La odisea de un repartidor burgalés de Amazon durante las devastadoras inundaciones en Italia
David Velasco, residente en Bolonia, permanece aún «en vilo» tras la tormenta del viernes / «Algunos de los fallecidos intentaban salvar objetos de su casas y les pilló la riada»
Catorce fallecidos, más de 60.000 personas evacuadas y un ingente balance de daños materiales pendiente de cuantificar dadas las circunstancias. La calma después de la tempestad tardará en llegar al norte de Italia tras las devastadoras inundaciones del pasado mes de mayo. En la Emilia-Romaña, la región más afectada, nadie baja la guardia. El viernes, sin ir más lejos, un nuevo chaparrón volvía a poner en alerta a sus habitantes. «Estaba durmiendo y me desperté, sonaba tan fuerte que parecía granizo», relata David Velasco, burgalés residente en Bolonia junto a su mujer y su hijo.
La lluvia, aunque torrencial, cesó en menos de una hora. Sin embargo, «la gente está asustada» porque los efectos de la riada aún son palpables en la ciudad. No sólo en las viviendas e infraestructuras arrasadas. También en centenares de vecinos que están recibiendo asistencia psicológica para superar tan duro trance. Consciente de ello, David y su familia se saben afortunados porque «nuestro barrio está bastante protegido, con los ríos bien canalizados y puentes más altos». Aún con todo, no deja de pensar en la dramática situación que han tenido que afrontar al menos seis compañeros que se vieron obligados a abandonar sus casas.
David es repartidor. Trabaja en Adecco y distribuye exclusivamente paquetes para Amazon. Cuando las inundaciones ya causaban estragos, se encontraba de baja por una gripe fruto de «nueve horas bajo la lluvia». La empresa no se planteó en ningún momento cesar las entregas pese a los riesgos que entrañaba desplazarse en furgoneta de un lugar a otro. «Nos decían que había disminuido la cantidad de paquetes a entregar y no era verdad, había más en cada ruta», recuerda. Ante tal temeridad por obligación, «más de un cliente nos comentaba que éramos los únicos que repartían».
«Al principio les llegaba por los tobillos y en diez minutos el agua alcanzaba hasta el techo de la habitación y han muerto ahogados»
Una vez reincorporado, el panorama no dejaba de ser desolador. Con alerta roja, o naranja si el panorama parecía mejorar, imperaba la necesidad de extremar las precauciones. Cada trayecto era una odisea: «Agujeros con agua que pueden ser bastante grandes como para caer dentro con la furgoneta, una pequeña carretera donde no ves la cuneta y con agua hasta la cintura...». Por no hablar de los compañeros que por aquel entonces realizaban entregas en zonas de montaña, siempre temerosos de que se produjesen «avalanchas de tierra» en un momento dado.
«Algunos de los fallecidos estaban intentando salvar objetos de sus casas y les pilló la riada. Al principio les llegaba por los tobillos y en diez minutos el agua alcanzaba hasta el techo de la habitación y han muerto ahogados», detalla, todavía «en vilo» por lo que pueda pasar tras la tormenta del viernes, mientras sigue «intentando entender cómo se resolverá la situación».
Más allá de que «los daños por ahora no se pueden cuantificar», David espera que «se tomen medidas adecuadas para situaciones futuras». Con carácter preventivo por parte de las administraciones públicas, por supuesto; pero también desde determinadas empresas que no tuvieron en cuenta la seguridad de sus trabajadores ni los dramáticos episodios que algunos de ellos han tenido que soportar. En el caso de Adecco, y por ende de Amazon, seis repartidores fueron evacuados de sus domicilios. De entrada, la opción que se les brindó fue ofrecerles cuatro días de vacaciones.
«Quitar días de vacaciones a un desalojado por una situación crítica de emergencia es inadmisible»
«Quitar días de vacaciones a un desalojado por una situación crítica de emergencia es inadmisible», sentencia David, incapaz de entender que se plantease dicha medida en vez de buscar otras soluciones. No en vano, los sindicatos ejercieron la suficiente presión como para alcanzar un acuerdo que no perjudicase directamente a los empleados que, en aquel momento, temían perder sus casas. Posteriormente, el Gobierno autonómico de la Emilia-Romaña anunciaría una convocatoria de ayudas para empresas por valor de 40 millones de euros y se espera que el Ejecutivo central y la Unión Europea también ofrezcan compensaciones..
A tenor de lo vivido, este joven burgalés cree que «las administraciones públicas han reaccionado un poco tarde» porque «activaron la alerta roja avisando a la gente de que se desplazase lo menos posible cuando la situación ya se había desbordado». Fue entonces cuando «empezaron a emitir comunicados para paralizar la actividad» mientras los Bomberos, Protección Civil y los cuerpos policiales «cerraban carreteras para evitar el acceso a zonas inundadas o con desprendimientos». Visto lo visto, no le cabe duda de que «un decreto de emergencia prohibiendo a la gente salir a trabajar hubiese evitado muchas de las muertes».
Resiliencia y solidaridad
Si algo admira David del pueblo italiano es la «resiliencia» de muchos de sus ciudadanos en una tragedia como esta. En Cesena, la urbe más damnificada por las inundaciones, «los vecinos que no se vieron afectados ayudaban a quienes sí lo estaban con palas a quitar el barro y no iban a trabajar». Todo un ejemplo de empatía y altruismo del que debieran tomar buena nota todos aquellos políticos que se han desplazado hasta las zonas más devastadas para mostrar sus condolencias y prometer ayudas. Eso sí, siempre posando para las cámaras.
Desde un plano más personal, David se estremeció al enterarse de la muerte de Fabio Scheda (44 años). Cliente habitual de Amazon, se ganó el cariño de muchos de los repartidores de la zona que acudían periódicamente a su domicilio. Por eso todos se quedaron de piedra cuando supieron que este padre de familia falleció ahogado tras caer a un pozo junto a su vivienda mientras intentaba extraer con una bomba el agua que había anegado por completo su garaje.
Inmediatamente, un grupo de repartidores que conocía a Fabio se pusieron de acuerdo y decidieron comprar un ramo de flores para entregárselo a Sara, su viuda, el pasado 30 de mayo. Un pequeño gesto que la mujer supo agradecer emocionada porque evidencia que su marido era muy querido en la comunidad.