EMPRENDER EN TIEMPOS DE PANDEMIA
«Todo el mundo nos decía lo mismo: ‘Qué valientes sois, ¿no?’»
Mirella y Santi, peluquera y conductor de autobús, respectivamente; pusieron en marcha hace dos meses una lavandería en Los Vadillos tras comprobar que no se prestaba ese servicio en la zona
La idea surgió un domingo de paseo «pensando qué podíamos emprender». Corría el mes de septiembre cuando Mirella y Santi lo tuvieron claro. Dispuestos a obtener una fuente extra de ingresos para que la peluquería que pusieron en marcha hace seis años siga funcionando, se decantaron por un servicio «esencial», compatible con sus respectivos trabajos, que pudiese estar abierto «haya pandemia o no». Partiendo de ambas premisas, una lavandería era la opción que mejor les encajaba.
«Desde cero», con una crisis económica en ciernes que ya había bajado unas cuantas persianas, consiguieron la financiación necesaria para impulsar un modelo de negocio que brillaba por su ausencia en el barrio donde decidieron asentarse.
Lo de montar un bar ni se les pasó por la cabeza por las horas que conlleva y las más que previsibles restricciones a corto plazo. Tampoco querían asociarse a una franquicia sino «hacerlo nosotros mismos». Al final, entre unas cosas y otras, La Lavadora Loca abrió sus puertas en la calle del Padre Melchor Prieto hace un par de meses.
Aunque abren y cierran el establecimiento a distancia, todos los días acuden a realizar trabajos de mantenimiento, reponer material y limpiar los filtros.
Una vez alquilado el local, hubo que acometer una serie de reformas, instalar la maquinaria y dejarlo todo a punto para que la clientela pueda lavar y secar sus prendas en condiciones óptimas de seguridad sanitaria. Y aunque aún es pronto para valorar la viabilidad del proyecto, lo cierto es que el establecimiento ya cuenta con algún que otro visitante asiduo. Por ejemplo, una cuadrilla de trabajadores que acude todos los viernes o el personal de una peluquería cercana que seca allí las toallas.
Cuando la pareja comentó sus intenciones a familiares y amigos, la primera impresión fue prácticamente unánime. «Todo el mundo nos decía lo mismo: 'qué valientes sois, ¿no?'», recuerda Mirella con una sonrisa de oreja a oreja, al igual que Santi, a sabiendas de que nadie consideró por aquel entonces que su propuesta sería «súper rentable».
Obviamente, el escenario de vacas flacas por culpa del coronavirus les causaba respeto, pero no dudaron en lanzarse a la piscina con el objetivo de asegurarse una mayor estabilidad económica, indispensable en los tiempos que corren.
A la hora de buscar ubicación, Mirella y Santi barajaron un par de zonas próximas a su domicilio. Los Vadillos acabó siendo la opción más factible por el local, asequible e idóneo para La Lavadora Loca, y por tratarse de un barrio con «mucha gente trabajadora» y multitud de pequeños comercios que tratan de sobrevivir a los vaivenes de una crisis que beneficia sobremanera a las grandes superficies. Además, su cercanía a un supermercado suponía un aliciente porque «la gente puede aprovechar para hacer la compra» mientras se lava su ropa.
Una de las grandes ventajas del negocio es la posibilidad de abrir y cerrar el establecimiento a distancia. Desde el teléfono móvil, pueden observar además lo que sucede de puertas hacia dentro. No en vano, todos los días se desplazan hasta la lavandería para realizar trabajos de mantenimiento, reponer material y limpiar los filtros.
Hubo quien planteó la posibilidad de instalar Wifi para amenizar la espera. La pareja tomó nota y ya no es necesario gastar datos mientras se hace la colada.
Es entonces cuando aprovechan para leer los comentarios y sugerencias que los clientes anotan en un cuaderno situado a mano izquierda, junto a los geles desinfectantes y las pelotas de tenis que se depositan en la secadora. «Mucha suerte», «súper completo» o «excelente servicio» son algunas de las reseñas escritas a mano. También hubo quien planteó la posibilidad de instalar Wifi para amenizar la espera. La pareja tomó nota y ya no es necesario gastar datos mientras se hace la colada.
La lavandería cuenta con tres lavadoras y dos secadoras. SANTI OTERO
En estos dos meses de andadura, los propietarios de La Lavadora Loca destacan el civismo de la clientela. El único incidente, por llamarlo de alguna manera, tuvo como protagonistas a un par de peregrinos que confundieron el establecimiento con una sala de fiestas.
El primer día «se ponían a cargar el móvil» y poco más. Ya el segundo, rememora Santi, «estaban con las mochilas bailando». Y «se comían el bocata también», agrega Mirella consciente de que no debían tolerar este tipo de comportamientos. Finalmente, Santi se personó allí para decirles que se fueran porque su presencia incomodaba a cualquier persona que necesite lavar o secar sus prendas.
Mientras esperan que el negocio dé sus frutos, Santi continúa conduciendo autobuses urbanos «más tranquilo» que al principio, ya que ahora cuenta con los medios de protección adecuados para evitar contagios.
Entretanto, Mirella se turna con una compañera por motivos de aforo y porque la afluencia se ha reducido considerablemente ante la ausencia de eventos y celebraciones. Aún así, toca extremar las precauciones al máximo y, a estas alturas, confiesa que «ya no tengo huellas dactilares de tanto gel».