El Correo de Burgos

Una vida en familia a la sombra de San Juan de Dios

Álvaro García: “Hemos hecho todo aquí. Ésta es literalmente nuestra casa, y la relación con los hermanos siempre ha sido muy familiar”

Los hemanos Álvaro y Félix en una de las dependencias de la clínica San Juan de Dios. ECB

Los hemanos Álvaro y Félix en una de las dependencias de la clínica San Juan de Dios. ECB

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“Mi madre María Ángela siempre me cuenta que el día que nací mi padre, Álvaro, estaba de escapada en el campo con los hermanos”, confiesa Álvaro García Ortega que, aunque vino al mundo en el Hospital General Yagüe de Burgos, está muy vinculado a San Juan de Dios desde su más tierna infancia. “Vivíamos en la casita que ahora ocupa la clínica de la Fundación Odontología Solidaria”, explica este hombre de 49 años que, actualmente se ocupa del servicio de Mantenimiento del Hospital.Creció apegado a su padre, que acaba de cumplir 90 años, "aprendiendo el oficio: jardinería, fontanería, electricidad, albañilería…”, según señala. No en vano, su progenitor, que también trabajó con la ambulancia, entró a formar parte de su plantilla un 11 de enero de 1956, tan solo cuatro días antes de que el centro médico-quirúrgico abriera sus puertas. Además, su tía Trinidad estuvo 38 años en la cocina y haciendo la limpieza de la comunidad, donde también su madre sumó siete años de vida laboral.“Hemos hecho todo aquí. Ésta es literalmente nuestra casa, y la relación con los hermanos siempre ha sido muy familiar”, asegura Álvaro que, gracias a uno de ellos, al hermano Jesús Carrasco, dejó el concesionario de coches en el que trabajaba para seguir los pasos de su padre.Su hermano Félix, de 53, se encarga de la dispensación de medicamentos en el servicio de Farmacia Hospitalaria y su mujer, María Ángeles Ruiz García, es enfermera. “La mayoría de los empleados del Hospital llevamos más de 20 años”, asegura Álvaro para, a renglón seguido, precisar que “los últimos años han sido muy complicados”. “Para nosotros es nuestra vida”, apostilla Félix que, hasta los 30 años, ha residido dentro de las instalaciones. Por ello, explica que la amenaza de cierre le generó “mucha inquietud” y “un permanente nudo en el estómago”.El primer sacramento, en la capilla del Hospital“Nuestro hermano pequeño, Alejandro, que trabaja de director en una sucursal bancaria, fue el único que nació en San Juan de Dios, pero aquí nos bautizaron a todos, también a Julio, el mayor”, indica Álvaro. Tanto es así que, aunque el Arzobispado de Burgos le puso muchas trabas, su hija pequeña recibió el primer sacramento, el que perdona todos los pecados, en la capilla del Hospital. “Fue por la mediación de Amancio, porque no me querían dejar hacerlo fuera de mi parroquia”, según expone.Ninguno de los cuatro, que estudiaron en el Círculo Católico de Burgos, se perdió una misa en San Juan de Dios un domingo ni una fogata de Pascua. “Cuenta mi padre que cuando venía Franco de vacaciones, se veía movimiento desde las ventanas centrales del Hospital”, pone de relieve Álvaro que, con tan solo cuatro años, metió la mano detrás de una lavadora de ropería y se llevó tres dedos por delante. “Me los tuvieron que coser”, afirma un hombre que más tarde se cortaría otro mientras podaba unos setos. “Yo percances trabajando he tenido dos: en 2015 me lesioné un codo tras patinar en la nieve y caer al suelo; y en 2017, a primera hora de la mañana, me atropelló un coche en el paso de cebra y rompí la cadera en dos trozos”, apostilla Félix que, antes de acabar en la Farmacia del Hospital San Juan de Dios, estuvo trabajando con personas con discapacidad.Álvaro recuerda aún emocionado el día en el que le dieron a su padre Carta de Hermandad de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Y es que se trata del máximo reconocimiento que ésta otorga -a poquísimas personas- en agradecimiento por su trabajo y por su estrecha colaboración con su obra.“Esperamos que las negociaciones fluyan y la institución se consolide en la ciudad de Burgos. Después de 66 años nos lo merecemos”, confiesa Félix que, para finalizar, se lleva las manos a la cabeza al recordar el día que llenó todo el Hospital de arena con un camión que le regalaron.

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