El Correo de Burgos

PATRIMONIO

Cuando el ladrillo importa más que los sillares que construyeron Castilla

Las piedras de la ermita de las Rebolledas siguen apiladas y olvidadas en Fuentecillas desde 2006 / Fue uno de los primeros barrios «merece una placa y contar su historia»

Los sillares de la espadaña de la Iglesia de las Rebolledas siguen, 16 años después, criando musgo y perdiendo el número y la letra que identificaba su posición. TOMÁS ALONSO

Los sillares de la espadaña de la Iglesia de las Rebolledas siguen, 16 años después, criando musgo y perdiendo el número y la letra que identificaba su posición. TOMÁS ALONSO

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Burgos

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En tiempos de la efervescencia constructora nada había más importante que el ladrillo. Ni siquiera el pasado que relata el origen de la ciudad. Donde hoy se levanta el parque de los ochos, y se apura completar la urbanización del S-7 con una década de retraso, no hay referencia alguna a uno de los primeros asentamientos de la ciudad. En esta zona se levantaba desde antes del siglo IX y hasta principios del siglo XXI la ermita de la Iglesia de las Rebolledas. Hoy lo poco que queda de la historia que habla de los primeros asentamientos de población de la ciudad de Burgos y del Condado de Castilla está en una esquina de la plaza Jesús María Jabato. Entre vallas descansan los sillares de la espadaña de la iglesia que fue «uno de los lugares de culto más antiguos de la ciudad, previos a la fundación de Burgos en el siglo IX», explica el historiador y autor del blog condadodecastilla.es, Javier Iglesia Aparicio.

El concejal de Urbanismo, Daniel Garabito, refleja que se mantiene el proyecto inicial de dedicar estos sillares a la construcción de un centro socioeducativo que está incluido en la urbanización que se ha reactivado en este mandato tras décadas de paralización. «El planteamiento con los restos de los sillares de la espadaña es reconstruir dicho elemento e integrarlo en el futuro centro municipal», explica el edil. Un plan que aún está lejos puesto que la reurbanización ha empezado por el mobiliario y el arbolado en la zona, inexistente.

«Más allá del valor patrimonial de la ermita de Las Rebolledas», para el historiador Iglesia Aparicio «el principal problema es no dar el valor al lugar. Todas las fuentes indican que fue uno de los primeros barrios de Burgos desde su fundación y su historia, merece, al menos, una placa que explique esa antigüedad y su discurrir histórico». Explica que es una constante en la ciudad que fue uno de los focos principales de la Castilla medieval que «son casi inexistentes los restos que nos han llegado de su fundación y de su época como capital del condado de Castilla y creo que se debería divulgar más», reflexiona.

Vista de la ermita cuando fue una chatarrerÍa y con el inicio de la expansión urbanística de Fuentecillas. ARCHIVO MUNICIPAL

Vista de la ermita cuando fue una chatarrerÍa y con el inicio de la expansión urbanística de Fuentecillas. ARCHIVO MUNICIPAL


1.000 años de olvido, 16 de abandono

Esta iglesia, de origen prerrománico, de la que «el padre fray Melchor Prieto asegura que la Ermita de Nuestra Señora de la Rebolleda, la de San Saturnino (ahora le dicen Zadornil) y la de la Magdalena, fueron iglesias muy antiguas. De donde se puede conjeturar que en el sitio donde están estas Ermitas, tenían su asiento los seis lugares pequeños, de que se comenzó a poblar la Ciudad de Burgos», dice Enrique Flórez en el primer volumen de su España Sagrada. 36 volúmenes después relata que desde este histórico lugar «parece que el Conde poblador trasladó el vecindario a lo alto de la montaña, donde estableció la ciudad». Es decir, fue uno de los rincones que visitó Diego Porcelos para nutrir de habitantes la zona de protección donde asentó Burgos.

Con el paso de los años convivió con un humilde convento, que entre 1420 y 1428 acogió a las primeras monjas doroteas hasta su traslado a la iglesia de Santa María de la Blanca. En la segunda mitad del siglo XVI se conserva un juro en favor del monasterio de Santa María de la Rebolleda de 1.400 maravedíes.

En la epidemia de peste que asoló la ciudad en 1599 se instaló un hospital en las inmediaciones de la ermita que llegó a atender 40 enfermos. En el siglo XVIII se restauró la estructura de la ermita con donaciones de feligreses y en la Guerra de la Independencia sufrió graves daños, como sucedió con otros templos cerca del Castillo.

Se retiró esta iglesia del culto en 1843 y ya en el siglo XIX se convirtió en Polvorín.  El destino de este rincón bien entrado el siglo XX fue un cementerio de coches y una chatarrería que muchos recuerdan. Hasta 2006, en los que el fervor inmobiliario tiró abajo uno de los pocos vestigios de los fundadores de  Burgos. Y ahí sigue sus sillares, abandonados, 16 años después.

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