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Tordómar se alza sobre sus 23 bóvedas romanas
Esta obra arquitectónica de dos milenios de antigüedad es la entrada a Tordómar, uno de los pueblos de la comarca del Arlanza que está marcado con numerosos vestigios romanos
Tordómar es una localidad perteneciente al partido judicial de Lerma que se encuentra a 38 kilómetros de la provincia de Burgos. Este pequeño pueblo se localiza rodeado de amplios campos de cereal y de viñedo, motivo por el cual durante más de cien años los tordomeños -gentilicio de Tordómar- vivieron del cereal, de los majuelos y de sus rebaños.
El municipio de Tordómar se suele representar con un puente romano que se alza en pleno río Arlanza, icono de la localidad. Este peculiar símbolo que lo identifica fue construido por el emperador Trajano y originalmente unía la ciudad romana de Clunia con Cantabria, Segovia y Astorga. Es una calzada que en la actualidad cuenta con 23 ojos -bóvedas formadas por los arcos del monumento-. Sin embargo, el agua y la arena han cegado alguno de sus vados debido a sus 2.000 años de antigüedad.
Vestigios romanos
Como demuestran este y otros restos de yacimientos romanos, Tordómar fue un importante nudo de comunicaciones durante la época romana. Destacan la Calzada de Clunia -que une Tordómar y Castrojeriz- y las dos vías de Clunia -la primera une Tordómar y Roa; la segunda une Tordómar y el valle del Pisuerga-. También destacan otros hallazgos romanos en Talamanca, Santa Cecilia o en Lerma.
Existe la creencia de que en Tordómar pudo existir un pueblo anterior a los romanos ya que cuando ocuparon el territorio y eligieron a Clunia como capital de su amplio conventus, se empeñaron en tejer una gran red de vías de comunicación con sus obras correspondientes.
Sin embargo, la primera vez que se cita este pueblo fue en el siglo X, durante la repoblación. Se sabe que los repobladores de Tordómar fueron mozárabes que se desplazaban desde Andalucía hacia el norte. Con el paso del tiempo, las costumbres y el deje del sur se fue marchitando y los mozárabes se integraron en la normalidad de la vida castellana. Además, la repoblación de Tordómar se vio influenciada porque se acercaron gentes de lares cercanos como Santa María de Añuequez -señorío de don Diego López de Haro- y Cornellanos. Más adelante, el pueblo fue incluido en el alfoz de Escuderos y posteriormente en la merindad de Santo Domingo de Silos a modo de behetría.
Tordómar aparece mencionado en el Libro de las Behetrías de Castilla donde se relatan sus años de prosperidad. El señor de Tordómar fue era en aquel entonces don Nuño de Lara junto con sus hijos y algunos miembros de los linajes de Aza, Manrique y Guevara.
Patrimonio arquitectónico
Como hemos mencionado anteriormente, el puente romano de Tordómar es su icono arquitectónico. Sin embargo, no es el único monumento que debamos destacar por su interés enmarcado dentro de la historia. Tordómar tiene un tesoro escondido entre su historia: el Monasterio de San Pedro y Santo Tomás de Berlanga, del cual no se conserva ningún resto visible de su construcción pero sí se pueden apreciar vestigios en la calzada romana en San Pedro de Berlanga y se conservan algunos restos arqueológicos.
Aunque algunos autores como fray Justo Pérez de Urbel han apuntado que es una obra mozárabe, realmente se desconoce si ya existía en época visigoda o si se construyó en tiempos del condado de Castilla a finales del siglo IX. Lo que se tiene por seguro es que pertenecía al monasterio de San Pedro de Arlanza.
El emplazamiento del monasterio ha sido objeto de intervención arqueológica. Algunos de los fragmentos encontrados pueden contemplarse hoy en día en el Museo de Burgos. Son piezas importantes partes de muros revestidos de ladrillo de tradición romana, así como elementos arquitectónicos de origen visigodo o prerrománico.