El Correo de Burgos

RITOS, MITOS Y LEYENDAS DE BURGOS

La cuna de Castilla emancipada. Un conde y un monje

La leyenda de la fundación del monasterio de San Pedro de Arlanza nace de la promesa del joven conde Fernán González y la profecía del anacoreta Pelayo. Fue designio divino o puro cantar. La piedra guarda el secreto

A cielo abierto. Así se conserva el que fuera el monasterio más influyente del siglo XI. ICAL

A cielo abierto. Así se conserva el que fuera el monasterio más influyente del siglo XI. ICAL

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Donde un monje y un cantero levantan un monasterio por orden de un señor de la tierra, la leyenda se levanta en el mismo momento en el que el pico empieza su trabajo. Añadamos un paraje singular, una biblioteca, una orden mística o un pasado violento y el mito nace por sí solo. Es Castilla, tierra de gestas y milagros, de epopeyas que atraviesan el tiempo, de una historia que se escribe entre castillos y conventos. Donde la piedra habla.Castilla nace por obra del conde Fernán González y tiene su cuna en el monasterio de San Pedro de Arlanza, de legendaria fundación. El monasterio no surge de la nada ni por casualidad. Es la plasmación de la voluntad de Dios revelada por un eremita al Conde, cuya devoción le encamina a la magna tarea de levantar un reino.

Cuenta la leyenda que Fernán González cazaba por tierras de Lara, vasallos de su padre conde de Burgos y de Castilla, cuando, siguiendo a un gran jabalí al que deseaba lancear, se internó por unas estrechas gargantas.El animal le fue llevando hasta una cueva tapada por yedras y transformada en ermita rupestre, en la que se ocultó tras el altar. Tres ascetas ocupaban esa cueva y fue un eremita llamado Pelayo quien tomó la palabra después de que el joven conde elevase una oración al Creador pidiendo perdón por invadir su casa armado, cosa que sucedió por estar presto a defender Castilla de los «paganos», llevado por el jabalí hasta terreno sagrado. Como Fernán González pidiera al Señor «esfuerzo y ayuda » contra la «gente pagana que quiere destruir Castilla»,Pelayo ofreció al joven compartir su pan y pernoctar en la cueva, que llamaban ermita de san Pedro, antes de que éste emprendiese su campaña para combatir a los enemigos moriscos. Relata la Crónica General de Alfonso X el Sabio que el anacoreta Pelayo pronosticó a su huésped que «con ayuda del Señor» vencería a su enemigo Almanzor.«Harás gran batalla contra los moros y venceras» y «matarás a tantos que no habrá cuenta y cobrarás una gran partida de tierra y verterás mucha sangre de reyes y grandes hombres», prometía el anacoreta que daba por ciertas sus palabras tanto como que el guerrero burgalés y sus «bienandanzas» serían tan grandes que «por todo el mundo será sonada» su «caballería». También le pronosticó que serías dos veces preso y le anunció un «gran signo» en el plazo de tres días que le conformaría que todo aquello que le anunció tendría lugar. El ermitaño reconoció en el joven Fernán a un poderoso señor al que pronosticó un futuro glorioso como emancipador de una Castilla engrandecida por su mano y su espada.Solo una cosa rogó a cambio Pelayo al joven conde por sus oraculos y hospitalidad: que cuando se viere vencedor en la batalla se acordase de aquella compañía, de aquel lugar «tan pobre» y de la hospitalidad «tan flaca» que le fue ofrecida. Que tuviera presente a los tres monjes que allí hacían una «pobre vida» que «si Dios no envía su merced las fieras bestias aquí nos comerán».Los romances narran los acontecimientos que protagonizó el conde tal y como vaticinó el eremita y cómo se cumplió la promesa del valiente guerrero que mandó levantar el poderoso monasterio de San Pedro de Arlanza y ordenó que sus restos y los de su esposa descansaran entre sus muros tras su muerte.

El monasterio, nacido de tan ilustre mano, cuna de una Castilla en expansión en lucha contra los moros y en disputa constante con los señores y reyes de León, se engrandeció con los siglos.Tan grande fue el poder castellano como magnífico el influjo del cenobio levantado a orillas del Arlanza. Dice la leyenda que la grandeza de Castilla y San Pedro corren paralelas. La desamortización de Mendizabal acabó con su poder y desde entonces Castilla sueña con un pasado glorioso.La historia sigue a la leyenda o quiza es el mito el que antecede al suceso. Sea como sea, en los cañones del Arlanza aún se conservan restos de la ermita de San Pelayo, una cueva en la que han aparecido restos de los primeros homínidos que poblaron estas tierras. Sobre la cueva existió una ermita llamada de San Pedro el Viejo, que quedó olvidada ante el gran monasterio que mandó levantar Fernán González, hoy cada día más recordado pero sometido al imperio de los siglos durante tantos años que sólo los jabalíes y las zarzas visitaban sus ruinas.Las noches al raso entre sus muros contemplando la bóveda celeste entre sus piedras caídas sin más techo que el cielo estrellado son un paisaje inolvidable para el visitante que ose pernoctar en esas oscuras gargantas bañadas por el rumor del Arlanza y vigiladas por el vuelo incansable de las rapaces. Noches en las que los laberintos de la historia empequeñecen bajo los mismo luceros que alumbraron a Fernán González y Pelayo en su mísera ermita rupestre hace diez siglos. Un parpadeo en el universo infinito.

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