¿Un asesino en serie en la Sima de los Huesos de Atapuerca?
Nueve de los 20 cráneos de Atapuerca presentan heridas no accidentales y fracturas penetrantes en el cráneo. Todas en el lado izquierdo y tres fallecieron tras conflictos cara a cara. Analizan si los nueve asesinatos se produjeron en la misma época
Aplicar los principios de la tafonomía forense a los fósiles de la Sima de los Huesos de Atapuerca ha traído más de una sorpresa. En la mesa del forense no hay tejidos blandos, solo algunas partes de huesos reconstruidos a partir de cientos de trozos y años de excavación. El resultado de esa perspectiva criminalística a cuerpos de hace 430.000 años hablan de muerte violenta, peleas y asesinatos en Atapuerca.
Se han estudiado 20 fósiles craneales distintos de los que nueve tienen fracturas perimorten, es decir, se produjeron justo antes de morir o poco tiempo después. Y se ha detectado un patrón recurrente. «Seis tienen el mismo tipo de fractura y en el mismo sitio, un lugar que no se golpea por accidente porque son fracturas penetrantes, con un objeto, todas en la región de la nuca y en el lado izquierdo», señala la responsable del proyecto de investigación Death Revol, Noemí Sala. Y dos tienen un tipo de fractura que implican «conflictos cara a acara, peleas y violencia interpersonal».
Lesiones intencionales y similares. ¿Estamos ante un asesino en serie de la prehistoria? Es imposible determinar la autoría de una solo individuo pero sí establecer la existencia de un patrón de conducta o de resolución de conflictos violento. Aunque primero hay que saber si el depósito de cadáveres en las profundidades de Atapuerca se produjo al mismo tiempo. «No sabemos si los cuerpos llegaron a la vez o no, es una línea en la que estamos trabajando, porque tiene implicaciones en cuanto al origen de la acumulación», señala Sala. De esta manera si es un mismo grupo coetáneo puede ser un comportamiento único y fortuito. Si fuera escalonado convertiría a la Sima de los Huesos en un lugar de veneración a los que se fueron. Una población nómada, que vuelve al mismo lugar a dejar a sus congéneres muertos durante años o décadas «nos aproximamos muchísimo a los dos factores de espacio y tiempo que hablan del comportamiento funerario», concluye.
CicatricesDe los 20 individuos con diferentes piezas craneales que se han recuperado en la Sima, que no implica que estén todos los cráneos completos sino parte de ellos, se ha podido inferir que 17 tienen marcas, cicatrices en el hueso, de golpes que se curaron. Señales que están presentes en cuerpos maduros e inmaduros y jóvenes y hablan de una vida dura que dejó cicatrices en sus huesos.
Otras fracturas se produjeron mucho tiempo después de la muerte porque «son rectilíneas, limpias y reconocibles porque el hueso estaba seco». Pero otras fracturas no cicatrizaron ni se produjeron cuando ya no había tejido blando. Esas fracturas perimorten de los nueve individuos probablemente asesinados en Atapuerca hay profundidad, porque el daño se produjo con un objeto contundente que atravesó el cráneo. En un caso, el Cráneo 17, el asesinato está mas claro que en ninguno porque se produjeron dos golpes iguales, con el mismo arma.
Una muerte violenta y por una pelea cara a cara. Algo que se determina gracias a lo que se denomina ‘ala del sombrero’. Se trata de una zona de la cara que va desde la glabela (entrecejo) hacia el borde superior del conducto auditivo, la oreja. «En las caída accidentales la lesión se produce a los lados del ala del sombrero pero cuando hay fracturas intencionales se producen por encima de esa línea del ala del sombrero». Tres cráneos de la sima tienen lesiones en se lugar y todos en el lado izquierdo. Dos presentan esas lesiones perimortem en el parietal izquierdo mientras que el cráneo 17 tiene dos lesiones hechas con un objeto profundo en el hueso frontal por encima de la órbita del ojo. Una dura pelea que terminó en el que ya se conoce como el primer asesinato de la humanidad y que se publicó en 2015 .