HOMENAJE
«Vamos a vender cuadros a los ricos para bebérnoslos con los pobres»
Familiares y amigos de Ignacio del Río inauguran el busto que preside el jardín que lleva su nombre / 'Cholo', su primogénito, recuerda que «luchó titánicamente toda su vida por hacer lo que le gustaba, que era vivir»
Brindis sin copas. Al menos en el jardín que lleva su nombre, entre las calles de San Lorenzo y Almirante Bonifaz. Familia, amigos y, seguramente, unos cuantos admiradores desconocidos asistían, nostálgicos y ufanos, a la ansiada inauguración del sempiterno busto de Ignacio del Río. Brotaban lágrimas, estaba cantado. De emoción de la buena, de orgullo colectivo y respeto hacia un paisano que hizo de Burgos un lugar más atractivo y amable. La obra de Raquel Condado ya era eterna, en cerámica, allá por 2006. Pero el bronce es otro cantar, imprime lustre y aguanta mejor las inclemencias meteorológicas de una ciudad que el artista amaba con un fervor no exento de espíritu crítico. Lo que está claro, tal y como expresaba la escultora coincidiendo con todos los presentes, es que «Ignacio ahora mismo estaría emocionado de verse en este jardín tan recoleto y apacible». «Esperamos que sea un primer paso en el reconocimiento de su valía», proclamaba su primogénito, también Ignacio pero popularmente conocido como 'Cholo', tratando de no quebrarse mientras leía un texto escrito por su compañera Carmen Cortés. Su deseo, como el de tantísimos seres queridos del pintor, es que su legado brille como es debido en una «sala institucional». Porque más allá del arte, tampoco está de más reivindicar la figura de un creador que «lucho titánicamente toda su vida por hacer lo que le gustaba, que era vivir». Un lujo, por cierto, que «se tuvo que ganar a pulso». No podía faltar a la cita su buen amigo Cristino Díez. Compañero de aventuras, desde Cuba hasta Berlín y medio mundo entre medias, tomaba la palabra sin explayarse demasiado. Lo justo -muchas de esas anécdotas son ya de dominio público- para definir a un «gran trabajador» y, al mismo tiempo, un «tío muy desprendido». Tan «generoso» en ocasiones que parecía una «máxima de ONG». Ignacio y Cristino. Tanto monta, monta tanto. El primero le decía al segundo: «Vamos a vender cuadros a los ricos para bebérnoslos con los pobres». Las penas con vino eran menos penas y la amistad importaba más que el éxito. También el amor por su tierra. Y tal vez, sostienen sus allegados, «no salió más adelante como artista por estar en provincias». «Para él ninguna persona pasaba desapercibida, desde el personaje más reconocido de la ciudad hasta el último mendigo», destacaba Condado tras rememorar el último remate de su obra. El modelo, viendo el resultado final de su propia estampa en forma de busto, dijo de repente: «Déjame el pincel, que me voy a dar un toquecito». Y lo dio sobre sus ojos, no con afán de corregir ni por coquetería. Su intención nadie la sabe, aunque parece probable que quisiera inmortalizar una mínima parte de su esencia. En representación del Ayuntamiento, el vicealcalde, Vicente Marañón, tomaba nota de la proposición que justo antes le había lanzado Cristino: montar una fiesta cubana en el jardín de Ignacio del Río. Se lleve o no a cabo la propuesta, de lo que sí está convencido es de que un enclave como este, abierto a la ciudadanía tras infinidad de años cerrado, debiera ser «el reflejo de cómo nos gustaría que fuese Burgos: una ciudad abierta». Según Marañón, convendría remar conjuntamente en la misma dirección para que «en el futuro, a los Ignacios del Río que tenga nuestra ciudad, seamos capaces de ofrecerles un entorno más cálido, más humano y más propicio para que crezcan». Más que nada, porque cuando «es difícil ser un artista en una ciudad de provincias» lo suyo es cumplir con «la obligación y la necesidad de abrir nuestra ciudad». Terminadas las intervenciones, a busto descubierto y con la emoción a flor de piel, era de justicia entonar el Himno a Burgos. Después, se daba por hecho, tocaba brindar de nuevo. No metafóricamente. Esta vez, como Ignacio hubiese querido, con una copa de vino a su salud.