SUPERACIÓN PERSONAL
Al Langui nadie le dice que «no se puede»
Juan Manuel Montilla aprendió desde muy joven que «cuando algo nos motiva y tenemos que hacer un esfuerzo muy grande tiramos balones fuera» / Con parálisis cerebral, soñaba con ser futbolista y acabó triunfando en el rap y ganando dos Goyas
¿Qué quieres ser de mayor? «Futbolista». Juan Manuel Montilla, más conocido como El Langui, siempre respondía lo mismo a la clásica pregunta que se le hace a cualquier niño. Soñaba con jugar en el Santiago Bernabeu y sus padres le animaban. Esa «mentira piadosa» sirvió de «hilo conductor» para que su hijo, con parálisis cerebral, se convirtiese en el luchador nato que es hoy en día.
El diagnóstico de los médicos cayó como «un jarro de agua fría». Pero solo al principio. Una vez encajado el golpe, «mis padres tuvieron claro que iban a luchar y que no iban a bajar la guardia». Como tantas otras veces, el rapero y actor abrió ayer de nuevo su corazón al público, esta vez en el salón de actos de la Fundación Cajacírculo, para reivindicar su filosofía de vida. Con tan solo una frase repetida hasta la saciedad, triunfó en la escena hip hop con La Excepción y ganó dos Goyas como músico y actor: «A mí no me digas que no se puede».
El niño que quería ser pichichi descubrió desde muy joven que sin esfuerzo nada se consigue. «Vamos a ponérselo difícil», pensaron sus padres con el objetivo de que Juanma aprendiese a ser «autosuficiente». Y vaya si aprendió. Un buen día, ansioso por bajar al parque para jugar con sus amigos, pidió a su madre que le vistiese. El ‘no’ le dejó descolocado y se pasó la tarde «llorando». No le parecía justo.
«Obligamos a nuestros hijos a ir por el camino que nosotros creemos correcto».
Así fue como El Langui supo que «cuando algo nos motiva y tenemos que hacer un esfuerzo muy grande tiramos balones fuera». Sin embargo, no le quedó más remedio que ponerse las pilas. Y aunque tardó unas cuantas tardes en aparecer por el parque, al final consiguió lo que se proponía. Gracias a sus padres. Los mismos que le alentaban para ser futbolista y que nunca perdieron la fe en su retoño pese a que «en el hospital no les daban muchas esperanzas» tras confirmarse la parálisis cerebral.
Si algo ha aprendido El Langui de ésta y otras tantas experiencias a lo largo de su vida es que «obligamos a nuestros hijos a ir por el camino que nosotros creemos correcto». Craso error. Si un chaval quiere ser youtuber, por ejemplo, quitarle la ilusión de buenas a primeras puede resultar contraproducente. De hecho, la «disputa» inicial por intereses opuestos puede desembocar «a la larga» en un «distanciamiento» irreversible.
En la mochila de valores de El Langui, la empatía ocupa un lugar privilegiado. «En mi entorno se trabajó mucho. En el colegio mis compañeros, las familias en sus casas...». Nunca a través de la «compasión», sin todo lo contrario. En el madrileño barrio de Pan Bendito había una máxima que se cumplía a rajatabla:«Juanma suma, no se le autoprotege».
El problema es que no todo el mundo tiene esa suerte, sobre todo en los tiempos que corren. En una sociedad cada vez más «individualista», da la sensación de que «si eres trending topic vales y si no, no vales». Por eso El Langui se involucra en múltiples campañas de concienciación mientras imparte charlas sobre superación personal. Cómo no, también aborda el panorama laboral y las trabas que sufren las personas con capacidades diferentes.
La realidad es que «se nos llena mucho la boca» hablando de «inclusión» en las empresas. Además, una vez dado el paso, suele ser habitual comprobar que a los trabajadores «les cuesta mucho abrir el corro» pese a que una persona con otras capacidades puede desarrollar «la misma función» e incluso «aportar un abanico más amplio». Y si en lugar de «refunfuñar» uno se fija en el compañero que asume su cometido con «otra ilusión», quizás el resto de la plantilla se percate de que muchas veces nos quejamos por «tonterías».
«Nos hemos vuelto muy susceptibles.Nos cuesta mucho reírnos de nosotros mismos»
Para sobrellevar su particular y eterna carrera de obstáculos, siempre contó con el mejor aliado posible. El «humor» nunca le abandona. De hecho, le «salvó» en los peores momentos. Por ejemplo, cuando se miraba en el espejo. «Al principio me costaba asumirme», pero apeló a la creatividad para ponerse «motes» y evitar el dolor emocional ante cualquier insulto.
No obstante, Juan Manuel Montilla sabe que «nos hemos vuelto muy susceptibles» y que «nos cuesta mucho reírnos de nosotros mismos». No es su caso. Tanto él como su entorno lo siguen haciendo y no tiene pinta de que vayan a dejar de hacerlo.
Lo que no es para reírse es el acoso escolar. A base de rimas, El Langui alzó en su día la voz contra el bullying para apadrinar la campaña Se buscan valientes. Si algo tiene claro es que a veces conviene «apartar los libros y hablar» sobre el tema, máxime si se detectan situaciones de abuso en los colegios.
Gracias a este tipo de intervenciones, de las que él mismo ha sido partícipe, los alumnos que sufren esta tortura diaria salen a la palestra y cuentan lo que les pasa. Su coraje, digno de elogio, no es en vano. En muchas ocasiones, los acosadores «se levantan, piden perdón y se emocionan». Luego hay que seguir trabajando, pero al fin se ha dado el primer paso.