EDUCACIÓN
El auge de ‘El juego del calamar’ inquieta a padres y maestros
La popular serie de Netflix activa las alarmas tras constatarse recreaciones de su contenido entre alumnos de Primaria / Los «riesgos» no pasan desapercibidos para la comunidad educativa
Desde hace un par de semanas, todo el mundo habla de El juego del calamar. Para bien: crítica y público aplauden su estética, ritmo trepidante y aristas de un guion que saca a relucir las miserias de un país aparentemente avanzado y próspero como Corea del Sur. Para mal: cada vez más voces alertan de su negativa -e incluso peligrosa- influencia sobre los más pequeños. La serie de moda ha llegado a los centros escolares.
En la ficción, 456 personas en situación de extrema pobreza, invisibles para una sociedad de consumo que les ha echado a los leones, compiten entre sí por una ingente suma de dinero. Cada prueba es un juego infantil, pero no tardarán en descubrir que perder es sinónimo de muerte. También que cada vida sesgada suma un buen puñado de billetes al bote final.
Con estos ingredientes, la violencia está ampliamente garantizada. No se escatima en sangre ni en crueldad, porque de eso va la historia -sobre todo en su trasfondo-. Es normal, por tanto, que no se recomiende su visionado a menores de 16 años. Sin embargo, El juego del calamar se ha viralizado en los recreos e incluso en los parques, fuera ya del horario escolar. El fenómeno es palpable en todo el país y Burgos no es una excepción. La comunidad educativa está al tanto desde el primer día.
Chavales de Primaria imitan las dinámicas adaptándolas -de manera inconsciente- a las circunstancias que plantea la serie de Hwang Dong-hyuk. Juegos de toda la vida con la muerte como aliciente. No es algo nuevo, pero el efecto llamada ha puesto sobre aviso a instituciones académicas, docentes y familias burgalesas. Nadie quiere que la broma se vaya de las manos.
El director provincial de Educación asegura que «no se ha dado ninguna instrucción al respecto a los centros escolares».
Desde la Dirección Provincial de Educación, José Antonio Antón Quirce señala que «no se ha dado ninguna instrucción al respecto a los centros escolares» y que «tampoco se ha recibido ninguna incidencia por parte de ningún colegio de la provincia burgalesa».
Pese a ello, confirma que en algunos centros se han enviado circulares a los padres para que «eviten los disfraces referidos a la serie» con motivo de la celebración de Halloween, al entender que «se trata de una serie violenta». En cualquier caso, el director provincial recuerda que «El juego del Calamar es una serie de Netflix y son los padres quienes tienen la responsabilidad y la decisión de permitir o no a sus hijos verla».
En una de esas circulares, la Dirección de un colegio de Burgos capital muestra especial preocupación por el hecho de que muchos de los alumnos describan los juegos «con pelos y señales». Eso es lo que más inquieta a los maestros: ¿Cómo es posible que chavales de Primaria sepan de qué va la historia con tanto lujo de detalles? Partiendo de esta base, el centro en cuestión ha optado por tomar cartas en el asunto al considerar «peligroso» que se dé cancha a este tipo de prácticas. No sin antes, eso sí, hacer un llamamiento a las familias para abordar el tema desde casa y prevenir posibles riesgos.
La directora del citado centro (prefiere mantener el anonimato para no dar más pábulo del debido al asunto) asegura que los primeros visos de imitación tuvieron lugar el pasado 15 de octubre. Inmediatamente, se comunicó lo sucedido a las familias para evitar «riesgos a corto plazo» como «los conflictos en el patio, el miedo a perder que pueden desarrollar los niños y las niñas o la exacerbada sensación de poder de los que ganen el juego». Del mismo modo, lo que se pretendía con este aviso es que prevalezca el «concepto de la vida y del respeto hacia el resto de compañeros». Tanto dentro como fuera de las aulas.
«No hemos observado conflictos entre el alumnado derivados de este juego, pero fuimos conscientes de que debíamos estar atentos a cualquier señal».
«Creemos que lo hemos detectado pronto, puesto que no hemos observado conflictos entre el alumnado derivados de este juego. Sin embargo, una vez supimos que parte de nuestro alumnado más pequeño conocía el juego, fuimos conscientes de que debíamos estar atentos a cualquier señal». Partiendo de esta premisa, la directora estima más necesario que nunca «reforzar el trabajo en aspectos como la empatía, el trabajo en equipo, el respeto a los demás, la no violencia y el diálogo». Asimismo, hace hincapié en la «intervención directa» como principal mecanismo de actuación en caso de «volver a observar que algún alumno juega a este tipo de juegos».
Tanto ella como el resto del claustro permanecen atentos a cualquier señal. No solo ante El juego del calamar. Siempre se presta especial atención a aquellos «comportamientos ‘novedosos’» que conllevan problemas de convivencia y que ponen en riesgo la integridad, tanto física como mental, de los escolares. Para ello, el equipo educativo permanece «constantemente en contacto» con las familias. Solo así, remarca, es posible «desarrollar planes de acción adaptados a lo que nuestro alumnado necesita en ese momento».
Implicación familiar
Por su parte, desde la Asociación de Madres y Padres (AMPA) del colegio Jueces de Castilla, María Muga esgrime que «si bien en el colegio no se ha hablado mucho del tema», los niños sí juegan en el recreo por imitación a Luz verde, luz roja, esta versión del Escondite inglés a la que añaden disparos simulados, de tal forma que «cuando son eliminados se quedan tumbados en el suelo». Aún así, apunta que «la mayoría no sabe nada sobre la serie».
Sin embargo, cree que a día de hoy «los niños naturalizan la violencia en muchas ocasiones». De hecho, explica que tras visualizar la serie surcoreana ha pedido a su hija que no se disfrace de ninguno de los personajes de la producción en la fiesta de Halloween. «Iban a disfrazarse un grupo de amigas, pero después de ver de qué trata les hemos pedido que escojan otro disfraces», detalla. Y habla en plural porque «los padres de sus amigas han hecho lo mismo».
«Somos los padres quienes tenemos que abordar con nuestros hijos temas como este para evitar que tengan una visión distorsionada de la realidad».
Lo mismo opina Sonia Ruiz, madre de dos niños de 10 y 12 años. Asevera que sus hijos no han visto la serie de Netflix, pero sí han accedido a vídeos sobre el contenido de los capítulos en Youtube. Ella y su pareja sí han visionado la ficción y, precisamente por eso, «decidimos que no era conveniente para su edad a pesar de que, además de mucha violencia, la serie tiene otros mensajes sobre temas actuales muy interesantes».
Esta madre sabe que sus hijos juegan a Luz verde, luz roja porque «lo han comentado en casa» y ha sido precisamente ese comentario el que ha derivado en una charla sobre la ficción. «Somos los padres, en primer lugar, quienes tenemos que abordar con nuestros hijos temas como este para evitar situaciones indeseadas o que tengan una visión distorsionada de la realidad».
Desde el colegio que a mediados de octubre dio la voz de alarma, su directora se muestra partidaria de «controlar lo que ven en la televisión y a través de las plataformas en las que se emite». Conviene recordar se trata de menores de 12 años, de ahí que la serie sea «del todo inadecuada para las edades de las que estamos hablando». Respecto a la postura que adoptan algunos padres sobre enseñar cierto tipo de contenidos mientras explican que «la sangre no es real» bajo el convencimiento de que «su hijo o hija va a saber interpretar lo que ve como lo haría un adulto», la docente discrepa.
«Un niño de estas edades está construyendo su concepto del mundo, del bien y del mal, del respeto, etcétera. Y este tipo de contenidos le hacen normalizar la violencia, la competitividad en su peor faceta y la falta de empatía hacia los demás entre otras muchas cosas». No en vano, opina que se de debe «dar respuesta» a los interrogantes que la serie puede suscitar. «No podemos dejar sin responder las preguntas de nuestros hijos, aunque nos cueste explicarles lo que nos piden». En este sentido, le parece de vital importancia «transmitirles nuestro rechazo hacia este tipo de juegos y, en función de la edad del niño, explicarles los riesgos de los mismos».