«Rumores» que escondían vidas judías
Cuatro claretianos de la Misión Católica Española en París falsificaron más de un centenar de bautismos a judíos durante la ocupación nazi de Francia (1940-1945) / Tres de estos misioneros, Aller, Valtierra y Martín, nacieron en la Comunidad, igual que Tobes, el actual director de la Misión
Andaba tras la pista del verdadero papel que jugó la diplomacia española durante la ocupación nazi de Francia y se llevó «toda una sorpresa». Ni de lejos imaginaba el historiador y docente de la Universidad de Extremadura (UEX), Santiago López, lo que daría de sí su encuentro con Alain de Toledo, hijo de supervivientes gracias a la mediación del entonces cónsul general de España en París, Bernardo Rolland. Su confesión, bajo llave hasta ese momento, daría a conocer una historia sobre la que poco o nada se sabía, como mucho en petit comité. Resulta que la Misión Católica Española salvó a sus padres del Holocausto en el país galo. El investigador, que ya intuía cierta acción humanitaria «de los clérigos o de personas que tuvieran buena relación con Rolland», se quedó estupefacto tras descubrir que cuatro padres claretianos se encargaron de ‘convertir’ a judíos en cristianos, falsificando documentos por la gracia de Dios, para que pudiesen huir de la barbarie.
Tan solo los claretianos que hoy custodian la iglesia de la congregación en el 51 de la calle de la Pompe estaban al tanto de los «rumores» que dejaban entrever esta gran labor de salvación. Quizá también algunos descendientes supieron guardar el secreto, los menos probablemente porque muchos de los liberados respetaron la promesa hecha en su día al padre superior, Ángel Chueca. En cualquier caso, López estaba convencido de que se toparía con «un par» de intervenciones humanitarias. Nunca pensó que «llegaría a 10» y, sin embargo, constató que Gilberto Valtierra (San Martín de Humada, Burgos), Joaquín Aller (Campo de Villavidel, León), Emilio Martín (Segovia) e Ignacio Turrillas (Monreal, Navarra) se la jugaron para salvar la vida a 155 judíos durante los casi cuatro años y medio que duró la invasión nazi.
Una de las páginas donde figuran los falsos bautismos que realizaron los cuatro claretianos, de 1940 a 1944, durante la ocupación nazi de Francia.
Para llegar hasta el fondo del asunto y engrandecer la tesis que presentará próximamente, el historiador se presentó hace dos años en la Misión Católica Española dispuesto a recabar información. Allí le recibió el padre Carlos Tobes, burgalés como Valtierra, y desde el principio le trató «maravillosamente».Tobes se quedó «muy sorprendido» cuando se acreditó, casi ocho décadas después, el ‘milagro’ de las conversiones masivas que López fue desempolvando de los archivos de los claretianos.
¿Por qué se negaba Chueca a revelar el secreto? Derrotados los nazis y con Francia definitivamente libre, no había razón ni temor para seguir ocultando lo que en su día era ilícito y contrario a las propias leyes eclesiásticas. La Iglesia Católica hubiese entendido, e incluso aplaudido, la heroica acción de los cuatro claretianos en pleno Holocausto. López no descarta como escollo la posterior permanencia de la dictadura franquista, aunque todo parece indicar que «simplemente no querían ningún tipo de laurel, ni reconocimiento, ni distinción por algo que ellos consideraban éticamente lo correcto». Por mera opacidad no tiene pinta, pues la Misión jamás puso «ninguna traba» al profesor de la UEX para zambullirse en sus ficheros.
Cuanto más aumentaba la represión contra los judíos, mayor era la implicación de los religiosos. Su actividad falsificadora arrancó el 3 de octubre de 1940, el mismo día en el que se aprobaba el Estatuto de los Judíos por parte del régimen de Vichy. Ese año apenas se tramitaron cuatro conversiones. Sin embargo, el endurecimiento de las leyes antisemitas a partir del 41, con el «saqueo, expolio y pillaje» que conllevaba dicho proceso de «arianización»; intensificó aún más si cabe la actividad de Valtierra, Aller, Martín y Turrillas; quienes culminaron tan fatídico ejercicio con 68 partidas.
La situación se tranquilizó en cierto modo en 1942 cuando las potencias neutrales, como España ejercían de «administradoras de los bienes» requisados. Tras la falsificación de una treintena de documentos ese año, se produjo un nuevo «repunte» en el 43 a raíz de las campañas de repatriación a los países que permanecían ajenos al conflicto bélico. En total, se tramitaron 45 conversiones al cristianismo con las que los judíos esperaban ser «mejor vistos» bajo el régimen de Franco. Finalmente, los últimos coletazos de la ocupación nazi se saldaron con ocho partidas.
Huídas y sospechas
Los repatriados se asentaron temporalmente en Burgos, Valladolid, Ávila, Zaragoza, Logroño, Toledo y Granada. Su dispersión, apunta López, estuvo motivada porque las autoridades franquistas «no querían que la población pensase que estaban permitiendo salvar a los judíos», al menos en «grandes grupos». Por eso las gestiones se llevaron a cabo «bajo cuerda» y no se acogía un nuevo convoy de refugiados hasta que el anterior «no hubiese salido de España». Debido a estas restricciones burocráticas, muchos de los que soñaban con vivir en paz dieron con sus huesos en campos de exterminio. Entretanto, quienes corrieron mejor suerte su estancia en la península era de «tránsito» hasta que las organizaciones norteamericanas «les consiguiesen un visado para Palestina u otros lugares».
¿Pasó desapercibida la acción humanitaria de los claretianos entre las autoridades? Eso parece. Por lo menos en lo que atañe al régimen de Vichy, ya que «no hay testimonios documentales de que los franceses supiesen lo que se estaba haciendo».
Tampoco se ha confirmado que los alemanes conociesen esta actividad ilegal pero necesaria. No obstante, los nazis trasladaron su malestar a España tras enterarse de que Rolland se dedicaba a salvar judíos. Y aunque no se atrevieron a denunciar «por cauces oficiales», lograron que el Ministerio de Asuntos Exteriores le relevase de su puesto, en 1943, «en cuestión de días». Por su parte, el servicio exterior de Falange en París también seguía los pasos de la Misión Católica Española y «se tomó bastante mal su labor», de ahí que surgieran un sinfín de «comadreos» sobre los quehaceres de la orden de puertas hacia dentro.
Lo que está claro es que la autoridad eclesiástica sí conocía estas falsificaciones o, como mínimo, sospechaba de que se tramitaban partidas de bautizo o matrimonio de manera irregular. No en vano, se antoja «difícil» saber si el cardenal Emmanuel Suhard, por aquel entonces arzobispo de París, respaldaba a todos los claretianos o hacía la vista gorda. Por un lado, se manifestó «inicialmente a favor del régimen de Vichy». Por otro, pidió prudencia a la congregación porque, obviamente, su actividad resultaba arriesgada y completamente ilegal.
Desde que la historia viese la luz en un reportaje de otro medio a principios de agosto, las muestras de gratitud de los descendientes se ha multiplicado exponencialmente. Lo más sorprendente, sin lugar a dudas, es que la gran mayoría desconocía que su llegada al mundo estuvo marcada por la mano de cuatro religiosos españoles que se enfrentaron a cuantiosas multas o la deportación, por no hablar del conflicto diplomático que se hubiese producido entre España y Alemania en caso de ser descubiertos.
«Alguna historia más ha surgido», reconoce López a sabiendas de la trascendencia que ha tenido el citado reportaje. Cada relato cuenta y permanece a expensas de entrevistarse con el familiar de uno de los bautizados que aún conserva el acta de su falsa conversión. Por otro lado, se sintió «conmovido» tras leer el correo de agradecimiento de la nieta de uno de los párrocos que «no conocía la historia». Pese a su satisfacción y sus ansias de seguir indagando en esta aventura que tantas vidas salvó, es consciente de lo «difícil» que resulta reconstruir los hechos. No solo por la escasez de testimonios, sino también porque esta clase de investigaciones suelen apoyarse en «archivos diplomáticos», que en este caso concreto brillan por su ausencia.
A punto de depositar su tesis doctoral sobre El Servicio Exterior de España durante el Holocausto en la Francia ocupada (1940-1944), el docente de la UEX no duda en poner en valor un par de «historias sorprendentes» que le dejaron con la boca abierta. La primera, la de un partisano de la Resistencia Francesa entró en contacto con la Misión Católica Española por motivos familiares.
La segunda, la «más bonita», sería la de los Saulnier, una familia católica que se hizo cargo de la hija de los Sevi, matrimoniorecién bautizado con el que se reencontraron tras la liberación. Solo por esto, aunque sin restar importancia al resto de vivencias que encierra cada acta, la investigación de López ha merecido la pena.