El Correo de Burgos

RITOS, MITOS Y LEYENDAS DE BURGOS

La cueva de Ojo Guareña (y II). San Bernabé y San Tirso

Las leyendas de Ojo Guareña cuentan que San Tirso fue un santo milagrero y que San Bernabé ahuyentó a los demonios y las brujas

La bóveda de la ermita está decorada con imágenes del martirio y los milagros de San Tirso, una capilla sixtina del arte cristiano rupestre. I. L. MURILLO

La bóveda de la ermita está decorada con imágenes del martirio y los milagros de San Tirso, una capilla sixtina del arte cristiano rupestre. I. L. MURILLO

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Muchos años después de que las primeras evidencias rupestres de ocupación y uso simbólico del conjunto de cuevas de Ojo Guareña y de que las leyendas de las culturas castreñas dejasen su impronta en la cultura popular de aquellos valles y montañas, llegaron los primeros cristianos a mezclar sus creencias con los ritos y mitos autóctonos.

Ojo Guareña pasó de ser una catedral rupestre a una basílica paleocristiana. Sus bóvedas de piedra se convirtieron en una capilla Sixtina del arte cavernario cuya belleza aún asombra en nuestros días y se dirigieron a la Virgen María las plegarias que antes rogaban a la Madre Tierra. 

La conversión de la gruta de Ojo Guareña en un templo cristiano tuvo como primera advocación la de San Tirso, un soldado romano martirizado en los primeros años del cristianismo a cuyo nombre de dedicaron las cuatro paredes de la boca de la cueva.

Exterior de la ermita de San Bernabé en el interior del macizo calizo. I. L. M.

Exterior de la ermita de San Bernabé en el interior del macizo calizo. I. L. M.

Pero la leyenda deja a un lado al bueno de Tirso para forjar la idealización de San Bernabé como paladín contra el mal en aquellas tierras norteñas y sólo se acuerda del soldado romano en los frescos que relatan su martirio en el interior de la ermita, en imágenes pegadas a la roca desde hace siglos que aún espantan por su realismo.

Los milagros del santo decoran las bóvedas, las ollas salvadas por intercesión de la pasiega que dio la vida o las curaciones de quienes vienen a ofrecerse al santuario de la cueva, en cuyo interior se cree desde la antigüedad que existe un manantial con aguas curativas.

Pero cambiemos de santo. Se dice que el apóstol de la alegría, el Santo Bernabé llegó a los pies de la cueva y quiso hacerla su morada. Para poder habitarla tuvo que luchar y vencer contra los demonios que se ocultaban en sus profundidades y ahuecar del refugio a las brujas de la comarca. Bernabé exigió al demonio que dejara descansar a los muertos y logró echarlo de la cueva, permitiéndole únicamente que rondara el Pico del Cuerno del Diablo, donde los días de tormenta se enseñorea y ruge.

Alguna de estas hechiceras ronda aún el bosque rozando las copas de los árboles y las veletas de los tejados con la punta de su escoba.

Las meigas tuvieron algo más de suerte con el alegre apóstol. Éstas, zalameras y quejumbrosas se hicieron cruces y rogaron al santo que las permitiera rondar por los alrededores. San Bernabé las echó de la cueva, que con el tiempo se convertiría en una ermita, pero les permitió acomodarse en una oquedad cercana, junto donde se hunde el río Guareña.

Alguna de estas hechiceras ronda aún el bosque rozando las copas de los árboles y las veletas de los tejados con la punta de su escoba. Quizá estuvieran allí siempre y quizá sigan muchos siglos más. Por si acaso, en muchas edificaciones de la comarca, los dinteles y las puertas; los marcos y los postigos de las ventanas son de un llamativo color azul. Como los de la Ermita de Nuestra Señora del Ebro, azules como un día de verano. Porque haberlas, haylas.

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