Segundo intento para encender la llama de la solidaridad con África
La suelta de farolillos por Kisoro y Rubare se realizará mañaba a partir de las 20 horas
Rubare es una isla de paz en medio de una guerra interminable que se prolonga desde hace 30 años. Kisoro es un pedregal en la ladera del monte Virunga (Uganda). Ambos tienen una conexión burgalesa, las ongs que llevan su nombre y que implican a burgaleses por lograr que la vida en ambas localidades que, a pesar de estar en dos países (el Congo y Uganda), están hermanadas por los proyectos de cooperativas sostenibles y educación y atención a la infancia y mujeres violadas, entre otros proyectos.
Ahora, además, ambas asociaciones se han involucrado en mover 7.000 kilos de solidaridad en forma de ropa, zapatos y material escolar para las escuelas de dos proyectos en un contenedor que en los próximos días partirá hacia África. Con él el resultado de la suelta de farolillos que tuvo que suspender por la lluvia en fin de semana pasado y que ha reactivado las ventas previas al evento. Hasta ayer se habían vendido 300 farolillos en las tiendas colaboradoras desde el lunes y que se suman a los 400 que se habían adquirido previamente. Por ello la organización considera que en esta nueva suelta se podrían alcanzar los 4.000 farolillos que tienen un coste de tres euros cada uno y cuyo destino será la segunda fase del poblado que se está construyendo en Kisoro.
Allí las casas son chabolas hechas con lonas de las ayudas de la ONU, palos y todo lo que encuentran. Con la ayuda de un ingeniero desplazado a la zona han podido adquirir el material y enseñar a construir las cabañas a los propios integrantes de la etnia. «Primero tuvimos que hacer un censo del número de personas y el número de casas para saber cuántas necesitábamos». Serían 43 casas de las que ya se ha empezado a construir 13. Cada una de ellas tienen nombres de pueblos de la provincia de Burgos. Está Lerma o Covarrubias. El objetivo pasa por obtener fondos para finalizar las 33 restantes. Por ello la organización pone en marcha una nueva edición de la suelta de farolillos, que será el próximo 18 de marzo. Además pondrán en marcha un programa por el que todo aquel que financie una vivienda (el coste es de 500 euros) podrá darle nombre.
Además llevan a cabo un proyecto de cooperativa comunal que cultiva unas tierras alquiladas por la ONG para consumo propio y comercialización en el mercado de los excedentes y prestar servicios al turismo en una zona privilegiada y conocida por las reservas de gorilas. Mientras tanto y para sembrar una luz de esperanza en la etnia Batwa también cuentan con una escuela donde los más pequeños empiezan a creer en la posibilidad de buscar un porvenir.
También en Rubare cuentan con una escuela, espacio de formación para mujeres violadas, que eran despreciadas, y con el apoyo de la cooperativa que han creado han generado sustento para la zona. Un espacio donde se han creado un sistema de producción que se retroalimenta. Siembran caña de azúcar que se transforma en un trapiche colombino. El sobrante de esa caña se utiliza para alimentar una granja de cerdos de cuya grasa se elabora jabón. De forma parela en Proyecto Rubare se han toado el empeño de apoyar el campo de refugiados de Kiguanja, cercana a Rubare, donde, una vez cubiertas las necesidades de alimento por un año están pendientes de enviar un contenedor con ropa, calzado y material escolar que se han recogido con la colaboración de diez centros educativos, Alcampo y diferentes establecimientos colaboradores.
Los farolillos formarán parte de esa llama de esperanza en un futuro mejor por el que luchan ambas asociaciones. Tras el fallido intento de suelta del fin de semana pasado habrá segunda intentona. Será el sábado a las 20 horas. Antes han confirmado su presencia la Batucada y varios talleres infantiles y familiares. «Por si el tiempo vuelve a hacer de las suyas hemos reservado los dos fines de semana siguientes aunque esperamos que este sábado se pueda hacer»; señala el portavoz de la ONG Rubare, Tomás Martínez. Las condiciones que volverían a posponer la cita serían vientos de más de 15 km/h o lluvia porque el peso del papel de los farolillos les impide surcar el cielo. «Es una pena, especialmente para los más pequeños, que no pueden hacer volar su farolillo», explica.