El Correo de Burgos

La Espuela / Elena Gallego, profesora en Japón, traductora y trotamundos

«Tengo morriña de lo no conocido. Quiero descubrir más el mundo»

«La cultura es la principal defensa que tenemos ante el mundo para no convertirnos en objetos». Esta idea es el motor de la maquinaria de esta burgalesa orgullosa de cumplir este año los 50. En cada arruga y en cada cana ve con alegría una vida que ha transcurrido mitad y mitad en su tierra natal y en el país del sol naciente. Lucha contra los estereotipos en la Universidad Sofía de Tokio y es pionera en la traducción directa de literatura japonesa al español

Elena Gallego.-Raúl Ochoa

Elena Gallego.-Raúl Ochoa

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A.S.R.
Burgos

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Pregunta- ¿Marco Polo a su lado es un principiante?

Respuesta- (Se ríe) Marco Polo como todos los pioneros y pioneras es digno de admiración. Él quiso conocer el mundo, ir a Cipango, como llamaba a Japón, y salió de su zona de confort para conseguirlo. Todas las personas que se atreven a desafiar lo establecido, a intentar algo que todo el mundo piensa que es imposible, merecen respeto.P.- ¿Es usted una de ellas?

R.- Yo, sinceramente, soy muy egoísta. Hago lo que me apetece, pienso en mí, viajo donde quiero. Me siento libre.P.- ¿Es más exótico un occidental en Japón o un oriental en España?

R.- (Se ríe) Los japoneses a veces sienten una especie de complejo de inferioridad por no saber inglés bien porque allí piensan que todos los extranjeros hablamos inglés. La violencia de la cultura occidental impuesta se disfraza de exotismo.P.- ¿Se siente más Elena Gallego con un kimono o con un refajo castellano?

R.- Con ambas cosas a la vez. Me gusta la mezcla de culturas. Hacer caligrafía japonesa con un traje castellano y tapear con un kimono. Estoy agradecida a todo lo que la vida nos brinda. 25 años de mi vida los he pasado en mi país natal, acabé la universidad y me fui a Japón, y allí ha transcurrido la segunda parte de mi medio siglo. Tengo cosas muy españolas y otras muy japonesas.P.- ¿Qué exportaría de Japón a España?

R.- La humildad y el respeto por los demás y la naturaleza.P.- ¿Y al revés?

R.- La alegría, el optimismo y el humor. No me traería ni a un sitio ni a otro la corrupción, que hay tanto en Japón como en España. El mundo entero está bien servido.P.- ¿Qué producto burgalés nunca falta en su equipaje?

R.- (Se carcajea). Las pipas y el pan de ángel. Antes me llevaba chorizo y jamón, pero ahora lo encuentras allí.P.- ¿La globalización es aliada o enemiga?

R.- Hay que estar bien informado para que se convierta en aliada y no en enemiga. La información es poder y la cultura nos protege.P.- Pionera en la traducción del japonés al castellano. ¿Quién traduce a la traductora?

R.- Hago muchos esfuerzos por conseguir algo que hoy en día es muy preciado que es la conversación cara a cara y cuando estoy con gente que me entiende siento que mis ideas se traducen porque todos nos interpretamos cuando hablamos. El alma humana es universal.P.- ¿Qué tuvo que coger con palillos y no precisamente ohashi?

R.- Saber moverme en una sociedad vertical jerárquica que tiene asumida con total naturalidad el patriarcado y donde el ninguneo en el ambiente profesional a la mujer es normal. Manejarse en este mundo es complejo. Mi absoluta prioridad es la justicia, la transparencia, la dignidad, la verdad y soy un personaje incómodo para muchas personas porque denuncio la corrupción. No me callo nada. La defensa de la mujer es prioritaria. No entiendo que haya 70 asesinatos de mujeres al año y lo normalicemos. Esa lucha por construir un mundo mejor, aunque puede que solo sea un granito de arena, es más prioritario que mi trabajo, aunque también es una herramienta para transmitir cultura y valores.P.- Sentada en un jinrikisha cómo se sintió...

R.- Saboreando las costumbres japonesas en primera persona sin que nadie me las cuente.P.- ¿Cuándo recurre al origami?

R.- Una niña que sufrió las consecuencias de la bomba de Hiroshima tenía la certeza de que se curaría si hacía mil grullas de papel. Esa historia se difundió y todo el mundo hizo pajaritas, que se convirtieron en el símbolo de la paz en Japón. Hoy en día pervive ese espíritu y muchas veces nos piden que hagamos esas grullas para colaborar con proyectos para la paz.P.- ¿Hay alguna figura de papel que se le resista?

R.- (Muy seria) Casi todas (se ríe).P.- Confiese: Se atiborra a chitose-ame (dulces de la longevidad).

R.- Y no solo a estos. Mi pasión y mi vicio son los dulces japoneses.P.- ¿Usted es dulce?

R.- Yo siento que la ternura y el amor presiden mi vida. Estoy agradecida a la vida misma, a la gente con la que me encuentro, al sol que sale todos los días. Nadie seríamos lo que somos sin la amistad, el apoyo, las palabras de aliento... y como he recibido tanto cariño y generosidad de los demás trato de devolverlo en la misma medida.P.- ¿Conoce a la señora morriña?

R.- Tengo morriña de lo no conocido. Hay un anhelo que me incita a querer descubrir más el mundo.P.- ¿Cómo se lleva con el silencio?

R.- Me aporta mucho. Hay un nuevo verbo, descanser, descansar para ser, y para ser debemos tener silencio. Luego está el silencio cómplice, cuando vemos algo mal y miramos a otro lado para no complicarnos. Con ese me llevo fatal porque nunca lo he entendido. Las grandes injusticias del mundo ocurren porque la gente buena no hace nada. Yo quiero que todo el mundo sepa que puede contar conmigo para guardar secretos pero no para silenciar delitos.P.- ¿Nunca ha tenido miedo?

R.- Tengo miedo de tener miedo.P.- ¿Existe la palabra no en su vocabulario?

R.- Por supuesto, yo nunca comulgo con ruedas de tractor. Incluso he tenido enfrentamientos por este motivo porque cuando hay corrupción yo digo no y alrededor mío dicen ‘cállate, que nos vamos a meter en líos’.P.- ¿Qué hace allí cuando echa de menos un achuchón?

R.- Voy a que me den masajes. Son una maravilla. Y llamo por teléfono a mis amigos. En la cultura japonesa el contacto, darse la mano, dos besos, no es una costumbre y uno se siente a veces desamparado.P.- ¿Y dónde va cuando aquí necesita la caricia de la naturaleza?

R.- Al Castillo o a La Isla. Burgos es una ciudad muy amable y Tokio, para ser la gran megalópolis que es, donde vivimos 38 millones de personas, también.

P.- Dicen que le gusta mucho el tango...

R.- Sí, es una buena forma de hacer amigos, conocer gente, hacer gimnasia, pero a la vez me produce mucho conflicto porque me doy cuenta de que no bailo con quien yo quiero sino con quien me elige. Yo no quiero ser una mujer objeto, elegida, sino elegidora. Y luego en el tango el hombre es el que guía y tú bailas a su onda y eso en el fondo no es positivo para la mujer.P.- Canta Carlos Gardel que veinte años no es nada. ¿Está de acuerdo?

R.- Veinte años no es nada según para qué. Pueden ser muchos o pocos.P.- ¿Saben sus estudiantes que la jota es más que una letra?

R.- Cuando los pongo vídeos se quedan muy sorprendidos. El mundo es tan grande, tan inabarcable, que para manejarlo nos limitamos a los estereotipos y los de España son flamenco, fútbol, toros, Gaudí, paella y siesta. Mi labor consiste en la transmisión de cultura a través del conocimiento. Estoy convencida de que si comprendiéramos otras culturas no habría guerras en el mundo. Ese es mi motor: la paz del mundo a través de la comprensión cultural.P.- ¿El tamaño importa en poesía?

R.- Se pueden decir muchísimas cosas con una sola palabra y no transmitir nada con un poema interminable.P.- ¿Qué circunstancias se tienen que dar para que vuelva a Burgos de forma definitiva?

R.- No lo sé. Yo vivo al día. La vida es lo que sucede cada día mientras hacemos planes de futuro. Lo bonito de mi vida es que todo puede ser posible. De la misma forma que he estado 25 años en España y 25 en Japón, podría pasar los últimos 25 años en África. Hay culturas que desconocemos y ese conocimiento nos puede hacer crecer como seres humanos, que es el mayor objetivo. Lo importante no es estar en un sitio u otro sino lo que aprendes por el camino.

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