El Correo de Burgos

HOSTELERÍA

Reabre el bar más castizo de Burgos. «Tenemos Patillas para rato»

El bar más mítico de Burgos inicia una nueva andadura con la clientela de toda la vida recordando miles de anécdotas / «Ahora ya estoy más tranquilo», confiesa Javier Ibáñez dispuesto a servir «cerveza para toda España» 

«Ahora ya estoy más tranquilo», confiesa Javier Ibáñez dispuesto a servir «cerveza para toda España»

«Ahora ya estoy más tranquilo», confiesa Javier Ibáñez dispuesto a servir «cerveza para toda España»

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Burgos

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La cerveza bien fresquita, el vino entrando como nunca y las patatas de Eloy Acero, faltaría más. El Patillas sigue vivo, fiel a su centenaria idiosincrasia. Imposible no acordarse, durante la reapertura del mítico bar que comparten las calles Trinas y Calera, de innumerables anécdotas bajo estas cuatro paredes repletas de cálidas sonrisas y eterna gratitud. Como cuando «Amando nos echaba con un cartel que ponía ‘a la puta calle’» tras dejar bien claro que «no quería servir copas porque ‘esto es una tasca’». O aquella carta que enviaron unos extranjeros, dibujando «un mapa de España con los picos de la Catedral y una patilla» porque «no se acordaban de la dirección» y que milagrosamente llegó a su destino porque el establecimiento «es famoso en toda Europa».

Imposible olvidar tantos recuerdos de los que Asun y José daban buen cuenta pasadas las 7 de la tarde. Llegaron de los primeros, como no podía ser de otra manera, para reencontrarse con un local que es «historia viva de la ciudad». Ahora que «ha prescrito el crimen», Asun confiesa que de joven «se piraba las clases y venía aquí». Y fue cogiendo tanta confianza que acabó «imitando a Chavela Vargas» en más de una ocasión. «A Amando le teníamos muchísimo cariño», rememoraba, con un nudo en la garganta, esta sanitaria que asistió al célebre tabernero cuando estaba ingresado en su planta.

Asun y José, clientes de toda la vida. SANTI OTERO

Asun y José, clientes de toda la vida. SANTI OTERO

Entre risas, antes de contar la historia de aquel mapa que logró llegar hasta el Patillas, José volvía a sentirse como en casa. La misma en la que su abuelo «tocaba el laúd» -hay fotos que lo demuestran- y donde tantos buenos ratos ha pasado. Por eso, «verlo tal cual, que no lo han tocado, te reconforta porque conserva la esencia».  Totalmente de acuerdo, Asun zanjaba la cuestión dejando claro que «tenemos Patillas para rato» porque «es lo mejor».

A caballo entre el almacén y la barra, pendiente de cuidar hasta el más mínimo detalle, Javier Ibáñez veía como el bar se iba llenando poco a poco. «Ahora ya estoy más tranquilo», reconocía sintiéndose como un «futbolista hasta que no empieza el partido». Decidió tomárselo «con calma». Abrió un poco antes de lo previsto después de «afinar» la puesta a punto. Atrás dejaba, en un instante, una semana de «trabajo fuerte», de un sinfín de llamadas a proveedores,  de ‘dar y pulir cera’ con los típicos nervios del estreno.

Lo tenía todo bajo control, pero cayó en la cuenta de que se había olvidado del mosto. Un mal menor para el Patillas, lo cual no quita para tenerlo en cuenta por si las moscas. Lo que sí hay es «cerveza para toda España». Y si nadie se animaba con la guitarra, ya advertía al poco de la inauguración: «Si no me arranco yo».

No hizo falta. A los cinco minutos de la hora oficial de apertura, dos amigos ya estaban dale que te pego. Uno a las seis cuerdas de la acústica y el otro con sus cuerdas vocales. Gesto serio, cante jondo. Apenas paran entre canción y canción, tan solo para echar un trago y saludar a su amigo Jesús, que se sienta con ellos. «Vengo desde los 14 años», reconocía el recién llegado, seis décadas después, incapaz de olvidar a su querido compadre Amando, con el que tiene «un montón de fotos» repartidas por el establecimiento.

Reinauguración del Patillas. SANTI OTERO

Reinauguración del Patillas. SANTI OTERO

Si por algo se caracterizó siempre el Patillas es por su capacidad de atraer parroquianos de todas las edades. Los jóvenes también han estado muy presentes y por eso Kike no ocultaba sus «ganas de volver». Llevaba mucho tiempo sin dejarse caer por aquí, desde la época de Jesús Gadea para ser exactos, y había que «aprovechar». También vivió la época de Amando, y aunque ha formado parte de varios grupos musicales de la ciudad, le daba apuro coger la guitarra.

«Me puse muy contenta cuando me dijeron que iba a volver a abrir», aseguraba Melina. Brasileña de nacimiento y burgalesa de pro, ha ejercido de ‘embajadora’ un montón de veces, «cuando viene un familiar o un amigo», porque «es un punto turístico más». Le gustaba presumir, y seguirá haciéndolo, de un sitio «muy guay para impresionar a la gente».

Los jóvenes también son asiduos al Patillas. SANTI OTERO

Los jóvenes también son asiduos al Patillas. SANTI OTERO

Menos habitual pero también entusiasmada con la magia que desprende este bar, Sonia recordaba que cuando se vino a vivir a Burgos ya «había oído hablar mucho del Patillas». Tenía que verlo con sus propios ojos, acudió a la primera reinauguración y otro día suelto. A raíz del cierre en 2017, creyó que nunca más podría volver. «Me dio muchísima pena, pero pensé que por lo menos lo había visitado un par de veces». Por suerte, se equivocaba y le faltó tiempo para acudir a la reapertura con Kike y Melina.

Tampoco podía faltar a la cita el propietario del local, Valentín Fernández. «Han venido unos chicos de Torrelavega expresamente por el Patillas», señalaba «emocionado» al comprobar que el legado de la familia Quintano, esa tasca tan emblemática que pone a Burgos en el mapa, se mantiene vivita y coleando. 

Fachada del bar Patillas. SANTI OTERO

Fachada del bar Patillas. SANTI OTERO

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