SALTO EN PARACAÍDAS
«El edificio estaba estudiado desde hace tiempo, lo elegimos porque no rompíamos nada»
Saltó en paracaídas el martes de madrugada desde 43 metros de altura en el barrio de Río Vena. Al día siguiente, su vídeo ya era viral. Lo que casi nadie sabe es que la noche de autos, dos horas antes, se lanzó desde una grúa. En ambos casos, calculó todos los riesgos y se aseguró de que las condiciones fueran «óptimas». Todavía perplejo por el «bombo que le están dando», lamenta que algunos le traten de «delincuente» porque «no he hecho nada malo en absoluto».
Cuatro minutos con la cámara encendida desde las alturas antes de lanzarse al vacío en paracaídas. No aparecen en el vídeo que desde el miércoles por la tarde empezó a viralizarse por todo el país, pero servirían para demostrar que el saltador de Río Vena trataba de «minimizar cualquier riesgo». Todo estaba calculado al milímetro. El edificio, su altura, las condiciones meteorológicas, la velocidad del viento prácticamente a «cero»... Y también, por supuesto, la total ausencia de vehículos o transeúntes en la calle Batalla de Villalar.La elección del enclave no fue al azar ni mucho menos. Valoró las posibilidades de otros bloques de similar altura en un barrio cercano, pero finalmente se decantó por el paseo Comuneros de Castilla número 1 porque ofrecía «todas las facilidades del mundo». La puerta del portal estaba «abierta», al igual que la ventana antisuicidios del décimo quinto piso. Lo sabía de antemano porque «el edificio estaba estudiado desde hace tiempo» y brindaba la ventaja de que «no rompíamos nada». Previamente, se fijó en «otros portales» con un telémetro láser. Al final, logró superar su reto más ambicioso hasta la fecha: 43 metros de altura.El salto tuvo lugar el martes en torno a la 1 y media de la madrugada. Aparte de visitar el edificio unas cuantas veces para comprobar que podía entrar sin problemas, analizó al detalle las condiciones meteorológicas «tres días antes» para confirmar que era la noche idónea. Cualquier contratiempo, como una inesperada racha de viento, hubiese dado al traste con la operación porque «si las condiciones no son óptimas no se salta».Pongamos que se llama Juan, por ejemplo. Lo primero, lo que todo el mundo querría preguntar a Juan, es por qué decidió saltar desde un edificio de 43 metros en plena madrugada. Por norma general, «cualquier saltador BASE no sabría decir por qué lo hace». En su caso, le movió la «satisfacción de saltar en mi ciudad». Quizá sea «difícil de explicar» y de entender desde fuera, pero este deporte es «puro sentimiento» y «lo llevas dentro».La entrevista con Juan se realiza en una cafetería. Es la primera vez que sale de casa desde lo ocurrido y reconoce que unos cuantos medios de comunicación nacionales le están «avasallando» para «hacer entrevistas e ir a programas». Ha rechazado los ofrecimientos porque «no busco fama». Lo que sí quiere dejar claro es que no se le puede tachar de «delincuente» porque «no he hecho nada malo en absoluto». Ni él ni su acompañante, cuya identidad se mantendrá «en el más completo anonimato» pase lo que pase.Casi un minuto de grabación publicada en una red social por el propio saltador y unos «1.700 whatsapps» a la mañana siguiente. No intuía ni de lejos el protagonista de esta singular historia el impacto mediático que tendría su acción tan solo un día después de subir el vídeo a internet. «Ni pretendía ni imaginaba que fuera a tener esta difusión», confiesa este joven burgalés, apasionado del salto BASE, todavía perplejo por el «bombo que le están dando». En su opinión, «lo están tratando como si fuera el alunizaje del Apolo 11 o como si atracase una joyería en lo alto de un edificio y me hubiese tirado para escapar».A raíz del vídeo, se conoció que Juan había protagonizado otro salto desde una grúa. Lo que casi nadie sabe, por mucho que se haya especulado al respecto, es que lo hizo tan solo un par de horas antes de tirarse en paracaídas en el barrio de Río Vena. Tocó el suelo a eso de las 11:30 horas, «se plegó el paracaídas y acto seguido fuimos a valorar las condiciones que había y se saltó». Nadie, salvo su acompañante, se enteró aquella noche de lo sucedido.Con cierta inquietud aún por las posibles consecuencias del salto, Juan duda que se le pueda imputar delito alguno porque «no he roto ni forzado nada». Tampoco cree que se le pueda acusar de allanamiento porque no pisó propiedad privada sino zonas comunes. Ídem en materia de seguridad vial, pues tal y como se aprecia en el vídeo, no circulaba ningún vehículo a esas horas. En cualquier caso, optó por permanecer «encerrado» un par de días con temor, eso sí, a que en cualquier momento fuesen a buscarle.Después de lo acontecido el martes, no tiene intención de repetir la experiencia. De hecho, alguna que otra vez se ha planteado «dejarlo» porque sabe que el salto BASE es «peligroso» pese a las múltiples medidas de seguridad que se adoptan. De momento, prefiere dedicarse a los «saltos de montaña desde más altura». 43 metros han sido su «tope»y se centrará en otra modalidad, al menos «por una temporada».A Juan le encantaría que Burgos acogiese campeonatos de salto BASE como los de Rota (Cádiz), Jaca (Huesca) o el hotel Bali (Benidorm). El problema reside en que «no tenemos ningún módulo para efectuarlo». Podría servir el edificio Feygón de Plaza España, aunque probablemente no sea el enclave más apropiado debido a su ubicación. Por otro lado, organizar un evento de estas características requiere una importante inversión económica y la búsqueda activa de «espónsors» para financiarlo. A nivel particular, es un «deporte caro», tanto que este joven burgalés destina aproximadamente el 80% de su sueldo para practicarlo.Si algo quiere reivindicar Juan es que el salto BASE no es un deporte de «inconscientes» que buscan un chute constante de adrenalina. Cierto es que «desde dentro se ve de otra manera», pero le gustaría que no se criminalicen este tipo de acciones y se habiliten espacios aptos para lanzarse con seguridad. «Intento hacer algo diferente. Mucha gente se dedica a salir, a joder por ahí, y a nosotros no nos dejan hacer este deporte», sentencia con la esperanza de que quienes le han tachado de «inconsciente» vean la otra cara de una actividad a la que ha dedicado gran parte de su vida durante los últimos cinco años.