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CRIAR CON CIENCIA, AMOR Y HUMOR

«Los niños deben explorar, con seguridad pero sin sobreprotegerlos»

Las expertas Arantxa Arroyo y Cristina López abordan la importancia de dejar a los niños descubrir el entorno en este cuarto capítulo de ‘Criar con ciencia, amor y humor’ / Explican qué es el círculo de seguridad, los esquemas de acción y el papel que juega la exuberancia sináptica

Dos hermanos juegan con piedras y palos en un río. ECB

Publicado por
Burgos

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Explorar el entorno que les rodea es fundamental para los más pequeños. Así lo aseguran Arantxa Arroyo, maestra certificada en Disciplina Positiva y guía Montessori, y Cristina López, licenciada en Física, experta en innovación y autora del blog ‘3 con las maletas a cuestas’, en este cuarto capítulo de ‘Criar con ciencia, amor y humor’.

Desde los primeros meses de vida, gracias a la exploración activa de su entorno, el niño va descubriendo sus sentidos y su habilidad para moverse y comunicarse, además de desarrollar su mente y aprender sobre él mismo y sobre lo que le rodea. En esta etapa de descubrimiento juega un papel clave la exuberancia sináptica. 

«A los doce meses los seres humanos tenemos el doble de conexiones que el cerebro adulto para el mismo número de neuronas», explica López, eso implica que «la infancia es la fase en la que aprendemos con más facilidad, pero al mismo tiempo tenemos una gran dificultad para estabilizar nuestras emociones», añade. 

Conocer este proceso fisiológico «permitirá a padres y futuros padres saber que sus hijos no les están retando si no aprendiendo cuando se están metiendo cosas en la boca, pasándolas por su cara, tirando un juguete al suelo una y otra vez, etc». Se trata de «una etapa normal del desarrollo, que se produce porque las regiones sensoriales se desarrollan antes que las cognitivas» y  «si la coartamos estamos yendo en contra de su desarrollo natural», asevera López. 

Un niño juega con piedras en la playa. ECB

De ahí la importancia de dejar a los niños y niñas que exploren el entorno. Si bien esta etapa de descubrimiento arranca sobre los 12 meses, es a los 24 cuando «se encuentra en todo su esplendor», añade Arroyo. Y es que «es en este momento cuando comienza a desarrollarse el sistema propioceptivo, interoceptivo y vestibular».

En este periodo de la primera infancia, «es cuando empieza a desarrollarse la mielina», un componente lipoproteico que protege a los axones e incrementa la velocidad en que nuestras neuronas se comunican. «Precisamente antes de que esto ocurra los niños necesitan repetir muchas veces los mismos movimientos, juegos o acciones» porque es «su forma de aprender».

En estos meses se producen los denominados esquemas de acción. «Son patrones repetidos de comportamientos que los niños siguen para aprender y explorar su entorno», explica Arroto. Hay varios y algunos de ellos son el esquema de cierre, en el que los niños muestran interés por crear espacios cerrados; envoltura, donde muestran interés en envolverse o en cubrir cosas; orientación, que les lleva a observar su entorno desde diferentes puntos de vista o trayectorio, en el que disfrutan del movimiento tanto propio como de objetos. 

Arroyo pone un ejemplo muy sencillo. «Estando con mis hijos de dos años en un acantilado a uno de ellos se le ocurrió  tirar una zapatilla», explica. «Con esa acción no nos está desafiando como padres si no siguiendo un instinto primitivo de descubrimiento, de saber qué pasa si tira la zapatilla por ahí. Está poniendo en marcha el esquema de acción trayectorio». 

Seguridad

La maestra matiza en que «el objetivo siempre debe ser dejar explorar pero con seguridad» y «sin caer en la sobreprotección» y es que «es a partir de que surge la angustia por separación cuando debemos poner en marcha el llamado círculo de seguridad».

El círculo de seguridad es una herramienta de intervención basada en la evidencia científica sobre la crianza de los hijos que intenta favorecer el apego seguro. «Se basa en la idea de que nuestros  hijos e hijas necesitan unas manos que les lancen al mundo, acompañándoles pero en la distancia justa y unas manos que les recojan de él cuando vuelven de explorarlo ya sea contentos, tristes, cansados, doloridos, etc. con cariño, protección y consuelo y nunca culpabilizando», señala Arroyo. 

La maestra y especialista en Disciplina Positiva anima a basarse en un tabla de prevención de riesgos laborales para evaluar los riesgos de dejar explorar al niño en un determinado ambiente. «El riesgo puede ser bajo, medio o alto y la consecuencia de esa exploración puede ser baja, media o alta», apunta. Cuando ambos factores son bajos «no debemos cortar esa exploración y casi diría que en el medio- medio tampoco».

Dos hermanos exploran en la naturaleza. ECB

Arroyo pone un ejemplo: «Que un niño se suba a una mesa bajita estable puede ser un riesgo medio y la consecuencia de que se caiga también pero que se suba a un taburete alto al que le falta un pata es un riesgo alto que hay que evitar». 

«Se trata de dejar explorar con sentido común», añade López, quien sin embargo entiende que «en muchos casos y por pura biología a madres y padres nos sale rápidamente proteger o sobreproteger». «Es algo natural: es un instinto tratar de proteger a la especie humana», afirma al tiempo que recuerda que  «a nadie le gusta ver sufrir a sus hijos y ante un posible daño o accidente, entra en juego el acto empático de proteger».

Recuerda además que cada padre y madre tiene «una mochila propia que le lleva a ser más o menos protector en determinadas situaciones». Por ejemplo «si una persona se rompió un hueso en su infancia montando en bici y lo pasó mal, es fácil que esa vivencia le lleve a una mayor protección». Por eso recomienda «quitar un 20% al porcentaje de riesgo que creamos que tiene una acción». 

 López recuerda que «el mejor espacio de aprendizaje siempre será la naturaleza» y añade que «si hay que poner límites siempre debemos explicar por qué se ponen» y «si en un momento dado hay que apartar de algo, se aparta». 

«Emi Pikler y María Montessori decían que cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para los niños», sentencia Arroyo, quien anima a los padres y madres a realizar un curso de primeros auxilios para «en caso de que ocurra saber qué hacer ante una caída, una quemadura, etc».