Santa Casilda, la princesa mora. La Santa de la Bureba
Se convirtió al cristianismo después de sanarse en los pozos de Vicente, un eremita que vivió en la Bureba al que la santa toledana reemplazó en el cariño de los fieles / Se le atribuyen numerosos milagros restableciendo la salud o determinando el sexo de los niños de la comarca
Casilda nació a mediados del siglo XI en Toledo, entonces una taifa gobernada por su padre, el poderoso rey Al-Mamún, cuya fortaleza custodiaba a numerosos prisioneros cristianos a la espera del rescate para ser liberados. Tras llegar a sus oídos rezos y narraciones que removieron su joven espíritu, Casilda comenzó a visitar a escondidas a los reos para conocer aquella fe cristiana que profesaban. Las penosas condiciones en que malvivían turbaron a la princesa, así que decidió llevar a cada cita algunos alimentos a los reos cristianos para paliar su hambruna, aún a riesgo de ser descubierta por la guardia del rey.
Y poco tardaron en llegarle noticias al soberano sobre las correrías de su hija por los calabozos. Le tendió un trampa e interceptó a Casilda en pleno trayecto hacia las sombrías celdas de los cristianos. La princesa ocultaba en su falda una gran cantidad de panes que llevaba a los cautivos. Su padre la reprendió pidiéndole que le enseñara qué escondía entre las ricas telas de su saya. Ella respondió que portaba unas simples flores, pero su padre le pidió verlas. Casilda obedeció y al abrir su ropaje emergieron bellas flores. Este es el primer y más famoso milagro que se atribuye a la santa toledana y que el arte ha reproducido en multitud de obras.
Casilda enfermó, como su madre difunta. Unas hemorragias femeninas amenazaban su vida puesto que los médicos árabes no eran capaces de poner remedio a su mal. Los cristianos cautivos, enternecidos por su sufrimiento quisieron pagar su bondad para con ellos insistiendo al rey que le permitiera viajar hasta los pozos del ermitaño Vicente, en el corazón de Castilla.
Tanta fue la desesperación del monarca y tanta la insistencia de los cristianos que Al-Mamún rogó al rey de Castilla que permitiera a su hija y a su séquito cruzar sus tierra para llegarse a esos pozos, ubicados en plena comarca burgalesa de La Bureba.
Casilda, que en árabe significa «poesía», llegó al rincón burebano y recibió los baños de las aguas de los pozos de San Vicente, así conocidos por la cercanía de un desaparecido monasterio consagrado al mártir aragonés. La princesa fue sanando y abrazó la religión cristiana, siendo bautizada poco después.
Para contrariedad del rey, Casilda decidió no regresar a la corte toledana. Se entregó a la oración en soledad y llevó una vida ascética dentro de la comunidad eremítica allí establecida desde tiempos inmemoriales. Según la tradición, falleció a una edad avanzada.
Tras su muerte emergió una creciente devoción por su figura en toda La Bureba. Volaban de boca en boca versos y cantares sobre su pureza y hechos milagrosos, muchos de ellos y desde muy antiguo guardan una vinculación directa con la fertilidad, ya que la tradición siempre ha vinculado a Santa Casilda con los nuevos nacimientos.
No está claro el paralelismo, aunque se acepta que esta costumbre de lanzar piedras o tejas al Pozo Blanco, según se deseara varón o mujer, tiene dos explicaciones distintas pero complementarias.
La primera guarda relación con las propiedades curativas que desde mucho antes de la llegada de la princesa enferma a los Lagos de San Vicente se les atribuía a estas fuentes que manaban en los aledaños de Buezo. Su composición hacía, según se afirmaba, que las hemorragias femeninas se cortaran al beber esta agua, lo que permitía aumentar las posibilidades de concebir. Más enfocado a la vertiente religiosa es la explicación de que el bautismo de la hasta esos momentos princesa musulmana a la fe cristiana significa un nuevo nacimiento.
Sea como fuere, desde hace siglos han sido innumerables las mujeres que han encomendado su fertilidad a la santa, tal y como recogen los exvotos del pequeño museo junto al santuario que recoge numerosos testimonios agradeciendo los nuevos nacimientos o la desaparición de problemas graves de salud.
La costumbre en la Bureba es que la pareja que quisiera engendrar un hijo acudiera al pozo blanco o de Santa Casilda y desde la ladera lanzar una piedra a sus curativas aguas si es que desean concebir un hijo o una teja si les gustaría ser padres de una niña. Santa Casilda se encarga del resto. Incluso se dice que si al tirar la piedra o la teja desde la ladera se acierta y caen dentro del pozo, el embarazo se producirá ese mismo año.
Cuenta la leyenda que cuando Pandora abrió la caja que liberó los males de la humanidad, dentro, en un rincón, quedó la preciosa piedra de la Esperanza. Siguiendo esa premisa de discreción y humildad, muchos templos contaban antaño con un espacio reservado a peticiones y agradecimientos de los devotos para con el santo. Santa Casilda ha sido generosa y milagrera, pero también sus fieles han sido muy agradecidos y durante generaciones han llevado sus ofrendas de gratitud al santuario y muchos, hoy en día, no faltan a la peregrinación anual.