TROTABURGOS / CASTRILLO DE MURCIA
La villa donde saltan bebés
Envuelta de un rico pasado medieval, se corona como uno de los pueblos españoles con una de las tradiciones más peculiares y conocidas mundialmente, el Colacho, centrada en ahuyentar el mal de los recién nacidos
Situada al oeste de la provincia de Burgos, vestigios árabes y medievales se pueden percibir por todo Castrillo de Murcia, desde su disposición en la ladera de una montaña, sus pequeñas y estrechas calles, y sus casas construidas formando una muralla, que en un pasado cumplía una función protectora. Y es que el nombre de esta población deriva de Castello de Muza, guerrero árabe quién construyó en la zona un castillo en su conquista desde Zaragoza a León. Este castillo se localiza en la actualidad en el cerro de Santa Bárbara.
La Iglesia parroquial de Castrillo de Murcia, con aspecto fortificado y rodeada por un muro con escalinatas para acceder a la misma, es la huella que mejor conserva el paso del tiempo sobre la villa. Encima de sus restos románicos, se levanta un templo gótico, de tres naves, construido en diferentes etapas históricas: su cabecera es del siglo XV, con partes del siglo XVI; su majestuosa torre con escalera de caracol construida por Hernando de la Mata, data entre 1557 y 1580; y las capillas de Juan de la Maza, acabadas en 1580.
El retablo mayor, de estilo barroco del siglo XVII, está dedicado a Santiago Apóstol y a Santa Bárbara. Igualmente posee una talla gótica de Cristo, de finales del siglo XIV, y una sepultura del párroco Juan Conde del siglo XVI.
Su pasado medieval sigue resurgiendo en la villa, puesto que en el mes de enero se descubrieron 16 silos con restos medievales, tras las obras llevadas a cabo en la calle superior de la localidad. En estos silos, que datan entre los siglos VIII y XI, esto es, Alta Edad Media, se han hallado materiales como restos cerámicos de vasijas, platos, ollas, entre otros objetos de mesa y cocina.
Su pasado medieval sigue resurgiendo en la villa, puesto que en el mes de enero se descubrieron 16 silos con restos medievales, tras las obras llevadas a cabo en la calle superior de la localidad
Otra costumbre de gran importancia en esta población son sus Juegos Castrillenses de verano, creados en 2012 con el objetivo de difundir estas tradiciones cada vez más olvidadas. Durante una semana se llevan a cabo juegos populares, desde la rana, las sillas o el tirachinas, y al final de cada jornada se entregan las medallas a los ganadores de cada prueba.
Esta semana de juegos tradicionales se va haciendo más popular cada año que pasa, llegando a las 300 inscripciones en la última edición. Y es que, gracias a sus múltiples pruebas, no hay nadie que no se lleve una medalla bien merecida a casa.
El Colacho
La festividad del Colacho se remonta al siglo XVII, y, gracias a su peculiaridad, atrae visitantes y periodistas de todas las partes del mundo, adquiriendo el reconocimiento de ‘Fiesta de Interés Turístico’ en 1978. Se celebra anualmente el domingo siguiente al Corpus Christi, cuando a las 8 de la mañana reaparece el Colacho en el pueblo, quien va recorriendo las calles al son del tambor del Atabalero, bajo la función de interrumpir los festejos, para evitar que el bien triunfe sobre el mal.
Este particular personaje viste con una botarga amarilla y roja, una máscara que cubre su rostro, y porta en su mano una cola de caballo, con la que se dedica a fustigar a aquellos que se le acercan y le increpan con insultos que animan a que se marche del pueblo. El Colacho representa al demonio vencido por la Eucaristía, quien, una vez derrotado, huye saltando a los niños, y dejándolos libres de su influencia maléfica.
El Colacho representa al demonio vencido por la Eucaristía, quien, una vez derrotado, huye saltando a los niños, y dejándolos libres de su influencia maléfica
Durante la procesión, los lugareños decoran las calles de la villa con mantos y rosas, y en el suelo se colocan colchones donde se tumban a los niños y niñas nacidas ese mismo año. El momento más esperado es cuando el Colacho se prepara, toma carrerilla y salta sobre ellos. Posteriormente, los bebés son bendecidos por el sacerdote, quedando protegidos de los posibles males que les puedan acechar en su futuro.
El bien triunfa sobre el mal, y el Colacho huye, permitiendo a los habitantes culminar sus fiestas. Los presentes se dirigen a ‘las eras’, donde un grupo castellano amenizá la fiesta; el atabalero recitará su particular discurso; y, para culminar, se bebe vino y come queso y pan, que reparte de forma gratuita la cofradía.
Pese a ser una de las celebraciones más ansiadas entre los vecinos de Castrillo de Murcia, este año el Colacho ha tenido que ser pospuesto para el año que viene con motivo de la pandemia. Al suspenderse, se ha acordado prolongar hasta el año que viene la continuidad de los cargos en la celebración, y se buscará una solución para los niños que no podrán ser bendecidos este año.