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Luces en el cielo del año nuevo (I). Se lo juro, mi comandante

El caso de los cuatro soldados que presenciaron un baile de luces en el cielo del Páramo de Masa el día de Año Nuevo es uno de los más famosos de la época en España y tenido por cierto durante décadas
 

Luces en el cielo del año nuevo (I). Se lo juro, mi comandante.

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Por alguna razón, los años han convertido en el más famoso de los múltiples

avistamientos de Ovnis

en Burgos al caso de los cuatro soldados cántabros que presenciaron el baile de unas luces en el cielo cuando volvían al cuartel de Ingenieros a seguir con su servicio militar en la madrugada del 1 de enero de 1970. Y no hay nada que lo diferencie de otros casos similares.

De hecho, el propio Ejército sospechó desde el primer momento que los soldados se habían montado una fantasía porque llegaban tarde a la diana en el cuartel y los instructores del expediente fueron de lo más escépticos.

Imaginen la escena. Primer día del año con cuatro soldados de reemplazo que se atreven a relatar a sus superiores que han visto un Ovni. Por mucho que el caso sucediera en los años 70, en pleno reinado televisivo de Jiménez del Oso y JJ Benítez, seguro que el comandante del cuartel arrugó la frente y guiñaba un ojo al escuchar la peripecia.

El 1 de enero de 1975, cuatro militares regresan de un permiso y ven una luz intensa, de color blanco amarillento y de un tamaño de dos a tres metros de altura y anchura, que caía hacia el suelo a la altura del Km. 14 de la carretera Burgos-Santander, próximo a la localidad de Quintanaortuño. ECB

No obstante, el comandante ayudante del Cuartel de Ingenieros, hoy sede de la División San Marcial, en plena calle Vitoria, dio curso a la investigación y los soldados fueron interrogados y se les citó a declarar en el aeródromo de Villafría ante los especialistas del Ejército del Aire, que se encargaban de los avistamientos de Ovnis y que, al menos en Burgos, tenían experiencias previas con los testigos de fenómenos extraños. 

Los cuatro jóvenes relataron que volvían de permiso en un Mini 850 en el que habían salido desde Torrelavega en dirección a Burgos a las cuatro de la mañana. Dos horas después, aproximadamente, apenas habían entrado en la provincia de Burgos, que fue donde la modorra del sueño se les quitó de pronto al ver colgada en el cielo cerca de la carretera una luz potentísima que descendía a medio kilómetro iluminando el desierto Páramo de Masa.

El conductor, que era el más resuelto de todos, dio la voz de alarma y despertó a los dos que dormían en el asiento de atrás. El copiloto se desperezó y los cuatro vieron «cómo una nave en forma de tronco de cono muy achatado con una luz fortísima de color blanco-amarillento aterrizaba o quedaba en suspensión a unos pocos metros del suelo, ante tal visión rara ya que no hizo ningún ruido y fue grande la velocidad en el descenso». Eso dice el ‘expediente X’ que durante años conservó como confidencial el Ejército del Aire sobre este asunto.

De repente, sigue el relato del instructor del expediente, «una vez descendidos del coche vieron cómo se apagaban las luces de este primer vehículo y se encendían de forma sucesiva hasta cuatro, estando encendidas las cuatro aproximadamente dos minutos; estas luces potentísimas que irradiaban hacia el suelo estaban distanciadas entre sí unos metros, no sabiendo decir si de este primer OVNI salieron los otros tres o fueron descendiendo cada uno de ellos de una forma parabólica del primero; presos de nerviosismo y temor optaron por montarse de nuevo en el coche y reemprender rapidísimamente la marcha a su destino ya que el tiempo para su incorporación oficial estaba muy cercano». 

Y así, con el susto en el cuerpo llegaron a Burgos y se incorporaron al cuartel, donde dieron todo tipo de explicaciones. Es fácil imaginar a los soldados ante el comandante jurando haber visto un Ovni en tan señalada fecha, creyendo a pies juntillas que habían sido testigos de un contacto con una nave extraterrestre. O quizá eso lo pusieron de su parte los muchos ufólogos y aficionados que enseguida se interesaron por el caso.

Quizá los jóvenes soldados sólo aseguraron que habían visto unas luces muy raras en la carretera y otros pusieron la mística que ha llegado hasta nuestros días. Uno de aquellos plumillas que acudieron a cubrir la noticia fue Pedro J. Ramírez, entonces firmando para el semanario La Actualidad Española en el que entró como becario muchos años antes de su conocida etapa en El Mundo y El Español.

El fenómeno Ovni era de gran interés para el público. El relato de un avistamiento unido a una mínima comprobación periodística que determinara que existió algún matojo chamuscado, algún campo señalado por las fuentes de energía del Ovni eran suficientes para que la historia corriera por toda España.

Y así ocurrió en el caso de los cuatro soldados cántabros que a los pocos días se había inflado de tal manera que el Ejército tuvo que emitir un comunicado dado un poco de cal y otro de arena, confirmando y negando a la vez.

La investigación fue demostrando, como veremos mañana, gran cantidad de errores cometidos en la fase de instrucción y recopilando pruebas que pudieran descartar la presencia de globos aerostáticos u otras causas. Finalmente, todo se reduce a la misma conclusión de siempre: creer o no creer a los testigos.