«La anticipación es mucho mejor que la adaptación. Inventar es elegir el futuro»

Empezó encomendándose a Charles Darwin y acabó remontándose a la era prehistórica, un periodo fascinante que el padre de la biología moderna disfrutaría de lo lindo si hubiese tenido la oportunidad de conocer los hallazgos de la Sierra de Atapuerca. El paleontólogo Ignacio Martínez Mendizábal abordó ayer desde su campo de estudio las extraordinarias singularidades del ser humano en comparación con el resto de especies para dejar claro hasta dónde se puede llegar si la tecnología se gestiona de manera racional y efectiva. Para ello, destacó en primer lugar dos «cosas fantásticas» de las personas:«creatividad» y «cooperación».La segunda cualidad no es intrínseca del ser humano. Abejas, termitas u hormigas también saben trabajar en equipo. Lo que ocurre, tal y como puntualizó Martínez Mendizábal, es que actúan como «robots biológicos» y únicamente «se ayudan entre los de su sangre». Por contra, hombres y mujeres somos «conscientes de nuestros actos» y poseemos la capacidad de «anticipar el futuro». De hecho, nuestra especie se hubiese extinguido de no ser un hecho «milagroso» hace más de dos millones de años:dar golpes a una piedra para afilarla y emplear la piel de los animales para combatir un «cambio climático» que «para los homínidos fue una catástrofe».Esa idea visionaria de que «se podía ampliar la vida» fue posible gracias a la «capacidad de imaginar un futuro y todas las cosas que tienes que hacer para que eso ocurra». Lo que hoy se denomina «planificación y estrategia» permitió que la andadura evolutiva de la humanidad se mantenga vigente. No en vano, el paleontólogo e investigador de la Sierra de la Atapuerca fue más allá de la adaptación a las circunstancias porque es «reactiva». En este sentido, manifestó que «la anticipación es mucho mejor que la adaptación» porque «podemos no resignarnos», amén de añadir que «inventar es elegir el futuro». Prueba de ello es que el ser humano es «el único primate que vuela».No podía pasar por alto Martínez Mendizábal las enseñanzas de Miguelón y compañía a la sociedad contemporánea. El caso más significativo y reconfortante, a su juicio, es el de Benjamina. Como ya se verificó en su momento, se trataba de una niña «muy diferente a las demás». Tuvo la desgracia de crecer con una «infrecuente» patología que limitaba el desarrollo de su cerebro porque su cráneo «no pudo crecer». Lo más probable, según los investigadores, es que su cara estuviese «deformada». Y por si no fuese suficiente, también sufría un «retraso psicomotor severo».Las personas de su entorno sabían que Benjamina «no era como los demás». Sin embargo, la niña vivió hasta los 10 o 12 años porque a diferente del resto de especies «no fue rechazada por su grupo». No ocurre lo mismo, según Martínez, con otros animales que «desechan» el cadáver de sus crías o parientes cuando fallecen.Para Martínez Mendizábal, la de Benjamina es la «historia más hermosa de la evolución humana». Se da por hecho que «tuvo que recibir más cariño y más amor que todos los niños del grupo». Por otra parte, puso en valor otra diferencia de nuestra especie con el resto: la celebración de ritos funerarios. Y es que «nos ocupamos de nuestros muertos sabiendo que están muertos». En todas las culturas sin excepción.