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CORONAVIRUS / BURGALESES A CIENTOS DE KILÓMETROS

Una familia burgalesa en Taiwán, país que ha frenando al virus

Una familia burgalesa afincada en Taiwán explica cómo se ha hecho frente al coronavirus en este país asiático / Los controles realizados desde el primer momento han evitado el confinamiento de la población

Esperanza, Encarni y Fernando, la familia burgalesa que vive desde hace años en Taiwán. ECB

Publicado por
DANIEL MONTES

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Fernando y Encarni decidieron hace 18 años partir de Burgos, junto a su hija Esperanza, con destino a Taiwán, un pequeño país cercano a China. Desde entonces viven en Tainan, una ciudad al sur de la isla. Desde un lugar tan cercano al foco principal de la pandemia del COVID-19, han podido experimentar una evolución de la enfermedad muy diferente a la que ha ocurrido en España. Al contrario que en muchos países europeos, en Taiwán se tomaron medidas drásticas desde un inicio, efectuando controles sanitarios y aislando a los pacientes infectados. Su rápida actuación ha permitido evitar el confinamiento de la población que, pese a la situación excepcional que vive el planeta, puede hacer una vida completamente normal.

A día de hoy, el país cuenta con solo 398 casos pese a su cercanía a China, de los cuales casi la mitad han sido dados de alta. Hace un mes apenas había unos 50 contagiados, pese a contar con la mitad de población que España, y han sido capaces de hacer frente a un repunte sufrido hace un mes. "A finales de febrero y principios de marzo, muchas personas volvieron tras estar de vacaciones en el extranjero y regresaron infectadas. Sin embargo, ha habido poco contagio local, con solo unos cincuenta casos", explican. Tanto al inicio de la enfermedad, como en ese segundo rebrote, el país adoptó medidas contundentes para controlar la pandemia. Se hicieron controles en los aeropuertos y, con el paso del tiempo, no se permitió la entrada a quien no tenía visado de residente.

La sociedad, con un carácter diferente al europeo, acató firmemente las medidas de forma mayoritaria, manteniendo las distancias de seguridad, desinfectándose las manos y usando mascarillas. Este producto, cuyo uso no es obligatorio, aunque ha sido adoptado por gran parte de la población, no escasea hoy en las farmacias y tiendas. "Al principio la gente las compró de forma compulsiva, como ocurrió en España con el papel higiénico, por lo que el Gobierno lo reguló. Solo se podían comprar dos o tres por semana y presentando la tarjeta sanitaria. Tras ello, una empresa aumentó su fabricación y ahora hay para todos. Además, son muy baratas, ya que solo costarían unos 25 céntimos cada una", explica Esperanza.

Los test también están al alcance de toda la población y, aunque no se han efectuado de forma masiva, cualquier persona con síntomas puede acudir a los hospitales y efectuarse las pruebas correspondientes, ya que estos no se encuentran saturados. Si alguien da positivo por el virus, se la pone en cuarentena y se realizan test a todos aquellos que hayan podido estar en contacto con él. En el caso de los colegios, los cuales permanecen abiertos, si se detecta un contagio, se suspenden las clases durante dos semanas y se efectúan test a los estudiantes.

Aunque existen casos de personas que se han saltado la cuarentena, abandonando su hogar o celebrando fiestas en ellas, la sociedad taiwanesa se encuentra muy concienciada con el problema que supone el virus. Fernando trabaja como profesor y sus alumnos no podían creer lo que ocurría en España: "Se asustaban al saber que no se aconsejaba a la gente llevar mascarilla y que apenas se tomaron medidas desde un inicio", explica Fernando. La población de este país se encontraba, además, ante una situación similar a la vivida en 2003 por la epidemia del SARS, que provocó decenas de muertes en el país. Es por ello, que las autoridades alertaron a las organizaciones mundiales una vez que tuvieron noticias de este virus en enero, pero fueron desoídas.

Todo esto ha permitido que, actualmente, los ciudadanos del país puedan continuar con su día a día con normalidad. "Hay que tomar medidas de seguridad, pero podemos salir de casa e incluso viajar a otras ciudades del país", explican. La mayoría de establecimientos permanecen abiertos, incluidos los grandes mercados nocturnos, en los que se reúne bastante gente. Sin embargo, Esperanza explica que ellos prefieren evitar lugares concurridos y efectuar las compras en las horas de menor aglomeración. "Pese a todas las medidas tomadas, nos sorprende que no haya habido más casos, ya que a finales de enero fue el Año Nuevo Chino, festividad en la que la población se desplaza mucho", relatan.

Lo que más afecta a su vida es que no pueden desarrollar su labor de misioneros en este país, ya que las celebraciones religiosas han sido canceladas. "Al principio no comulgábamos con el vino, ni nos dábamos la paz, pero después se suspendieron totalmente". Además de esto, solo algunos eventos como conciertos se han cancelado y el deporte profesional, donde destaca el béisbol, se practica a puerta cerrada. Los hoteles y el sector turístico son los más afectados y prevén una quiebra dentro de unos meses por la falta de demanda. En el resto de empresas se mantiene la actividad productiva, aunque, en aquellas que se han visto obligadas a parar ya que trabajaban con compañías europeas, los empleados han tenido que coger vacaciones.

El curso lectivo mantiene su actividad y los estudiantes continúan acudiendo a las aulas. Tras el Año Nuevo Chino, las vacaciones de los escolares se alargaron tres semanas, pero el regreso se efectuó con cierta normalidad. Se establecieron medidas de seguridad y distanciamiento entre las mesas de cada alumno, los cuales comenzaron a llevar mascarillas. Por su parte, en las universidades, tras la celebración a principios de abril de la festividad de los difuntos, se realizaron clases online durante una semana para evitar los contactos después de unos días de bastante tránsito de población.

El uso generalizado de mascarillas, las cuales se empleaban anteriormente cuando alguien tenía un resfriado, una mentalidad colectiva más sumisa y una forma de relacionarse en la que no son frecuentes los contactos entre las personas, pueden explicar también esa menor propagación. "Los saludos se hacen con reverencias y no suelen darse la mano, ni besos o abrazos con tanta frecuencia como en España". No obstante, explican que la taiwanesa es una sociedad más abierta que la china. Sus medios de comunicación informan diariamente de la situación del país vecino y de las sospechas que hay entorno a la existencia de una cantidad mayor de casos que la que ha hecho oficial el Gobierno.

La familia burgalesa afronta el futuro con optimismo, aunque reconoce que la situación en España ha llegado más lejos de lo que podían prever. "Aquí, con apenas ocho casos, ya a todos nos parecían muchos. En los países europeos se ha hablado con demasiada tranquilidad del virus. Nos parecía irreal que los expertos no tomaran medidas antes. Podían haber preguntado a Japón o Corea para imitar su modelo de actuación y evitar así una propagación masiva", afirman. En países asiáticos como Tailandia, Laos o Corea del Sur, la enfermedad se ha podido controlar a tiempo, aunque otros como Singapur o Japón afrontan ahora un repunte en los casos. La actual pandemia ha obligado también a la familia a retrasar el viaje a España que tenían planeado para junio, pero esperan poder volver cuando todo haya pasado.

Imagen de una de las calles de la localidad taiwanesa de Qishan durante el primer día del Año Nuevo Chino. En los días posteriores se extendió rápidamente el uso de mascarillas y disminuyó la afluencia de población.