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La accesibilidad, una asignatura pendiente en Burgos

Entidades como Fedisfibur y personas como Omar ponen de manifiesto las carencias de la ciudad

María y Omar han entregado más de cuatro mil escritos sobre accesibilidad en el Consistorio. S. O.

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El diseño de ciudades accesibles debería ser uno de las principales objetivos de la arquitectura y el urbanismo para garantizar espacios  que se adapten a todos. Si bien los nuevos proyectos urbanísticos ya tienen en cuenta este factor, la realidad es que las ciudades siguen sin ser accesibles para las personas con movilidad reducida, discapacidad física o con algún tipo de discapacidad cognitiva. 

A pesar de que en los últimos años, las ciudades han ido adaptando sus espacios en materia de accesibilidad aún queda «mucho por hacer en este sentido». Así, lo pone de manifiesto Raquel Zubiaga, técnico de Accesibilidad de Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de Burgos (Fedisfibur).

En este sentido, la profesional recuerda que hay un Plan de Accesibilidad municipal del 2018 al 2023 que «no se ha dotado de presupuesto». El plan, que tiene entre sus objetivos intervenir en los espacios municipales para hacerlos accesibles «a todos los niveles», no se ha desarrollado durante estos años y «sigue habiendo un gran número de espacios que siguen sin ser aptos a nivel físico o cognitivo para todas las personas». 

A nivel de urbanización, la necesidad de implementar la accesibilidad en todos los rincones de la ciudad «empieza a estar más asimilada», pero «igualmente queda mucho por hacer». Un ejemplo son las paradas de autobús. En la capital burgalesa existen más de cuatrocientas paradas y «muchas de ellas no son accesibles». Esta es una cuestión en la que el Ayuntamiento de Burgos ha venido trabajando en los últimos años y poco a poco «se van adaptando». 

Lo mismo ocurre con los pasos de cebra. «En el año 2001 se realizaba el rebaje de gran parte de los pasos gracias a un convenio de actuación con ONCE», pero «a día de hoy sigue habiendo zonas que son cero accesible», señala Zubiaga, quien pone como ejemplo «la acera de la avenida Cantabria a la altura del parque de Bomberos». «Hay muchas zonas de la ciudad que necesitan una mejora y debemos exigir que sea una ciudad accesible para todos», asevera al tiempo que señala que «afortunadamente Burgos es una ciudad plana y eso facilita ligeramente la movilidad». 

Donde verdaderamente la accesibilidad es una asignatura pendiente es en la hostelería y el comercio. «En muchos locales no hay rampas de acceso y siguen teniendo escalones para entrar», apunta la técnico, quien señala además que «muchos son locales antiguos, muy estrechos en los que apenas cabe una silla de ruedas».

En primera persona

María y Omar sufren la falta de accesibilidad «cada día». Esta joven pareja, padres de tres niños, llevan más de tres años acudiendo a los plenos ordinarios para reclamar mejoras en la accesibilidad de la ciudad «Hemos presentado más de 4.000 escritos y solo se nos ha dado respuesta a 16», comenta María, quien asegura que «solo queremos tener las mismas oportunidades que el resto de ciudadanos»

Ella es quien se encarga de su marido, en silla de ruedas y con discapacidad visual, y quien le acompaña y ayuda en todas las tareas del día a día. Un día normal, la pareja puede llegar a coger siete autobuses y «prácticamente cada día tenemos algún inconveniente, ya sea por la paradas o por la rampa que no sale y no tiene rampa manual como es el caso de los modelos Castrosua».  

«Tampoco hay suficientes taxis adaptados», explica. «La principal problemática es que hay horas en las que no hay taxis adaptados de servicio». De hecho «si tienes que ir a Urgencias a determinadas horas y tienes discapacidad  no puedes porque no hay taxis adaptados de servicio a determinadas horas».  

Un paseo por la ciudad permite ver «la cantidad de locales de comercio y hostelería que no son accesibles», apunta María, quien pone como ejemplo que «solo desde la avenida de la Paz a la Plaza Santo Domingo hemos contabilizado 26 locales inaccesibles».

El grueso del problema en este sentido está en la adaptación de edificios existentes que, ya sea por una normativa de conservación o de catálogo de la fachada o por imposibilidad de hallar una solución razonable, se dejan como estaban sin una adaptación a las necesidades actuales de accesibilidad. «Se deja todo a la buena voluntad». 

Las calles de la capital también cuentan «con numerosos obstáculos». Un ejemplo son «la calles San Julián, San Cosme, Santa Dorotea o el propio trayecto del Divino Vallés al HUBU donde no hay rebajes y se nos obliga a ir por la carretera».

«Tampoco el ocio es accesible», apunta Omar y es que «no hay oferta de ocio municipal para personas con discapacidad», añade María. Todos los miembros de la familia hacen diversas actividades en los centros cívicos de la ciudad, salvo Omar. «No hay ninguna actividad que el pueda hacer», apunta y lamenta que centros como el Creer «siguen sin recuperar las actividades de respiro con lo que significa para los cuidadores». 

Señala además que «si bien nos encanta la idea de que podamos ir a ver deporte burgalés como al San Pablo porque hay sitios adaptados para personas con discapacidad, no podemos comprar las entradas porque las taquillas se encuentran en una primera planta con escaleras». 

Tampoco ayuda la «poca educación de muchas personas» y es que «no son pocos los conductores que deciden aparcan en la acera  o en pasos de cebra alegando que ‘es un momentito’», señala María. 

Tal y como explica Zubiaga, la realidad es que «el cambio en la accesibilidad es una cuestión de concienciación de la sociedad» y de universalizar la arquitectura desde la moralidad y con el objetivo de hacerla apta para todos.