El Correo de Burgos

RITOS, MITOS Y LEYENDAS DE BURGOS

Quintanilla Valdebodre y Ojo Guareña. Los respiraderos del infierno

El Pozo del Infierno es una intrigante surgencia natural de nombre aterrador y legendario
 

El agua del pozo de Quintanilla Valdebodre surge de un subterráneo de más de cien metros de largo.

El agua del pozo de Quintanilla Valdebodre surge de un subterráneo de más de cien metros de largo.

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En tierra de cumbres escondidas en la bruma, en el escondite del Santo Grial, en campos en los que yacen guerreros de mil batallas, en cielos que sobrevolaron las brujas camino de su aquelarre, de mil y una cueva, de infinitos y solitarios valles y cañones de piedra, uno se pregunta si no habrá de temer que el demonio le sorprenda en el recodo de algún camino, detrás de una peña o encaramado a un risco.Si así es, seguramente será por habernos acercado demasiado a sus escondites, por haber tentado sus redes en noches de luna nueva, por bendita inconsciencia. Con el demonio nunca se sabe y está siempre al acecho. Tiene mil escondites desde los que observa la vida de los valles norteños burgaleses y alimenta con su aliento las más negras leyendas. De cuando en cuando se lleva a algún alma malvada y, sin querer, hace un bien a los lugareños.Como aquel despiadado vecino que pagaba su mal carácter con los torturados bueyes con los que araba un baldío terreno tan yermo como su propia alma. Día tras día, palo tras palo, ara que te ara, los mansos bueyes arrastraban su carga y su condena hasta que vieron asomar los cuernos al diablo y echaron a correr con el campesino enredado en sus arreos, huyendo del mal y arrastrando con sigo el cebo de Belcebú.Tan cerca notaban el aliento del demonio que sin dudarlo se lanzaron al Ojo del Guareña y el sumidero en el que desaparece el río se tragó a los bueyes y detrás al ruin campesino, ya casi en las fauces de Lucifer. Cuentan los relatos de la comarca que pasados unos días, de luto ya por el alma del cruel labrador, al otro lado de la montaña vieron salir a los dos bueyes, uncidos aún, del mismísimo Pozo del Infierno. De su amo el labriego nada más se supo.Se lo quedó Satanás entre sus garras y paga sus penas entre las mil cuevas, pozos y gargantas de la comarca. Comparte su leyenda con druidas y brujas, santos y eremitas que pasaron a la inmortalidad entre sus pétreas bóvedas sostenidas por columnas de piedra.Quién sabe si los bueyes tuvieron que recorren las decenas de kilómetros bajo tierra en los que se enreda la cueva de Ojo Guareña, quién sabe quién tiró de su yugo para guiarles bajo la montaña y qué galerías recorrieron que el hombre aún no conoce. Ojo Guareña es sí misma un misterio que los siglos no han podido desentrañar. Los vecinos de Quintanilla Valdebodre conviven a los pies del intrigante Pozo del Infierno, al que algunos conceden más de 100 metros de profundidad de los que apenas se han explorado 20 metros. El paraje está ubicado en altura sobre el pueblo y con un viejo molino como vecino unos metros más abajo, tiene su encanto y su misterio, pues como dicen los lugareños, «Satanás tiene allí la entrada a su guarida» y se entretiene recorriendo los canales de Dulla, una zona de gran belleza en la que se despeña el río Nela por el barranco que permite la impresionante caída de más de 30 metros de la cascada de ‘La Mea’.El caserío de Quintanilla Valdebodre está presidido por ‘La Santina’, cariñoso apelativo con que los lugareños se refieren a la Virgen con el niño en brazos que guarda el pueblo y aleja el mal.

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