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Dislexia, mucho más que una dificultad para leer y escribir

Los profesionales hacen hincapié en la importancia de una detección precoz

Un alumno disléxico forma letras con plastilina.-Bernabé Cordón

Publicado por
V. MARTÍN
Burgos

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María suspendió lengua y literatura hasta los 10 años. En asignaturas como Ciencias de la Naturaleza o Matemáticas le iba más o menos bien, pero ningún año lograba aprobar todas las asignaturas. Materias vinculadas directamente con la lectura y la escritura se convertían en una auténtica odisea y a pesar de su esfuerzo no conseguía obtener los resultados que quería. Es un caso ficticio, pero esta misma situación la vive o la ha vivido entre un 8 y un 10% de la población española a lo largo de su formación académica. Son personas disléxicas.«Vemos que hay un trabajo persistente pero el niño no avanza, no hay una lectura eficaz y fluida, se puede empezar a observar en 3º de Educación Infantil, es decir, entre los 5 y los 6 años y hay pequeños ‘síntomas’ que los especialistas pueden llegar a percibir antes». Entre esos pequeños indicativos están no poder recitar la serie numérica del 1 al 10 de forma automática, asignar un sonido a una grafía que no les corresponde o invertir demasiado tiempo y esfuerzo en la descodificación de sonidos- por ejemplo detenerse a pensar cómo suena la ‘p’ con la ‘a’- un esfuerzo tan grande que provoca que «la comprensión quede relegada a un segundo plano», asegura Silvia González, psicopedagoga y psicomotricista, y madre de un niño disléxico.«Ninguna persona con dislexia es igual a otra y, además, existen grados en función de la ayuda que necesitan». En caso de que sea una dislexia leve, «el alumno puede acceder a los contenidos gracias a apoyos y adaptaciones»; es moderado «si el niño además de apoyo y adaptación de contenidos necesita una enseñanza individualizada» y sería una dislexia considerada grave si «con toda la ayuda anterior, el alumno sigue teniendo dificultades para aprender».Para González es fundamental que desde los colegios se tenga una especial sensibilidad con estas señales. «Es importante que el profesorado se muestre sensible con esta problemática y pueda alertar para saber si está ocurriendo». Desorientación temporal, pobreza en el vocabulario, torpeza motriz o dificultad para seguir instrucciones son algunas de las señales que pueden darse en niños de 3 a 6 años y que «si se vigilan pueden ayudar mucho al alumno en un futuro».Sin embargo, no siempre estos ‘síntomas’ son una evidencia de dislexia, sino que «puede ser que el niño necesite un poco más de tiempo que el resto para aprender, no todos los niños empiezan a leer en el mismo momento».Para determinar definitivamente que se trata de dislexia habría que esperar hasta los 7 u 8 años, es decir, en tercero de Educación Primaria. «En este momento se considera que el cerebro ya es maduro y se puede empezar a pensar en desarrollar trabajos concretos».Sin embargo, González cree «en la estimulación temprana y en una detección precoz». En este sentido, la logopeda señala que para desarrollar una estimulación temprana o detectar algún posible caso de dislexia, «los profesores pueden llevar a las aulas una serie de ejercicios de conciencia fonológica, que pueden realizar toda la clase porque todos van a sacar beneficio de ese trabajo». Ese desarrollo de la conciencia fonológica pude realizarse a través de juegos que «les enseñan a discriminar los sonidos, las pequeñas partes que forman la palabra y tratar de sacarlos para incluir nuevos o sustituirlos, por ejemplo». Aunque considera que «un buen maestro hace todo lo que puede por sus alumnos», también es verdad que «se puede hacer más, por ejemplo, transmitiéndoles una mayor emoción para que logren conectar con el aprendizaje».Llegada la etapa de los 7 u 8 ya hay una sintomatología «muy clara» que indicará que un niño tiene dislexia. Entre ellos están los problemas de lateralidad, es decir, «tienen problemas para conocer cuál es su derecha y cuál su izquierda o de la persona que tienen enfrente»; errores en orientación espacial y temporal porque «tienen dificultades para ubicarse en el momento del día están»;fallos en la lectura y en la escritura que «pueden ser de omisión, de permutación o de sustitución, por ejemplo» y en el caso de la lectura «falta de fluidez, de exactitud o de velocidad»; discalculia, «problemas con los números» y dificultad en cuanto a la conciencia fonológica, y es que «en la lengua española tenemos varios sonidos que comparten grafías y no los distinguen». Por ejemplo, escribir cacería, con ‘c’ y no con ‘z’.Uno de los puntos claves en la dislexia tiene que ver con la memoria y es que «muchos de ellos cuentan con una buenísima memoria a largo plazo, pero la memoria a corto plazo ‘está dañada’ y son incapaces de recordar lo que acaba de suceder». González cree que esta dificultad para recordar deriva del «enorme sobreesfuerzo que hacen en una tarea, se ‘cansan’ tanto’ en intentar leer y comprender que el cerebro necesita un ‘descanso’». Esta circunstancia es, precisamente, la que más afecta a la rutina académica del niño.‘Mi hijo no es vago’Las personas con dislexia «no son menos inteligentes que el resto» sino que tienen una complicación con las formas en que entendemos la educación, en la que todas las materias se evalúan a través de un examen escrito y a base de memorizar. Precisamente en este sentido, la logopeda y fonoaudióloga Nora Milito hace especial hincapié en la importancia de «no poner zancadillas a los niños con dislexia, sino ayudarles y valorar su esfuerzo» y es que «no se debe suspender a un niño disléxico por tener muchas faltas de ortografía si ha demostrado que conoce el temario y ha aprobado, hay que ser conscientes de su condición de disléxico y el trabajo que le ha costado aprender el tema».«Si como profesor sabes que ese niño tiene el contenido deberíamos dejar aparte cómo lo expresa por escrito», añade González quien considera que la palabra clave es ‘comprensión. «Padres y profesores deben comprender qué significa y qué implica la dislexia, ya que muchas veces se les etiqueta de vagos, que no quieren estudiar, que no se esfuerzan, cuando la realidad es contraria, su esfuerzo es mayor», comenta y añade que «lo distinto es su actitud en clase, no están igual de atentos porque hay tareas en el aula que no comprenden al mismo ritmo o que les dejan ‘agotados’».La dislexia no solo afecta al ámbito educativo y es que en muchos casos «genera una herida enorme en la autoestima». Contar con un diagnóstico es «tranquilizador», porque «ya sabes a que atenerte, sabes que tu hijo no es vago, no tiene ningún retraso intelectual y puede seguir adelante». Aunque «deben ser los colegios los que tienen la voz de la alarma», en muchos casos, llegan padres a la consulta «preguntando por ciertas conductas y sobre cómo actuar», añade González.Una vez cuentan con un diagnóstico fiable «hay que iniciar un trabajo individual con logopedas, pero también trabajar en casa con pequeñas actividades de 10 minutos que le ayudarán a evolucionar, por ejemplo, en la orientación temporal y espacial». Los primeros meses «son mágicos porque los niños despiertan y ven que, poco a poco, consiguen metas».Sin embargo, González alerta que «muchos padres de niños disléxicos dedican «tardes enteras a hacer la tarea con sus hijos y acaban como el ‘rosario de la aurora’, mi consejo como madre y profesional es que se centren en su papel de padres y dejen el de profesores a quien le corresponda, en momentos puntuales podemos echarles una mano pero estando toda la tarde con ellos se difuminan las líneas entre padre y profesor y se arrastran los problemas al ámbito del hogar, por ejemplo llegando a la cena enfadados».Y es que al hablar de dislexia el punto de atención se suele centrar en el progreso educativo y en los logros académicos del niño pero «olvidamos su parte emocional». Para un niño con dislexia, «su mundo interior se convierte en una montaña rusa, ya que en un momento pueden sentirse como los más listos del mundo y cinco minutos después sentir que no pueden hacer nada porque la frustración está presente a cada momento».El apoyo y la comprensión se tornan dos actitudes fundamentales a la hora de ‘trabajar’ con un niño con dislexia. «No hay que olvidar que son niños y muchos tiene que enfrentarse a episodios de ansiedad, de estrés o de depresión por la dislexia». En este sentido, González apuesta porque «los niños practiquen deporte porque les ayuda a liberar la mente» y que «tengan la posibilidad de estar con profesionales, como un psicomotricista, que les ayuden a descargar la frustración y la rabia y logren sentirse bien emocionalmente».Demasiado exigentesCada niño tiene su ritmo de desarrollo y aunque algunos tendrán más facilidad, en muchos casos «se está tratando de acelerar el proceso de lectura, necesita su tiempo y cada niño es un mundo», añade Milito. «En el currículum no viene que los niños de tercero de Infantil tengan que salir leyendo sino que es un objetivo del primer ciclo de Primaria» y «puede pasar que el niño que no es lo suficientemente maduro y se le presiona para que salga leyendo, lo acabe haciendo de una forma errónea», asevera González.En este sentido recuerda que en Alemania «se enseña a leer a los niños con 7 años y en poco más de un año están al mismo nivel que los niños españoles». Durante los años previos desarrollan juegos de conciencia fonológica con juegos, cantando o rimando, sin leer ni escribir, sino que trabajan los sonidos y la letras sin enterarse».Milito ejemplifica esta ‘carrera’ por aprender a leer con un maratón. «Un adulto no puede correr una maratón sin un entrenamiento previo, igual que un niño no puede tener una lectura fluida sino ha tenido una preparación previa con la conciencia fonológica y ha desarrollado sus habilidades cognitivas».La dislexia ‘no se cura’, «aprendes a convivir con ella y de vez en cuando, la vida te recuerda que eres disléxico», afirma González.Unir para dar visibilidad a la dislexia

Con el objetivo de sensibilizar a la población y de aunar fuerzas entre las familias con hijos disléxicos, Silvia González, madre de un niño con dislexia, psicopedagoga y psicomotricista está trabajando en la puesta en marcha la Asociación de Padres de Niños con Dislexia de Burgos. «Nos hemos puesto en marcha unos cuantos padres para poder hacer cursos de detección de dislexia en los centros escolares», comenta y añade que «la idea surge de la necesidad de unir fuerzas y compartir experiencias con otros padres, porque la dislexia se puede sobrellevar solo como una gran carga, pero hay muchas cosas que no podemos conseguir si no nos unimos».González considera importante recibir un mayor apoyo por parte de las administraciones públicas y es que asegura que «mientras que los niños con TDH reciben ayudas económicas, los disléxicos no tienen acceso a ningún tipo de ayuda». Cree que es «por falta de visibilidad, a la dislexia se le presta menos atención». Para recibir información sobre la asociación se puede escribir a silviagd3@hotmail.com.