El Correo de Burgos

Criar con ciencia, amor y humor

«Debemos hablar de la muerte y del duelo con los niños de forma natural»

Arantxa Arroyo y Cristina López desgranan en este décimo capítulo de ‘Criar con ciencia, amor y humor’ las herramientas para abordar las despedidas con los más pequeños. Apuestan por hablar de la muerte apoyándonos en el entorno que nos rodea y adaptando el discurso a su edad y experiencia y a nuestras creencias

Vista parcial del cementerio de SAn José de la capital burgalesa.

Vista parcial del cementerio de SAn José de la capital burgalesa.ECB

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La muerte forma parte del ciclo de la vida y de la misma manera que un día los más pequeños de la casa nos preguntan de dónde venimos, en otra ocasión nos preguntarán qué es la muerte o por qué nos tenemos que morir. Aunque la muerte sigue siendo un gran tabú en nuestra sociedad, es algo inevitable y los pequeños son más conscientes de ello de lo que creemos. De hecho, los niños son grandes observadores de la vida que les rodea.

Así lo creen Arantxa Arroyo, maestra certificada en Disciplina Positiva y guía Montessori, y Cristina López, licenciada en Física, experta en innovación y autora del blog ‘3 con las maletas a cuestas’, en este décimo capítulo de ‘Criar con ciencia, amor y humor’, en el que las expertas aportarán herramientas y consejos para abordar la muerte y el duelo con los más pequeños.

«La muerte es un tema tabú del que se evita hablar y a los niños se les quiere proteger porque es algo que duele», apunta Arroyo, quien sin embargo recuerda que en España «hace no tanto tiempo y dentro del contexto religioso se velaba a los muertos en casa y se tomaba como algo normal. Ahora hemos perdido esa perspectiva y de hecho ni siquiera nos encaramos de organizar la despedida, lo hace una empresa por nosotros. En parte nos hemos alejado de ese momento».

Y si para los adultos hablar de la muerte en muchas ocasiones es un tabú y es complicado, con los pequeños «tratamos de alejarles a un más, de protegerles porque son mucho más vulnerables y no queremos que se expongan a ello», apunta López.

Para alejarles de esa realidad «utilizamos frases como ‘se ha ido de viaje’, ‘está en una estrella’ o ‘se ha quedado dormido’», recuerda la maestra, quien recomienda «no edulcorar un momento tan trascendental como este y hablar a los niños de la muerte con responsabilidad y verdad, pero siempre teniendo en cuenta cuestiones como su edad, su experiencia y la nuestra o nuestras creencias».

Hablar con los niños de la muerte y el duelo «de una manera natural» permitirá que «sean adultos trabajados y preparados para, dentro del dolor y el duelo que supone la muerte, tengan herramientas para gestionarlas», añade la físico. A este tenor, las expertas apostillan que para afrontar la muerte con los niños hay que tener en cuenta diversas cuestiones: «la cercanía con el fallecido, la edad del menor, las creencias propias y las circunstancias de muerte».

En este sentido, ambas recuerdan que para hablar con los más pequeños de la casa de la muerte «no es necesario esperar a cuando se produce una». De hecho, «lo idóneo sería hacerlo antes para que llegado el momento tengan conocimiento de lo que ocurre», siempre teniendo en cuenta que «no es lo mismo hablar con un niño de cinco años que con uno de doce».

Y es que «la muerte es inherente a la vida» y «estamos rodeados de vida y de muerte», recuerda Arroyo. «Habrá niños que en un momento dado nos pregunten por ella, quieran saber si ello so nosotros vamos a morir y qué pasa cuándo morimos», pero otros no lo harán. Sin embargo, «podemos hablar de la muerte apoyándonos en lo que nos rodea, en la propia naturaleza, en nuestras mascotas, en los propios alimentos, en juegos que se nos rompen y no se pueden arreglar».

«Debemos hacerlo con franqueza y dando respuestas que ellos puedan comprender, pero sin edulcorar o darle un halo romántico porque a algunos niños les puede asusta pensar que alguien le mira desde un estrella o ponerles aún más tristes porque se asoman a la ventana y no ven a nadie». Y es que «los más pequeños de la casa, hasta cierta edad, son muy literales y no distinguen que es realidad de lo que no lo es o que se trata de una forma de hablar».

En cada uno

Arroyo recuerda en este sentido que aborda la muerte y el duelo con un niño también dependerá de quién es la persona que muere. «No es lo mismo que fallezca un tío lejano al que no vemos, que un abuelo con el que convivimos o los propios padres o un hermano», recuerda la física.

López hace hincapié en que «cada adulto vive el duelo a su manera» y en los niños «no es diferente». De hecho, «hay niños que ante un fallecimiento harán decenas de preguntas en el momento, otros no lo harán y alguno lo harán pasado un tiempo. En algunos niños y dependiendo de la edad, una muerte puede suponer un retroceso en una etapa, por ejemplo volver a hacerse pis en la cama».

Ante esto, ambas creen que «lo fundamental es mostrarnos un apoyo, que estamos ahí para ellos y que el dolor es normal, pero sobre todo darles la oportunidad de hablar sobre ellos si es lo que quieren y necesitan».

Despedidas

De hecho, los niños a partir de cierta edad «sería fundamental preguntarles cómo quieren despedirse de la persona que fallece», explica Arroyo porque «a veces llevar a un niño a un tanatorio o al entierro de un ser querido puede ser lo que necesite pero otros casos no y no es cuestión de llevarles porque sí, porque es lo que toca».

Conversar siempre es la clave. «Si al final lo que quieren es ir a un tanatorio o al entierro, podemos explicarles qué es lo que se hace allí y qué es lo que se van a encontrar. Anticiparnos igual que lo haríamos con otras experiencias».

Y es que la muerte, pasada la etapa egocéntrica, «genera incertidumbre y desazón» porque «empiezan a ser conscientes de que estamos en un ciclo que algún día finalizará», apunta la maestra.

Como adultos «tenemos un papel clave: sostener», pero «habrá momentos en los que una muerte nos afectará tanto que no seamos capaces de sostener la tristeza de nuestros hijos y en ese caso debemos delegar».

Así las cosas, Arroyo y López resumen que «para abordar la muerte y el duelo con los niños podemos aprovechar cualquier momento para hacerlo con palabras sencillas y franqueza». Recuerdan que para apoyarse en esta labor hay cuentos como ‘El árbol de los recuerdos’, ‘Soy la muerte’ o ‘Adiós’, que «nos pueden ayudar abordar la conversación».

Además, para «evitar que el miedo o la desazón se acentúen en los niños, «es importante que contextualicemos: que la muerte por norma general llega siendo mayores y que los accidentes son poco probables».

Por otra parte y para abordar muertes traumáticas como las producidas por suicidio, Arroyo y López recomiendan «acudir a los profesionales: pediatras, psicólogos, o psiquiatras si no somos capaces de gestionarlo». En este sentido, Arroyo señala que también hay cuentos de apoyo.

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