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¿Qué se hace con los farolillos por el Congo que se lanzan en Burgos? Harina y plástico para los refugiados de Goma

Proyecto Rubare mantiene la suelta de farolillos para el 30 de diciembre / 3.000 luces por la esperanza del Congo una tierra diezmada por la guerra y la ambición por controlar el coltán y el litio que vuelve a sufrir la población

La primera edición de la convocatoria fue todo un éxito al congregar a centenares de personas que elevaron sus farolillos en la noche burgalesa.

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Burgos

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No hay esperanza donde no hay nada. La población del Congo suma desastre tras desastre. En una guerra de guerrillas constante el conflicto se ha agravado en las últimas semanas. Tanto que la población de las zonas en conflicto tiene que marchar a zonas con una mínima tranquilidad. Surgen así los campamentos de refugiados internos. Aquellos que no están en el kit de actuación inmediata de ayudas de la ONU pero son los primeros para la comunidad de salesianos burgaleses que tratan de avivar la luz de la esperanza para quienes lo han perdido todo una y otra vez. En silencio. No hay presidentes mediáticos. No hay cola de corresponsales para radiar su triste realidad. A penas sale en los informativos de televisión. Pero existe.

Veinte años de conflicto en una región rica en minerales raros como el coltán o el litio que son clave en la sociedad tecnológica de hoy. Una tierra cuyo clima permite más de una cosecha al año. Todos los mimbres para ser una sociedad fructífera que se resquebraja por una guerra interna que esconde un conflicto internacional por el control de las materias primas. Así, la guerrilla M23 llegó a Rubare y Rutshuru. La población se ha visto obligada a marcharse con lo puesto. “Hay miles de desplazados desde estas zonas en conflicto a Goma, aunque también está rodeada por la guerrilla, pero es hasta cierto punto seguro porque hay 20.000 cascos azules allí no creo que se atrevan”, explica el director de Proyecto Rubare, Tomás Martínez.

Así que lo recaudado con los deseos que el día 30 los burgaleses lanzarán al aire desde el Paseo de Atapuerca en Burgos se destinarán al campamento que gestiona el salesiano burgalés Domingo de la Hera. Allí se han desplazado 25.000 personas de la 120.000 que se han movilizado hasta la capital del Congo. “Las condiciones en las que están son tremendas, hay falta de todo, las tiendas las hacen con plásticos rotos en una zona húmeda, necesitan alimento…”, relata Tomás Martínez. Y a este fin va destinado lo que se recaude en la acción que ya es una tradición en las Navidades de Burgos.

La ONG burgalesa ha previsto la suelta de 3.000 farolillos de la esperanza en el Paseo de Atapuerca a partir de las 18 horas de mañana, 30 de diciembre. El destino de lo que allí se recaude será, precisamente, a uno de los campamentos de refugiados internos de Goma. El que gestiona la comunidad de Salesianos encabezada por Domingo de la Hera. Allí se ha desplegado un comité de ayuda a los refugiados de Naciones Unidas pero su funcionamiento vuelve a ser demasiado lento. “Se obtiene algo a través de los donativos a las parroquias, precisamente comida y mantas y plásticos, pero las tiendas están hechas con trozos así que el objetivo es poder contar con plásticos que puedan dormir en seco y harina para comer”, insisten desde Proyecto Rubare y la Fundación Kivu Jambo.

No es la primera donación de harina que hacen. Lograron trasladar parte de la fábrica de Rubare para hacer harina a unas nuevas instalaciones en Goma. Allí han logrado elaborarla y repartirla entre los refugiados donde hay problemas de alimentación acuciantes y urgentes. Han logrado subvenciones para apoyar a este equipo de salesianos que se mantienen ayudando en el peor de los momentos, como han hecho durante 40 años. Tratan de paliar una situación kafkiana: en un terreno tremendamente fértil y un clima que permite varias cosechas al año, la población pasa hambre porque no tienen ni una pequeña huerta donde cultivar para comer.

La fábrica, campamento de guerrilleros

Proyecto Rubare es una organización centrada en mejorar las condiciones de vida en esta provincia de Kivu Norte. Tiene dos zonas de acción: el propio Rubare donde, en colaboración con las Hermanas de San José de Gerona que tienen allí una misión, han tratado de generar actividad productiva destinada, en principio, a las mujeres de la zona y que alcanzó a producir harinas, pan, jabones y contar con una granja cuyo chorizo era muy valorado en Goma, la capital del Congo. Y el colegio y orfanato en la Isla de Idjwi, denominada isla de Paz porque al ser una zona sin presencia de los famosos minerales tecnológicos y de difícil acceso, no genera enfrentamientos.

Hoy la fábrica que con tanto esfuerzo levantaron en Rubare está ocupada por los guerrilleros del M23. “Pudimos sacar de allí todo lo que pudimos, pero hay cosas como el horno, que, por su peso, más de mil kilos, era difícil de sacar, pero nos llevamos todo lo que pudimos, no sabemos que faltará ni como está la fábrica”, explica el responsable de Proyecto Rubare, Tomás Martínez. El temor es que el conflicto crezca y el Gobierno del Congo decida arrasar con bombas la zona que se ha convertido en el cuartel general de los guerrilleros. El M23 sí respeta el hospital de las hermanas de Gerona porque también atienden y curan sus heridas como los de otros vecinos de la zona.

Un camión y canalizaciones de agua

Aunque puede ser frustrante que tanto esfuerzo acabe destruido por una guerra civil sin sentido en medio de tanta pobreza, en Proyecto Rubare siguen adelante. Tomás Martínez recuerda como en estos días han recaudado material escolar, ropa… Están ultimando un camión que pueda trasladar el material donado. Entre los productos 6.000 kilos de ropa y zapatos que destinarán a los refugiados de la guerra del M23. También hay 3.000 kilos de material escolar, entre otras cosas, libretas para 800 niños del colegio de la Isla de Idwji.

Entre los productos que más ilusión despierta entre los integrantes de Proyecto Rubare y la Fundación Kivu Jambo está “todo lo necesario para equipar la biblioteca que está el edificio, pero faltaba material, libros, sillas y mesas, pero gracias a la donación de algunos colegios podremos convertirlo en un teleclub para que los niños no estén en la calle cuando acaba la escuela”, explica Tomás Martínez. Así, cuentan con una pantalla gigante, un ordenador y hasta una Xbox para nutrir de actividades a esa biblioteca. “Es un espacio ideal que tendrán los niños cuando no hay clases y también lo equiparemos como guardería porque las niñas suelen tener a sus hermanos pequeños a cargo y queremos cuidarlos para que ellas puedan estudiar”, explica.

Otro de los proyectos para los que ya cuentan con apoyos es la canalización de agua potable en la zona de Idwji. “Iremos en enero hasta allí con una ong de ingenieros que nos echarán una mano para hacer un estudio de la Isla de Idjwi y poder llevar agua potable a 15.000 personas”. De esta manera, se ha analizado el sistema hídrico de la zona para buscar alternativas al lago cuya agua no es recomendable al tener un alto contenido en metales. Ya se ha conformado un Comité de Aguas con el jefe de la aldea, el jefe administrativo y la población. “Vemos que el agua es buena, hay que canalizarla hasta la zona donde está la población”, añade Tomás Martínez. La Junta de Castilla y León financia parte de este proyecto con una subvención ya aprobada.