MEMORIA HISTÓRICA
El cementerio de Burgos salda su «deuda histórica» con los represaliados de la Guerra Civil
La Coordinadora Provincial por la Recuperación de la Memoria Histórica inaugura el memorial en homenaje a 784 víctimas del franquismo silenciadas durante décadas en una fosa común
Nombres y apellidos borrados por el relato oficial de una historia que no debe volver a repetirse. 784 personas que «rescatamos de una segunda muerte, la del olvido público». El cementerio municipal de Burgos, inmensa fosa común para víctimas del franquismo de orígenes diversos, salda por fin una «deuda histórica» honrando su memoria. 16 placas y una escultura a cargo de Susana Rioseras ponen de relieve, de una vez por todas, la necesidad que había de «reforzar su dignidad».«No se hace desde el rencor, se hace desde el respeto», proclamaba Sol Benito, presidenta de la Coordinadora Provincial por la Recuperación de la Memoria Histórica, durante la inauguración del memorial que rinde homenaje a quienes «fueron perseguidos por defender la libertad, la legalidad y la democracia o, sencillamente, por pensar diferente». Brotaban las lágrimas antes incluso de escuchar los testimonios de los familiares de aquellos represaliados que hoy, por fin, disponen de una digna sepultura. «Ya nadie podrá borrar sus nombres de la historia por mucho tiempo que pase», enfatizaba Benito no sin antes agradecer el trabajo, «no exento de muchas dificultades», de todas aquellas personas que forman parte de la Coordinadora. «Hemos recobrado su historia y también la nuestra. Hemos conocido la dura vida en el penal: el hacinamiento, el hambre, la enfermedad, las listas fatídicas, el teatro de los juicios sumarísimos y el destino incierto al que fue sometida la población reclusa», remarcaba Jaime González Sebastián, tataranieto de Agapito Leiva Rodríguez y socio de la Coordinadora, durante la lectura de un manifiesto que, como el propio memorial, ensalza la «dignidad» de las víctimas.«Ponemos fin al silencio, a la memoria contada en voz baja, a la desmemoria de muchos e incluso a la vergüenza y el miedo», expresaba González Sebastián, con la voz quebrada por momentos, tras recordar que «hemos conocido la cerrazón y la indiferencia, pero también la empatía y la comprensión de muchos». Lo importante, en cualquier caso, es haber logrado rendir el debido homenaje al «ser querido arrebatado por la barbarie represiva de la guerra y la imposición de la victoria a sangre y fuego de la dictadura posterior».Las voces de la Coral de Cámara Vadillos acompasando los crudos versos del poeta Juan Manuel Moure sobre esos «silencios que vistieron de negro la memoria» darían paso a los testimonios. Como los de Merche y Susana, con el «corazón encogido» pese a ser conscientes de que «no hay homenaje ni lápida que llene el vacío» que en su día dejó su tío abuelo Ceferino Albillo, miembro de la Guerrilla Azaña. O el de Eva, que no dudó en leer la carta de despedida de su bisabuelo, Virginio Puente, capaz de escribir siendo consciente de su destino que «el que sabe vivir honradamente, también sabe morir valientemente». Especialmente emotiva la intervención de Ángela Felipe, nieta del quien fuese alcalde de Melgar de Fernamental, Florentino Ramos, e integrante activa de la Coordinadora desde sus inicios. «Defendía la libertad, la democracia y la solidaridad», sentenciaba esta mujer, luchadora como pocas, sintiéndose arropada por las cerca de 200 personas congregadas en el cementerio de San José para reivindicar, las veces que sean necesarias, tres simples palabras: «verdad, justicia y reparación».