PADILLA DE ABAJO
Historia al ritmo del cereal
En pleno corazón de la comarca Odra Pisuerga, la villa destaca por sus vestigios de la época romana y una historia vinculada a la familia Padilla, de gran influencia en el siglo XIV / Su entorno natural es perfecto para senderistas y cicloturistas
BURGOS
En pleno corazón de la comarca Odra Pisuerga, rodeada de llanos cerealistas y campos de girasol, se encuentra la localidad de Padilla de Abajo. Durante los fríos inviernos burgaleses la villa cuenta con noventa habitantes, población que se multiplica por cuatro durante los meses de verano, hasta los cuatrocientos vecinos.
Recorrer Padilla de Abajo es hacerlo por diferentes periodos de la historia y es que, aunque la villa se remonta la Edad Media, en su término aún quedan las huellas de la época romana en forma de miliarios, bloques de piedra cilíndrico que se colocaban en las calzadas romanas para indicar la distancia hasta cierto punto determinado. «Están ubicados en el Ayuntamiento de la localidad y tienen más de dos mil años de antigüedad», explica el alcalde de Padilla de Abajo, Ignacio Grajal.
A esos miliarios se suma el trazado de una antigua calzada romana conocida como Vía Aquitania, cuyo recorrido pasa por el pueblo burgalés y fue utilizado por los peregrinos que en la Edad Media acudían a Santiago de Compostela. «Esa calzada romana cayó en desuso porque se vino abajo un puente en la localidad vecina de Melgar de Fernamental y los reyes y nobles apostaron por el uso del Camino de Santiago Francés».
Afortunadamente, la Asociación Amigos del Camino Vía Aquitania se ha propuesto recuperar la vía romana gracias a la unión de diversos ayuntamientos de la comarca. «El 1de septiembre se reabrirán 70 kilómetros de la vía, doce de ellos pasan por nuestra localidad, en concreto el tramo que va desde Grijalba hasta nuestro pueblo», explica el concejal. Un recorrido que, sin duda, hará las delicias de los amantes del senderismo y de la bicicleta.
A pesar de estos restos romanos, el origen de la villa se remonta como en la mayoría de las merindades burgalesas, a partir de la repoblación que tuvo lugar en el siglo X. En el siglo XIV, en el famoso manuscrito Becerro de las Behetrías, figura que Padilla de Abajo pertenecía al antiguo e linaje de Padilla, que dio al reino cuatro maestres y dos comendadores mayores de la Orden de Calatrava, entre muchos otros puestos de alto abolengo.
En el patrimonio arquitectónico de la localidad destaca la iglesia de los Santos Juanes, un templo del gótico tardío que data del siglo XVI y en el que destaca en su exterior la torre y la portada renacentista. El interior consta de tres naves a la misma altura y un monumental retablo barroco. «Recientemente hemos restaurado uno de los muros perimetrales de la iglesia», explica el alcalde. A la iglesia se suma la Ermita de Nuestra Señora del Torreón, ubicada a medio kilómetro de la localidad, en cuyo interior se conservan algunos sepulcros de miembros del linaje de los Padilla. Sus habitantes veneran la imagen del siglo XIV y ella es la protagonista de la romería que en su honor se celebra a finales del mes de agosto.
Precisamente durante estos días, la villa burgalesa se prepara para celebrar sus fiestas patronales en honor a San Juan, del 29 de al 2 de septiembre. «Aunque durante estos días se concentra el mayor número de actividades, a lo largo de esta semana ya hemos realizado diversas acciones para niños mayores». Como manda la tradición, la noche previa al inicio de las fiestas, en este caso el 28 de agosto, los vecinos «hacemos una gran hoguera a la que lanzamos ramas y trozos de madera, simbolizando el final del verano». Además, durante las fiestas no faltan las actividades infantiles, la música con las verbenas y competiciones de juegos tradicionales como «la Chana, los bolos burgaleses y la Rana».
A estas fiestas se suma, el 24 de junio, la celebración de San Juan El Verde. «Antiguamente también se hacía una hoguera en esta festividad y se ponían ramas a los chicos y a las chicas de la localidad».
No se puede hablar de Padilla de Abajo sin hacerlo de su entorno natural, que cuenta con «una gran red de caminos que conecta con el resto de pueblos de la comarca y que gracias a su carácter llano es abordable por personas de todas las edades». Todo ello, acompañado por bellos paisajes castellanos, que no dejan a nadie indiferente.
Y para llenar el estómago son famosas las gijas de la localidad, un plato que se elabora especialmente en los meses de invierno, al igual que las tradicionales morcillas. Además, la villa guarda como tradición el reparto de titos en la festividad de Santa Catalina, en el mes de noviembre.
Grajal lo tiene claro a la hora de invitar a los burgaleses a visitar la villa. «Odra Pisuerga es una comarca desconocida que sin duda merece la pena visitar».