URA / TROTABURGOS
Un rincón mágico en la comarca del Arlanza
Situada a orillas del río Mataviejas y enclavada en un impresionante desfiladero, Ura se muestra al visitante como una joya escondida del territorio burgalés donde poder disfrutar del senderismo, la fauna y la flora de la zona y de la tranquilidad
Recogida a la sombra de los riscos y emplazada en la cabecera del valle que forma el río Mataviejas se encuentra la localidad de Ura, a escasos 50 km de la capital burgalesa y en pleno corazón de la comarca del Arlanza. La vida en Ura gira entorno a su estrecha calle principal, una vía que camina paralela al río y donde aún hoy en día existen casas habitadas con la arquitectura popular de la zona.Ura contiene entre sus páginas un rico patrimonio histórico desde la Edad de Hierro y es que en la zona más alta de su desfiladero hubo instalado un castro celtíbero, que pudo estar habitado por el pueblo turmogo. Esta sociedad de estructura clásica guerrera- similar a la de sus vecinos celtíberos- fue conquistada por el imperio romano, quienes aprovecharon el emplazamiento del castro ureño, donde se ha constatado la existencia de diversos restos cerámicos de la época.Durante el siglo X, se fundaba en el entorno de la localidad el monasterio femenino de San Mamés de Ura y se convertía en la cabeza de un alfoz de carácter medieval en el que se integraban gran parte de las localidades vecinas como Castroceniza, Cebrecos, Covarrubias, Puentedura, Quintanilla del Coco, Quintanilla del Agua, Retuerta, Tejada, Tordueles y otros 17 lugares más, hoy despoblados.De aquellos años quedan vestigios en Ura. La iglesia de San Martín se erige a la entrada del pueblo. Se trata de una pequeña edificación de estilo gótico, que fue levantada sobre otra de carácter románico. Metros más adelante empieza la localidad. Si el visitante gira a la derecha accede a una era que, años atrás, las ovejas se encargaban de desbrozar. Ahora el espacio hace las veces de aparcamiento, de zona de juegos para los más pequeños y de espacio de descanso para visitantes y locales. Desde ese punto se tiene acceso a la estructura de tradicionales bodegas que termina en un antiguo molino de agua, hoy en ruinas. También, y para quienes disfrutan del senderismo, se accede a un empinado camino que le llevará hasta la localidad vecina de Cebrecos.Siguiendo la calle principal, la localidad acoge al visitante con una amalgama de casas tradicionales y recientes edificaciones. No puede faltar en la visita un pequeño descanso en la plaza principal del pueblo, desde donde uno puede contemplar la grandeza de las paredes rocosas que resguardan Ura y las colonias de buitres leonados que anidan en ellas, pero también de los huertos y frutales que se asientan junto al Mataviejas.Continuando por la calle principal a izquierda y derecha se encuentran pequeños pasadizos y callejuelas que, dependiendo de la elección, nos llevarán a la fresca ribera del Mataviejas o a las calurosas faldas de los riscos donde el nogal es el gran protagonista. Ya en la parte alta del pueblo, una segunda plaza recibe al visitante. Un lugar que con la llegada del buen tiempo goza de especial vida con los juegos de los más pequeños, la celebración de festejos y ágapes y las tradicionales partidas de cartas. Antes de llegar a la ruta que recorre el desfiladero de Ura, se encuentra el Ayuntamiento, una edificación relativamente nueva.Los ureños celebran dos festividades a lo largo del año. La primera de ellas en el mes de julio, San Laureano, mientras que en el mes de noviembre la localidad rinde honores al santo del que toma nombre su iglesia, San Martín.EL DESFILADEROUna de las joyas de la localidad burgalesa es su entorno natural, que esconde numerosas rutas aptas para todos los niveles. Una de las más famosas es la que recorre el desfiladero del río Mataviejas. Casi tres kilómetros- algo más de cinco si se hace ‘ida y vuelta’- de camino serpenteante enclavado entre riscos y rodeados por encinas, enebros, chopos, sauces y mimbreras. La senda es una ruta asequible para todos los caminantes, incluso para niños, que termina en la localidad vecina de Castroceniza, aunque para muchos el camino de vuelta es obligatorio.