UN POCO DE HISTORIA
1910- La polémica sobre las pinturas rupestres de Atapuerca
Las pinturas rupestres, tras el descubrimiento de Atapuerca, eran un asunto de interés en todas las poblaciones. Todos tenían sus artistas del pasado. En Atapuerca se habían visto unas cuantas, no todas eran auténticas y aquello acerco a los eruditos de la prehistoria del momento y se generó una polémica científica.
Las visitas, ya ordenadas mediante la explotación minera de Ramón Inclán, se sucedieron. Empezó a correrse la voz entre los eruditos de la prehistoria. Por Atapuerca llegó el estudioso del arte rupestre cántabro Jesús Carballo. De su visita a la que denominó Cueva de Ibeas parte el hallazgo de uno de los signos de la pared de la Galería del Silo. También identificó restos fósiles en Portalón, pero no dio credibilidad a la cabeza de caballo pintada en ese yacimiento. La aportación del jesuita, que realizó la labor de documentación y rescate de las piezas prehistóricas de Cantabria, se tomó en consideración por ser un experto del arte rupestre de Altamira, el templo por el que todos se guiaban.
El padre Saturio, monje benedictino de Silos, ejercía en Burgos el mismo papel que Carballo realizó en Cantabria. Descubrir, preservar y documentar la riqueza prehistórica de su tierra. Su colección peleontológica de la provincia recorre los vestigios de los diferentes puntos arqueológicos de interés en Burgos.
En 1912 logró atraer a los arqueólogos más afamados del momento en Europa. Compartió excavación con Heri Breuil y Hugo Obermaier que incluyen en su red de visitas a sitios arqueológicos de todo el país el de Atapuerca. Los resultados de su visita están en publicaciones conocidas del sector como ‘Hombre fósil’ de 1916. En su haber está el descubrimiento de las figuras geométricas en rojo en un bloque el salón del Coro, un zigzag en Estatuas y un panel de gravados en la Cueva del Silo. Ellos sí dieron credibilidad a los trazos del caballo en Portalón lo que generó una discusión con Carballo.