SAN LESMES
Una tradición que sigue muy viva
Centenares de burgaleses cumplen con la tradición de comprar el rosco de San Lesmes salado y dulce
La mañana amanecía fría. La lluvia aparecía timidamente hacia las 11 de la mañana. Pero eso no amilanó a los cientos de burgaleses que no faltaron a horrar al patrón de la ciudad, San Lesmes. En la plaza de San Juan, todo dispuesto para el tradicional baile, la gente se disponía a comprar los primeros roscos: un euro los de pan 1,20 los dulces. «Es pan con la forma característica solo que están bendecidos por el obispo», afirmaba una de las jóvenes que despachaba el tradicional panecillo enroscado en su cuerda. Una lista de precios por unidades y tipos permiten a los jóvenes que repartían en tres casetas situadas junto a la Iglesia de San Lesmes atender rápido. Saben que en dos horas la avalancha de peticiones llegará.En las carpas donde los organizadores se afanaban en encender el hornillo para preparar los pinchos de morcilla y chorizo. Unos 2.300 kilos con su rosquilla de pan incluida. Unas 12 personas en dos puestos de las 12 entidades que forman parte de la Federación de Peñas de San Lesmes preparaban estos pinchos mientras los responsables de las mismas, las entidades de la ciudad tanto civiles, como militares y religiosas iniciaban el pasacalles desde el centro hasta la iglesia de San Lesmes Abad.No hay un día como este para conocer una a una las tradiciones ancestrales de los burgaleses.
El tradicional báculo presente en los estandartes y carteles y en las piezas de barro que este año se vendían a 4.20. En lo gastronómico la morcilla, el chorizo y el vino; en la música y el ritmo la dulzaina, el pito y los bailes de Danzantes y Gigantillos, junto a la presencia de los maceros y timbaleros… Toda la pompa de tradición burgalesa viste sus mejores galas y se ha generalizado el uso de los trajes regionales a ritmo de dulzaina y castañuelas que no dejan de tocar entre todos los rincones de la vetusta plaza de San Juan.Homenaje
Ese mismo lugar donde hace más de mil años San Lesmes Abad se encargaba de dar refugio y comida a los peregrinos hacia Santiago. La reina de Castilla, a quien había llegado la fama del santo francés afincado en Roma y que antaño fue guerrero, le hizo llamar. Y vino. Se instaló en Burgos donde «se ganó a los burgaleses con su bondad, su buen hacer y sus conocimientos de ingeniería», explicaba en su homilía el arzobispo de Burgos, Fidel Herráez. Remarcó que «se le acogió tan bien que hoy, tantos años después, se le sigue honrando».En la Iglesia de San Lesmes, a rebosar como cada año, entraba la comitiva de la representación de peñas de la ciudad que precedían a la comitiva municipal cuyo estandarte portaba el concejal David Jurado. Representantes de toda la corporación municipal aunque los representantes de Podemos, ataviados con traje regional y capa, acompañaron el pasacalles, recibieron a la delegación de Loudun, a la que se girará este año visita institucional, pero en la entrada a la iglesia depositaron la vara de concejal sin asistir a la liturgia religiosa.A los pies del sepulcro del santo se realizó una especie de recreación del salón de plenos en torno al brasero dorado que suele estar presente en el Consistorio. Allí las reinas mayor e infantil entregaban como ofrenda una torta de pan y el alcalde entregaba el gran cirio de «acción de gracias» para que el patrón San Lesmes siga velando por la ciudad y «un compromiso de acogida a los más necesitados», siguiendo el ejemplo de San Lesmes. Un cirio que hubo que contener hasta en tres ocasiones con riesgo de caer, pero, a pesar de la inestabilidad, se mantuvo en pie. Toda una metáfora de los tiempos políticos que se viven en la Plaza Mayor.La capa de 150 años
Mientras tanto, en la plaza de San Juan todo estaba preparado para los bailes y el sonido de dulzaina. Amenizaba el inicio del tradicional baile de Gigantillos y Danzantes el Grupo de María Ángeles Sáiz. Tras estos actos protocolarios el alcalde reconocía que «es muy emocionante para mí vivir este primer año de la festividad del patrón como alcalde y que hayamos podido disfrutar de tanta compañía en la plaza San Juan», explicaba Daniel de la Rosa emocionado por la indumentaria. «Tengo mi capa castellana pero hoy estoy muy orgulloso de portar una pieza especial que me ha prestado Alfonso de su bisabuelo y que tiene 150 años de historia», reflejaba.Y, tras el baile, cola para recoger o pincho o panecillos. «Prefieren el dulce, es el que más se vende». «No es que sepan mejor o peor es la tradición», decía alguno de los que hacía cola. «Llevo 50 años y este día es el del panecillo de San Lesmes», respondía otro. “Gusta tanto comprarlo que al salado se le unió hace unos años el dulce y ahora hasta hay uno de hojaldre relleno de nata en las pastelerías… y aquí venimos porque es tradición y es una obra que se hace para la iglesia», señalaba otro.Más información en la edición impresa