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TRIBUNALES

Rebajan de cinco a dos años la petición de cárcel en el caso del casino de Gamonal

La acusación particular rehúsa imputar el delito de amenazas y se alinea con los planteamientos de la Fiscalía / Los testigos de la defensa resaltan el «carácter informativo y pacífico» de las concentraciones

Primera sesión del juicio por las protestas contra una sala de juegos en el barrio de Gamonal. SANTI OTERO

Publicado por
Burgos

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Los cinco encausados por protestar frente a una sala de apuestas en Gamonal en febrero de 2020 se enfrentarán a 24 meses de prisión y no a cinco años, tal y como solicitaba desde un primer momento la acusación particular. Así lo manifestaba ayer el abogado defensor del gerente del local durante la fase de conclusiones, alineándose con los planteamientos del Ministerio Fiscal y prescindiendo finalmente del delito de amenazas graves que se pretendía imputar a los acusados y que sumaba otros tres años de prisión.

Con el juicio visto para sentencia, la petición de penas se concreta en un presunto delito «leve» de amenazas, daños y coacciones. Previamente, los acusados relataron su nivel de participación durante las concentraciones ciudadanas que se llevaron a cabo desde finales de 2019, antes de que el casino abriese sus puertas, hasta días después de su inauguración en el mes de febrero.

«Las personas que entran para mí son víctimas», declaraba una de las acusadas negando cualquier impedimento para acceder.

Sobre el presunto delito de amenazas que recaía fundamentalmente sobre los dos varones, ambos negaron tajantemente cualquier tipo de intimidación verbal cuando el denunciante se acercó hasta ellos mientras desarrollaban una mesa informativa para alertar sobre la problemática que generan las casas de apuestas. Del mismo modo, S.I. aseguró que nunca llegó a amenazar de muerte a J.J. el 31 de enero de 2020 en las inmediaciones del establecimiento.

«Me hubiese gustado tener un careo con él para aclarar lo que ocurrió ese día», manifestaría a continuación F.P. tras negar cualquier tipo de advertencia de carácter violento contra el gerente del casino. Por otro lado, aseguró que ni él ni S.I. eran los cabecillas del movimiento vecinal que inicialmente se manifestaba cada semana y que posteriormente pasó a concentrarse diariamente una vez abierto el local. En este sentido, tanto los acusados como los testigos coincidieron al señalar que dicha decisión se adoptó de manera asamblearia, amén de incidir en que el altavoz que se usaba en las protestas estaba al alcance de cualquiera.

Una testigo, que asistía con su nieto a las protestas, jamás se hubiese personado en caso de apreciar conductas violentas.

En lo que respecta a las coacciones achacadas desde la acusación, todos negaron que se impidiera el acceso a la sala en el transcurso de las concentraciones. «Las personas que entran para mí son víctimas», declaraba L.C. mientras hacía hincapié en que el principal objetivo de estas movilizaciones era «visibilizar sobre una problemática social como es la ludopatía». En la misma línea, N.C. subrayaría a continuación que los clientes de este tipo de negocios «no son el problema». De hecho, expuso que en una de las concentraciones a las que asistió tomó el megáfono para compartir una experiencia familiar relacionada con la ludopatía desde la adolescencia.

Sobre los daños imputados a las tres mujeres, M.A. expresó su sorpresa al ser identificada por la Policía cuando iba al gimnasio. Y aunque reconoció que puso alguna pegatina en la fachada del casino, negó ser la autora de cualquier pintada y menos aún de dar golpes contra la puerta. Entretanto, L.C. y N.C. confirmaron que sí realizaron alguna que otra pintada. Eso sí, con un rotulador de tiza lavable que alguien llevó para que los niños que acudían a las concentraciones pudiesen jugar a la rayuela.

Gente de todas las edades

La segunda y última sesión del juicio arrancaba con las declaraciones de siete testigos que acudían asiduamente a las movilizaciones contra este establecimiento. Todos, absolutamente todos, negaron que se profiriesen cánticos violentos como «la próxima visita será con dinamita» o «este local lo vamos a quemar». Respecto a esta última frase, la mayoría -y también los acusados- replicaron que lo que se decía en realidad era que «este local lo vamos a cerrar».

Una de las testigos, que asistía siempre con su nieto, quiso dejar claro que jamás se hubiese personado frente a la sala en caso de apreciar conductas violentas. Después, otra participante activa que no dudó en remarcar la ausencia de incidentes pondría el foco sobre el «carácter informativo y pacífico» de las convocatorias. Un sentimiento generalizado que reiteraron las personas propuestas por las defensas de los cinco acusados.

Otro aspecto en el que incidieron los testigos fue la «necesidad de concienciar sobre lo que pueden suponer las salas de apuestas en nuestra ciudad». Además, pusieron de manifiesto el heterogéneo perfil de las personas que se concentraban, de todas las edades y con afán de reivindicar para su barrio «otro tipo de recursos, espacios de ocio no consumistas».