes llevan viviendo así años y quieres ponerle solución», asegura. Sin embargo, de toda experiencia se saca algo positivo, «darte de cuenta de que no quieres ir más abajo y conocer a gente que no lo harías en otras circunstancias».Javier trabajó en las mejores empresas de la ciudad, «he manejado maquinaria complicada y he cobrado muy buenos sueldos», pero «lo hacía siempre por ETT, nunca me hicieron un contrato indefinido y un día dejaron de llamarme». Llegó a esa situación tras mucho tiempo sin encontrar un empleo y a «una vida poco recomendable».A pesar de la difícil situación a la que se enfrenta Javier, se considera afortunado por contar «con el apoyo incondicional» de su hermano. «Él siempre ha estado y está para mí, pero yo tampoco quiero cargarle a él con mis cosas y, en parte, el hecho de estar acudiendo al centro de día es porque voy a empezar un nuevo camino yendo a una clínica de desintoxicación para poder recuperarme y empezar de cero».Habla convencido, muy convencido, pero consciente de que el camino será difícil porque esta no es la primera vez que lo recorre. Javier ya desarrolló hace tiempo otro programa de desintoxicación y estuvo «un año haciendo las cosas muy bien».Falló lo de siempre. La frustración de no encontrar empleo. «Eché cientos de currículos, pero no me llamaba nadie, ni siquiera para hacer una entrevista para mostrar que soy una persona flexible y que me adapto a cualquier trabajo». Pasaron los meses y «ver que no encontraba nada me hizo recaer», pero «no quiero seguir así y quiero luchar para conseguirlo».Al primero que le contó que había recaído fue a su hermano y en él volvió a encontrar las mejores palabras de apoyo, las que le animaron a empezar el proceso de cambio una vez más.Acudir al centro de día es para Javier «una vía de escape», una forma de «ocupar las horas y aprender cosas nuevas».Aunque reconoce que, como en todo, «al principio cuesta amoldarse a una situación nueva», asegura que «aporta muchas cosas buenas y haces amistades». Ahora tiene claro su ‘plan de acción’. «Sin duda mi objetivo es encontrar un trabajo, pero antes recuperarme tanto física como psicológicamente».La sensación más fuerte que se desprende de la charla con Javier es que no quiere defraudar a su hermano. «Él es mi apoyo más importante y a él le debo conseguir empezar mi vida de cero».

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