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Danza

La niña con huesos de cristal que logró su sueño de ser bailarina profesional

Ana Garrido Aroz se ha graduado en Danza Contemporánea en Burgos. Ha mantenido en silencio su enfermedad hasta ahora. «No quería un trato especial, quería lograrlo por mis propios medios y encontrar mis límites»

La enfermedad no le ha impedido a Ana Garrido Aroz cumplir su sueño. Ser bailarina profesional.©Tomas Alonso

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Burgos

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Desde que tiene uso de razón Ana Garrido Oroz ha tenido el baile en la cabeza. La ilusión de esta riojana desde los tres años era ser bailarina profesional. Y se puso a ello pronto. Hasta que a los nueve años empezó a lesionarse demasiado. Y llegó un diagnóstico desesperanzador. Ana padecía una enfermedad rara. La Osteogénesis Imperfecta. La enfermedad de los huesos de cristal. El pronóstico: una vida entre algodones para evitar el final previsible. Acabar en una silla de ruedas.

«El médico en Madrid recomendó a mis padres que dejara la danza, que con mi enfermedad no era lo más adecuado, y que me aficionara a los videojuegos», recuerda. Su sueño seguía siendo el de ser bailarina. «Parecía una locura, pero seguí», recuerda. Hoy la silla de ruedas está aún mas lejos que cuando le dieron su primer diagnóstico.

Ana Garrido Aroz en la ceremonia de graduación. El birrete y la beca ratifican que el reto de ser bailarina profesional ya está conseguido.

Acaba de convertirse en bailarina profesional de danza contemporánea en la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León ‘Ana Laguna’ en Burgos. Y ha protagonizado una de las graduaciones más conmovedoras que se recuerdan en el conservatorio de Gonzalo de Berceo. Nadie en la Escuela sabía que Ana Garrido padecía la enfermedad de los huesos de cristal hasta hace una semana. Primero calló porque la sinceridad le costo entrar en un conservatorio de Madrid. Después «no quería un trato especial, ni para bien ni para mal, quería lograr ser bailarina profesional por mis propios medios y, también, encontrar mis propios límites», explica.

Nadie en la Escuela sabía que Ana Garrido padecía la enfermedad de los huesos de cristal hasta hace una semana. Primero calló porque la sinceridad le costó entrar en un conservatorio de Madrid. Después «no quería un trato especial, ni para bien ni para mal»

De niña siempre hizo danza. En la Asociación de Huesos de Cristal de España (AHUC) «me hacían seguimiento, como es una enfermedad rara se sabe poco de ello y la mayoría de los casos como el mío estaban en silla de ruedas y yo caminaba, y seguía con la espalda recta así que continué». Los especialistas que hacen seguimiento de esta enfermedad, que se caracteriza por tener huesos muy frágiles por un colágeno defectuoso, han empezado a comprender con casos como el suyo que «la danza es terapéutica porque ganas masa muscular y eso protege los huesos». Hoy no es raro que niñas con su patología practiquen la danza. Y por ello quiere darlo a conocer.

A los 17 años el sueño de Ana Garrido Aroz de convertirse en bailarina seguía más vivo que nunca. Llegó el momento de dar el salto a profesional que, para su familia, era como un salto al vacío. Y ella lejos de casa. «Mi sueño seguía siendo ser bailarina, en mi escuela de La Rioja toqué muchos estilos pero en clásico, con las puntas, tenía muchas roturas de dedos así que pensé en contemporáneo». Primera prueba. Sinceridad absoluta. «Hice unas pruebas en un conservatorio de Madrid, las pasé. Y decidí contar, honestamente, lo que tenía. Me dijeron que al tener un alto riesgo de lesión no podía incorporarme», recuerda. 

Pero quería seguir. Probó en la Escuela Profesional de Danza de Burgos. Pasó las pruebas. Y esta vez no dijo nada. «Yo pensaba ir año a año, hasta donde pudiera. Yo quería ponerme mis límites, igual llego o no llego, pero me daba miedo que por mi situación me dijeran que no». Y siguió. Año tras año. Pasó su barrera. Tercero de profesional. «Quería descubrir si era capaz de lograrlo por mis propios medios». Hubo momentos de bajón. El peor a principios del último curso en las clases de acrobacias. «Estaba segura que las acrobacias no iban a formar parte de mi vida como bailarina, y sí ha sido una batalla constante y diaria porque era algo que quería conseguir pero no era lo adecuado para mi cuerpo». El objetivo era terminar aunque sus padres y su hermana le recordaran cada día que no hacía falta que lo que había hecho ya era todo un logro.

Durante seis años y una mentalidad de hierro ha logrado graduarse en Danza Contemporánea y en Magisterio de Educación infantil en la UBU.©Tomas Alonso

Al final pudo con la paloma, un movimiento en el que el cuerpo se deja caer al suelo. Las cuerdas. La rueda sin manos. Los retos se sucedieron. Los sacó adelante. Ayer se graduó de sexto de Enseñanzas Profesionales de Danza Contemporánea. Una semana antes comunicó a profesores y compañeros el reto que se había planteado desde niña. Y quien le pedía las acrobacias que casi le hacen tirar la toalla no paraba de disculparse. Un secreto que «no podía verbalizarlo, así que hice un vídeo y fue muy emocionante porque salvo mis compañeras de piso, a nadie se lo conté». Un proceso de superación personal tremendo el que ha dado en su despedida de la escuela.

Para Garrido su actitud no es algo que otra persona con otras limitaciones no hubiera podido hacer. «Esta batalla es la mía, no me siento desafortunada ni mucho menos, otros tienen sus batallas, cada uno le toca lo suyo. Yo he aprendido a bailar con mis lesiones», explica restando importancia a su gesta. Viviendo fuera de casa y con el exigente horario de un estudiante de baile y de universidad. Se graduó hace dos años en Magisterio Infantil en la UBU, con el que logró el premio a mejor expediente de su promoción. Y a ello hay que sumar las 17 horas semanales del primer ciclo de Enseñanzas Profesionales de Danza Contemporánea, las 21 horas semanales del segundo ciclo y las más de 24 del tercero. Seis años sin parar.

«He ido adaptando la danza a mis lesiones»

No esconde que en el proceso ha habido muchas lesiones. No explicaba los por qué. Cuando su profesora se extrañaba de sus últimas dorsales siempre rectas, fruto de una operación, tampoco explicó nada. Alguna lesión le ha obligado a parar. En la clavícula se hizo daño al practicar con las telas o el menisco. También muchas roturas de huesos pequeños de los dedos de la mano, de los pies... «He ido adaptando la danza a mis lesiones».

Ha habido sacrificio. Ha habido renuncias. «Aunque para mi todo este proceso está lleno de cosas positivas he tenido que decir que no a muchas cosas. Desde lo más sencillo que es llevar tacones a dormir poco, los ‘findes’ dedicarlos al estudio y reducir tu vida social porque, como me recuerda mi padre muchas veces, el día tiene 24 horas no 48», ironiza. Así, ha dedicado tiempo a cuidar su frágil cuerpo un poco más que el resto de sus compañeros gracias a una gran fortaleza mental y un empeño duros como el hierro.

Durante estos años ha seguido una rutina espartana. Su día a día arrancaba a las seis de la mañana. Tocaba los ejercicios de rehabilitación, pilates, salía a correr hasta la hora de ir al conservatorio. A las aulas llegaba una hora antes que los demás. Necesitaba calentar mucho más antes de empezar las clases. Al terminar el conservatorio iba a nadar para relajar los músculos. Después por las tardes a las clases en la universidad. La cosa se complicó un poco más con las prácticas. «Coincidían con las clases de danza así que volví a ir por las tardes, como en los primeros cursos, haciendo la clase con otro curso distinto al mío y preparándome los exámenes de mi nivel con vídeos y por mi cuenta».

La Danza Contemporánea le ha ayudado en ese periodo de adaptación de sus huesos de cristal con la exigencia física de esta profesión. Ha descubierto que «en la danza contemporánea no hay un perfil concreto, adaptas la danza a tí, puedes ser más ancho, más delgado, más estrecho, más fibroso, pero a todos nos pueden las ganas de bailar y te adaptas», señala restando importancia a su reto personal y científico. Su caso se sigue muy de cerca desde la Asociación Nacional de Huesos de Cristal. Ha realizado estudios genéticos «muestras de mi sangre están en Massachusetts» bromea. El objetivo es encontrar el gen que debilita el colágeno de sus huesos, conocer más la enfermedad y no trasmitir la patología a sus descendientes el día de mañana.

Su esfuerzo y constancia han permitido constatar que la danza es terapéutica para la enfermedad de los huesos de cristal porque el músculo fortalece el hueso.©Tomas Alonso

Reconoce que el modelo de enseñanza de la Escuela de Burgos le ha ayudado. «En la danza está arraigado ese profesor que te amenaza, que te grita,... No es necesario. Los profes de este conservatorio trabajan más desde la motivación, te acompañan... Si te gusta la danza eso es un lujo», reconoce. Y ese es el perfil profesional que le gusta. Transmitir a las nuevas generaciones su amor por la danza. Ser profesora, tras las sensaciones que le ha dejado alguna que otra audición para compañías de danza. «Hay mucha competitividad, eso no me gusta. Yo quiero compartir en vez de competir y creo que eso me va a llevar por el lado pedagógico».