El reto en la atención del infarto agudo de miocardio: acortar tiempos
El HUBU atendió en 2017 a 168 pacientes con infarto agudo de miocardio con elevación del segmento ST / La estancia media en la UCI de un paciente sin complicaciones es de 1,9 días y 4,4 más en planta
El infarto agudo de miocardio es una enfermedad grave consecuencia de la obstrucción de una arteria coronaria producida por un trombo. El resultado final de esa obstrucción es la muerte del territorio muscular irrigado por dicha arteria y es esa falta de riego la que produce una lesión del músculo cardiaco y será la cantidad de músculo perdido la que condiciona la gravedad del infarto.
Un tratamiento precoz y adecuado del infarto agudo de miocardio determinará la mortalidad inicial del enfermo y su pronóstico a medio y largo plazo. De ahí que sea fundamental la coordinación entre los diferentes niveles asistenciales, así como un protocolo de actuación que permita seguir mejorando la calidad asistencial y especialmente reducir los tiempos de asistencia.Con este objetivo nacía en 2014 el Código Infarto de Castilla y León, en un marco de actuación cuyo objetivo era desarrollar un red asistencial que permitiera- optimizando los recursos- mejorar la atención del paciente con infarto agudo de miocardio. Sin embargo, debido a la amplia extensión geográfica de la Comunidad fue necesario realizar adaptaciones en el código en las diversas áreas sanitarias para adecuarse a la realidad de cada provincia. Empezó con este trabajo Zamora, a través del proyecto Scoraza- Síndrome Coronario Agudo Zamora- y en 2015 se unía Burgos, con el proyecto BuSCA (Burgos Síndrome Coronario Agudo).«En la atención al paciente con infarto agudo de miocardio es fundamental acortar los tiempos de tratamiento, el tiempo es un factor clave en el diagnóstico futuro», apunta Javier Robles, responsable de la Unidad de Hemodinámica del Hospital Universitario de Burgos (HUBU).En este aspecto, debido a que la secuencia de intervención ha mejorado mucho, los enfermos llegan, por norma general, «en tiempos muy aceptables». Eso permite hacer el tratamiento de reperfusión (abrir la arteria culpable del infarto) en la mayoría de los afectados y que «los pacientes con infarto agudo de miocardio con elevación del segmento ST (uno de los más graves), que no tengan complicaciones, permanezcan de media 1,96 días en la UCI del HUBU y 4,41 días más en la unidad de cardiología. Muchos de ellos en menos de una semana están en sus casas», apunta Robles.Durante el año pasado, acudieron al HUBU 168 personas con un infarto agudo de miocardio con elevación del segmento ST, de los cuales el 78% eran hombres y el 22% mujeres. «Las cifras han disminuido porque factores de riesgo como la diabetes, el tabaquismo o la hipertensión, etc, se han reducido; a ello se suman tratamientos más prolongados y fármacos antiplaquetarios más potentes, entre otras cosas», explica Robles.Eso sí, el caballo de batalla sigue siendo precisamente «acortar aún más los tiempos», incide. El «tiempo teórico ideal para intervenir en un infarto agudo de miocardio es de 90 a 120 minutos- si se puede en 90 minutos, mejor aún-, contando desde que el paciente consulta un dolor hasta que entra en quirófano», apunta José María Ayuela, jefe de sección de la UCI del HUBU. Y es que el paciente puede llegar desde muy diversos cauces, desde un centro de salud, un servicio de urgencias- en Aranda de Duero, Miranda de Ebro o Burgos- o ser atendido en su domicilio o en la calle».Un abanico de posibilidades que implica «entrenar y coordinar a todos los actores de la cadena sanitaria para que el paciente llegue en tiempo óptimo al quirófano y se le puede proporcionar el denominado tratamiento de reperfusión». Esa apertura «puede desarrollarse a través de dos mecanismos, farmacológico o mediante cateterismo», explica Ayuela.En sentido, el doctor hace hincapié en el importante trabajo que desarrollan los médicos de familia. «Son quienes controlan el programa de diabetes, el de hipertensión, contra el tabaquismo, etc, datos de los pacientes que prácticamente nos permiten realizar un prediagnóstico». Además, «es el médico de familia quien, ante factores de riesgo, ‘entrena’ al paciente para saber cómo actuar en caso de sentir molestias».Tras un primer chequeo en el centro de salud, que el paciente acuda posteriormente a un servicio de urgencias de forma temprana «es una gran ayuda para abordar el problema». Precisamente es en los traslados desde puntos muy alejados de la provincia donde «se generan los mayores inconvenientes, por eso es necesaria una coordinación muy buena con el servicio de transporte del 112», señala Ayuela.Gracias a la implicación de toda la cadena sanitaria los tiempos para iniciar una intervención se han acortado mucho. «Hace 40 años teníamos una mortalidad del 30% y actualmente, en el caso de los pacientes de infarto agudo de miocardio con elevación del ST se ha reducido hasta el 4%». No solo la mortalidad ha disminuido de una forma extraordinaria sino que también «ha mejorado la morbilidad».Una vez diagnosticado el infarto, se inicia la cadena de actuaciones. En caso de que el paciente se encuentre en alguna localidad de la provincia, «el médico de la zona está preparado para monitorizar al enfermo, hacerle un electrocardiograma y un diagnóstico e iniciar el tratamiento farmacológico e incluso podría desfibrilar si fuese necesario».Ya en el hospital «el intensivista de guardia ‘reconfirma’ el diagnóstico de infarto y nos avisa para poner en marcha la sala de hemodinámica y desarrollar un cateterismo de urgencia», explica Robles. Para desarrollar la intervención, se localizar la arteria culpable del infarto- provocado por un coágulo que se ha formado bruscamente- y «se abre para que ese territorio del corazón que ha dejado de recibir flujo sanguíneo, lo vuelva a recibir», apunta el doctor, quien recuerda que «cuanto antes se haga la intervención, el tamaño del infarto será más pequeño y el daño en el corazón y las posibles complicaciones futuras serán menores».El cateterismo «se realiza a través de la arteria radial- en la muñeca-, o de la arteria femoral- en la ingle- por donde asciende el denominados catéter (tubo de plástico preformado para acceder a las arterias del corazón)», explica Robles. Para poder ver las arterias a través de rayos X «se introduce un contraste al paciente y se identifica la arteria culpable del infarto». Una vez localizada la arteria culpable, el objetivo es «eliminar el trombo, recuperar el flujo sanguíneo y eliminar la estrechez generada en la materia por el trombo implantando una prótesis vascular también conocida como stent».El stent permitirá recuperar el calibre de la arteria, sellar la lesión y tratar de impedir que vuelva a cerrarse. Una vez colocado, «si el paciente sigue la medicación correctamente y modifica sus factores de riesgo, la probabilidad de que se stent se tape es muy baja», añade Ayuela. De hecho, sobre el stent «crece tejido y termina formando parte de la pared de la arteria».Una vez que el paciente recibe el alta hospitalaria, «se le vuelve a ver en los tres primeros meses y luego de forma periódica». Además, un porcentaje muy importante de estos paciente «se incorpora al programa de rehabilitación cardiaca, que se ha puesto en marcha recientemente y que incluye formación, apoyo psicológico y modificación de factores de riesgo». Si todo transcurre con normalidad y la repercusión en el corazón es pequeña «muchos pacientes reciben el alta al año».Sin embargo, el paciente cardiaco «lo es para toda la vida y por eso, debe cuidarse siempre».