LA ESPUELA / Víctor Adot, librero infantil
«Si se prescribieran libros como medicinas, viviríamos en un mundo mejor y más feliz»
Había una vez un enamorado de los libros que se quedó en paro. Nunca se le hubiera ocurrido hacer de su pasión una profesión, pero una bella dama se lo sopló. Hasta el infinito y más allá llegan las historias que abre 'La llave', su particular país de las maravillas desde el año 2010
Pregunta- Mañana se celebra el Día del Libro Infantil. ¿Nos arrancamos por bulerías o seguiriyas?
Respuesta- Siempre por alegrías. Somos un sector dado a la queja y al lloro y es verdad que lo hemos pasado mal, pero como tantos otros.Hay que mirar hacia adelante, quejarnos menos y hacer más.
P.- ¿Qué personajes no pueden faltar a la fiesta?
R.- Los niños, por supuesto, y los clásicos, es un buen día para reivindicarlos. A los padres y a los docentes les da miedo porque es una literatura más cruda y dura, pero como contraste y complemento a la de ahora está muy bien.
P.- ¿Y a quiénes nunca invitaría?
R.- (Ríe). Vamos a convertir en personaje a la lectura por obligación y a la motivación educativa y formativa que ahora se le pide a la literatura infantil. Reivindico la que solo busca placer y diversión.
P.- ¿Qué tiene de niño un librero infantil?
R.- Mucho. La curiosidad por lo que no conoce, por aprender, por adentrarse en mundos diferentes, la ingenuidad que hace que mantengas a raya las barreras mentales que a los adultos nos separan de muchas cosas y de algunos libros.
P.- ¿Con qué moraleja termina la fábula de un emprendedor?
R.- (Ríe). Hay que llevar un pan a casa, una librería es un negocio y el proyecto debe tener unas bases empresariales sólidas para que luego todo lo demás que debe significar, que no es un comercio típico sino muy atípico, se sostenga.
P.- ¿Qué cerradura abre La Llave?
R.- La cerradura a la imaginación y a la posibilidad de vivir múltiples vidas. La gente que no lee se encierra en una vida, mejor o peor, pero muy limitada.
P.- ¿En el fondo de qué mar están las demás?
R.- (Ríe). ¿Las demás llaves? La literatura es un mar, un camino por el que transitar, a veces es oscuro y difícil y otras, calmado y hermoso.
P.- ¿Cuál es el título de la historia protagonizada por una pequeña librería infantil en Gamonal?
R.- Sueños en papel.
P.- ¿Tendrá final feliz?
R.- Seguro.
P.- Su aventura imposible le conducirá a...
R.- Me gustaría estar muchos años aquí, aunque hablen del fin del libro de papel, yo creo que seguirá habiendo librerías y ojalá abran más, pero hay que tener una sana ambición y explorar otros caminos.
P.- ¿Qué libros se llevaría a una isla desierta?
R.- El Principito, Moby Dick, Rojo y Negro y algo de poesía, un mundo al que he llegado tarde.
P.- ¿Cuándo sintió que iba subido en el ballenero Pequod?
R.- (Ríe). Muchas veces. Es la historia de una obsesión y al final este trabajo tiene mucho de eso, aunque espero que no alcance ese calibre de tragedia.
P.- ¿Y quién es su particular Moby Dick?
R.- El final de cada mes, darse cuenta de que esto es un negocio en el que uno tiene que hacer frente a obligaciones, pagar facturas... La ballena blanca de los libreros es el pesimismo, hay que acabar con ella.
P.- ¿A qué buen arquitecto hubieran necesitado los tres cerditos?
R.- A Adolf Loos, uno de los precursores del movimiento moderno, porque debemos ir a la esencia de la literatura, como él la buscaba en la arquitectura. Aveces los adornos nos confunden, nos perdemos en lo hermosa que es la literatura infantil y olvidamos que, sobre todo, debe estar bien escrita.
P.- El camino de baldosas amarillas le guio a...
R.- Siempre lleva a un sitio interesante y desconocido. Dejaría que me sorprendiera.
P.- Sale caro, señores, ser poeta. Dice Gloria Fuertes. ¿Y ser librero?
R.- Sale barato porque es una profesión maravillosa, aunque es muy difícil vivir de ella.
P.- El príncipe destronado, El príncipe feliz, El principito... ¿La literatura infantil es monárquica?
R.- No. La literatura infantil es un reflejo de la historia y la historia ha sido monárquica, pero también significa igualdad, gente, pueblo y puede ser republicana.Tampoco hay que buscarle etiquetas ni connotaciones políticas.
P.- Dicen que fue un niño solitario. ¿No le juntaban Los Cinco?
R.- (Ríe). La soledad acompaña mucho, siempre me ha gustado, aunque ahora prefiero estar con mi hijo y mi mujer. No soy una persona que esté buscando constantemente la compañía, tampoco conviene encerrarse. Pero tengo cinco amigos y alguno más (ríe).
P.- Había una vez un niño... ¿A qué pegado?
R.- Pegado a una verdad, a la ilusión de que lo que hagas sirva para algo, a la pasión por los libros. Amo todo lo que tiene que ver con los libros, el lugar más feliz del mundo es una biblioteca. Si prescribieran libros como hacen con las medicinas, viviríamos en un mundo mejor y más feliz. La literatura no da la felicidad pero sí la posibilidad de comprendernos mejor y de vivir vidas más apasionantes, interesantes y hermosas que la nuestra.
P.- ¿De qué adolece un niño que a los diez años escucha a Jean Michel Jarre y Pink Floyd?
R.- En el caso de Jean Michel Jarre diría que de buen gusto (ríe) y Pink Floyd me sigue gustando mucho. Fue influencia de amigos locos de la música y friquis y de escuchar muchas horas Radio 3, que ha sido un camino de conocimiento musical para una generación. Algo me queda de eso.
P.- ¿Cuántos hombres grises se han interpuesto en su camino?
R.- No muchos, lo que me ha pasado en la vida, para bien o para mal, ha sido consecuencia de lo que he hecho.
P.- Su país de las maravillas es...
R.- El de las letras.
P.- Los álbumes ilustrados están de moda. ¿Y los libreros ilustrados?
R.- El capital humano de las librerías es extraordinario. Ahora se nos pide ser referentes culturales, generadores de actividades, pero lo más importante es leer, recomendar e intuir lo que puede gustar a quien entra en nuestro local.
P.- ¿Cuántos cuentos le han contado?
R.- Unos cuantos. Cuando uno tiene un pequeño negocio es un receptor increíble de gente que te quiere vender cosas constantemente.
P.- ¿Cuántos se ha creído?
R.- Soy una persona bastante crédula. Me creo a la gente y pienso que siempre tiene buenas intenciones y eso a veces te acarrea grandes disgustos.
P.- ¿Qué historias de miedo busca en los cementerios?
R.- Ninguna de miedo. Los cementerios me parecen sitios hermosísimos y cuando viajo, que me gusta mucho, los visito, igual que los mercados, porque te dan una visión de lo que ha sido y es en ese momento esa ciudad.
P.- ¿Creyó ver el fantasma de qué escritor y en qué camposanto?
R.- Cuando uno es un poco fetichista como yo persigue el espíritu de esa gente que ha escrito los libros que le han marcado e impregnarse de él. Los que entendemos la literatura de una manera tan apasionada esperamos que algún día se aparezca ese fantasma.
P.- ¿El de quién en su caso?
R.- Me gustaría el de Lorca. Debería ser un referente en este país y está tirado en una cuneta en un lugar desconocido y nadie parece molestarse en buscarle. Es muy fácil seguir el rastro de escritores en Francia, Inglaterra, Alemania o Estados Unidos y tremendamente difícil en España porque somos un país olvidadizo e ingrato con los mejores que hemos tenido en todos los campos.
P.- ¿Cuándo deja de ser Víctor para volver a ser Victoriano?
R.- (Ríe). Llevaba fatal mi nombre. En la escuela solía convencer a los profesores y al cabo de un mes me nombraban Víctor. Ya lo llevo mejor. Pero yo soy Víctor y no vuelvo a ser Victoriano nunca, aunque está en mi carné.