El Correo de Burgos

RITOS, MITOS Y LEYENDAS DE BURGOS

Domingo García, el Santo de la Calzada. El milagrero

El burgalés Domingo García fue elevado a los altares por su benéfica labor en tierras fronterizas entre Burgos y La Rioja / Santo milagrero donde los haya, su figura llega hasta nuestros días cargadas de ritos y leyendas 

Junto a la puerta de la antigua torre viven las dos aves, frente al sepulcro del Santo Domingo, burgalés de Viloria. Se las escucha cantar, resonando el eco en la Catedral como recordatorio de los milagros del patrón.

Junto a la puerta de la antigua torre viven las dos aves, frente al sepulcro del Santo Domingo, burgalés de Viloria. Se las escucha cantar, resonando el eco en la Catedral como recordatorio de los milagros del patrón.

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Burgos ha sido pródiga en santos y en Domingos. Hoy no hablamos de Santo Domingo de Guzmán, fundador de los dominicos, ni del elitista Santo Domingo de Silos, milenaria fuente de conocimiento burgalesa. El protagonista es un santo tan querido como milagrero, tan práctico en su labor en La Rioja como lo fue San Lesmes para Burgos. Domingo García fue bautizado en su pueblo natal, Viloria de Rioja, que pese al apelativo es villa burgalesa, y pasó a los altares como Santo Domingo de la Calzada.

Nacido en el año 1019, en aquellas tierras fronterizas con La Rioja, apenas comenzado el segundo milenio, desde joven sintió una vocación monástica que le costó formalizar y a la que se dedicó a la muerte de sus padres, dos piadosos agricultores burgaleses. Su benefactor fue el obispo don Gregorio, llegado de Ostia con el mandato papal de luchar contra la plaga de langosta.

Este obispo inculcó el amor al peregrino al joven burgalés y ambos dedicaron su vida y empeño en facilitar el peregrinaje a los muchos forasteros que cruzaban, como hoy, esas tierras de camino al sepulcro del Apóstol Santiago. Levantaron puentes y hospitales e, incluso, calzadas para el paso de los transportes pesados, desviando el camino tradicional por la calzada romana entre Logroño y Burgos que se convirtió en la ruta principal entre Nájera y Redecilla del Camino.

Imagen del Santo venerada en San Juan de Ortega

Imagen del Santo venerada en San Juan de Ortega

Esa habilidad constructiva le ganó el sobre nombre con el que hoy se le conoce de Santo Domingo de la Calzada y le hizo patrón del oficio de ingenieros civiles, de obras públicas, caminos, canales y puertos. Labor que llevó a cabo con la ayuda de su discípulo Juan de Ortega, que llegaría a ser santo y tiene su sepultura en el monasterio dedicado a su nombre en pleno Camino de Santiago.

Pero, vayamos a los milagros, que este santo es de los que asombraron al mundo por las maravillas que realizó vivo, pero también desde los altares.

Se reconoce como su primer milagro el suceso que aconteció poco después de su muerte y su entierro en el campo, lejos aún del templo que mandó levantar. En aquel momento, un potente buey echó a andar por la era hasta que le vino en gana echarse a reposar sobre la tumba del santo, en la que se recostó sin que hubiera forma de moverlo.

Al día siguiente, el buey amaneció reventado, lo que fue interpretado por los campesinos y canónicos como una señal de que la tumba de tan importante y venerable santo merecía más reconocimiento y un lugar privilegiado. De tal suceso queda en nuestros días la costumbre de vestir carros y bueyes en procesión y hacerlos pasar ante la iglesia en señal de respeto.

Domingo García se distinguió por ayudar a los peregrinos y darlo todo por sus paisanos riojanos, pues la mayor parte de su vida la hizo en el territorio vecino.

Dice la leyenda que sobre la hoy población de Santo Domingo de la Calzada se lanzó el Rey Pedro I, apodado el Cruel, determinado a rendirla y arrebatarla a su hermano, el Rey Don Enrique, del que era enemigo. El clero, tan asustado como el resto de la población, pidió ayuda al santo en la Catedral y éste dejó escuchar desde su sepulcro un ruido aterrador, al tiempo que se mostraban por una rendija del mausoleo dos manos blancas purísimas.

Tal prodigio fue interpretado como un signo de protección por el Santo y más aún cuanto se supo que el Rey y sus guerreros habían quedado totalmente ciegos en ese mismo momento. Advertido el Rey del milagro de Domingo se apresuró a postrarse y, arrepentido, prometió dejar libre a la villa y retirar su ejército. Pedro el Cruel se encomendó a los vecinos de la ciudad por medio de un cabo de su tropa que fue pidiendo la merced de que intercedieran por ellos ante el santo para que les devolviera la vista para poder dejar la ciudad. Así lo hicieron los fieles riojanos y el santo concedió la gracia y les curó la vista, por lo que llevaron la guerra a la vecina Alfaro. 

Pero si hay un milagro de todos conocido de nuestro santo burgalés y del que presumen los riojanos es el del gallo y la gallina. Más bien dos milagros.

Cuenta también la leyenda que uno de los soldados del Rey Pedro, que era natural de Lombardía, quiso volver a su tierra muchos años después con su mujer y su muy querido hijo y al llegar a la población de Santo Domingo, el bienamado niño expiró en los brazos de su madre. Sabedor el padre de los milagros de santo Domingo por haberlos vivido en carne propia le invocó con su mujer que devolviera la vida al pequeño.

Dice el mito que apenas acabó de llamarle vio a su hijo vuelto a la vida, poniéndose al mismo tiempo una estrella sobre su Sepulcro, que lo señalaba por autor del Milagro y así entraron los tres en la villa, aclamando a voces el prodigio del santo a quien toda la población le vino a dar gracias con una procesión.

Pero si hay un milagro de todos conocido de nuestro santo burgalés y del que presumen los riojanos es el del gallo y la gallina. Más bien dos milagros.

El primero de ellos tiene como protagonista a mancebo natural de la Rioja, que fue prendido por los moros, que lo pusieron en una obscura mazmorra y lo atormentaron como un infiel. El joven se acordó del santo de su tierra y le pidió socorro, como tantos otros cautivos habían hecho antes que él. Los guardias que lo escucharon acudieron a contarlo a su señor que estaba a punto de cenar un gallo asado con sus amigos y le advirtieron de que sobre aquel santo se contaban muchos prodigios.

Y llegamos al milagro por todos conocido. Qué burgalés no ha exclamado al paso por la vecina localidad riojana «¡Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada».

El amo se burló diciendo: «si tu le tienes preso de la suerte que yo poco ha lo dejé, así se podrá él soltar de las prisiones, como este gallo asado puede levantarse, y volar». Y sin terminar la bravuconada, el gallo se vistió de plumas blancas, se levantó, y empezó a cantar en la mesa. Quedaron todos atónitos y al bajar al calabozo lo hallaron lleno de resplandores, que Domingo había dejado al liberar al paisano cautivo.

Y llegamos al milagro por todos conocido. Qué burgalés no ha exclamado al paso por la vecina localidad riojana «¡Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada». Y así fue. De nuevo el milagro de dar la vida a dos animales de pluma para salvar a un reo. En esa ocasión era un justo peregrino francés ajusticiado por la denuncia de una joven lasciva y despechada. Fue prendido, hallado culpable y ahorcado. Sus padres se llegaron a Compostela y a la vuelta volvieron a ver a su hijo que aún colgaba en la horca, vivo todavía.

Al punto resucitaron las dos Aves, se vistieron de plumas blancas, y puestas en pie sobre el plato en que yacían, empezó a cantar el gallo.

«El Bienaventurado Santo Domingo de la Calzada me ha conservado la vida contra el riguroso cordel, y hambre poderosa de tantos días sin alimento. Él me ha sostenido, y conservado como ahora me veis. Id a la Justicia, dad cuenta de este prodigio, y pedid me bajen de este palo, pues mi inocencia no mereció este castigo», reza la leyenda. Encontraron al corregidor a punto de comerse una gallina y un gallo y riéndose dijo a la madre del infortunado: Así vive tu hijo, a quien yo mandé ahorcar, como este Gallo, y Gallina, que pelados, y lardeados están para ser sepultados en nuestros estómagos».

Al punto resucitaron las dos Aves, se vistieron de plumas blancas, y puestas en pie sobre el plato en que yacían, empezó a cantar el gallo. Ni que decir tiene que fueron a descolgar al ahorcado y se lo llevaron en procesión, con el gallo y la gallina resucitados que fueron llevados como producto de un milagro a la Catedral donde quedaron en un nicho enfrente del Sepulcro del Santo. Y allí siguen, cantando el milagro del santo burgalés.

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