Criar con ciencia, amor y humor
«Debemos vivir las vacaciones con niños con cero expectativas y máxima expectación»
Arantxa Arroyo y Cristina López abordan en el último capítulo de ‘Criar con ciencia, amor y humor’ las claves para disfrutar de este periodo en familia desde el aprendizaje y la emoción
Para muchas familias las vacaciones de verano suponen un momento de tensión. Sin embargo, l a realidad es que es el mejor momento para disfrutar con los más pequeños de charlas, actividades y planes con la calma que da saber que tenemos el tiempo suficiente par hacerlo de forma tranquila.
«Cero expectativas, máxima expectación» es el lema clave que han escogido Arantxa Arroyo, maestra certificada en Disciplina Positiva y guía Montessori, y Cristina López, licenciada en Física, experta en innovación y autora del blog ‘3 con las maletas a cuestas’ para abordar en este duodécimo y último capítulo de la serie ‘Criar con ciencia, amor y humor’ las claves y consejos para que todos los miembros de la familia disfruten al máximo de sus vacaciones.
Siempre que se viaja con niños y especialmente con niños muy pequeños, López cree que es «muy importante no hacerse expectativas» ni «idealizar la respuesta de los niños a lo que henos preparado» porque «puede ser que la respuesta que nos den no sea la que esperamos».
En ese punto aparece la frustración. «No solo la de los niños, que a determinadas edades tienen aún una baja tolerancia» si no en los adultos que «ven como sus hijos no responden cómo esperaban al plan que han preparado para sus vacaciones», apunta Arroyo. Precisamente en este sentido, las expertas recomiendan «estar expectantes ante lo que ocurra y acogerlo como venga y con paciencia» porque, «al contrario de lo que ocurre el resto del año, tenemos el tiempo para hacerlo».
Para evitar en la medida de lo posible que aparezca la frustración, Arroyo apunta que «es importante involucrar a toda la familia en los planes del verano». «El lugar que escojamos para ir de vacaciones tiene que estar adaptado a toda la familia y a sus necesidades» y «a la realidad de cada casa», apunta López, quien recuerda que «no hacen falta grandes planes para disfrutar de las vacaciones y del verano».
La maestra añade a este tenor que «hacer planes para los más pequeños nunca debe suponer que su acogida esté para responder a nuestra satisfacción». Debemos «abandonar el sentimiento de que los niños estarán ‘en deuda’ con nosotros cuando hagamos planes para ellos» y que «por eso su respuesta ante ellos siempre debe ser positiva».
Contribución
Y es que «se pueden hacer planes pero con flexibilidad» y sobre todo «contando con todos». Cuando los niños crecen es «fundamental involucrarles en el proceso de decidir y preparar las vacaciones de toda la familia». López lo tiene claro: «Los niños, al igual que nuestros mayores, no son maletas que estamos transportando si no que deben ser protagonistas también de sus vacaciones».
La contribución de los más pequeños empieza con una pregunta simple: «¿A ti qué te apetece hacer?». Una pregunta que «se puede empezar a hacer desde los tres años», apunta la científica, pero que «debe ser acotada en unas pocas opciones en el caso de eso niños pequeños», añade Arroyo. Y es que «dar muchas opciones puede suponer un problema a la hora de elegir y se agobian».
Tras la elección «tampoco vale echarles o echarnos en cara que algo no les ha gustado o que no haya dado tiempo a hacer», añade López y ellos «también comprenderán que las decisiones y las elecciones tienen consecuencias». La maestra pone un ejemplo sencillo: «Si queremos ver una iglesia e ir a un parque y decidimos que ese sea el orden, si luego llueve y no podemos estar en el parque no podemos echarnos culpas si no aceptar que ha sucedido así y que así lo habíamos decidido».
Aprender viajando
Las vacaciones no siempre son sinónimo de largos viajes. Ir a al piscina, al pueblo o disfrutar de una mañana en el campo son planes perfectos para disfrutar en vacaciones. Pero si para llegar a tu destino vacacional tienes que hacer un largo trayecto, las expertas te animan «a aprovecharlo como parte del viaje».
El objetivo es aprovecharlo para aprender. «Podemos animarles a señalizar en el mapa qué recorrido vamos a hacer y cuántas paradas haremos y a que se hagan su maleta o la hagan con nosotros»., explica Arroyo.
Para el trayecto «hay infinidad de juegos que podemos llevar o hacer, así como cuentos, audiolibros o podcast que podemos usar», señala López, quien añade que «en esas horas también puede haber un tiempo para las pantallas».
«Las horas de coche forman parte del viaje y hay que vivirlo así», asevera la maestra, quien recuerda que «la forma de viajar cambia con los más pequeños y solo es cuestión de adaptarnos». Tal vez, incluso, «descubramos que nos gusta más viajar de esta manera», añade López.
Pero sin duda viajar es una oportunidad de conocer el entorno y de conocernos a nosotros como familia sin las prisas que el reloj marca durante el resto del año. Es además el momento de «aprender de todo sin un libro de texto por delante si no con lo que vemos a nuestro alrededor», añade López. «Solo tenemos que mirar para aprender sobre historia, lengua, geografía, idiomas, etc».
Ese aprendizaje debe ser «recíproco», apunta la maestra. «La idea no es que demos clases magistrales a nuestros hijos si no que conversemos, que escuchemos sus preguntas pero también sus explicaciones. Debemos tener una actitud de escucha y observación». Además, añade Arroyo., «los conocimiento ligados a recuerdos y experiencias felices son los que mejor permanecen en nuestra cabeza. Ese conocimiento se cristaliza en nuestro cerebro».
Los viajes, además de un conocimiento académico también proporcionan un «aprendizaje vivencial porque practican la autonomía pero también porque empiezan a descubrir las características económicas de su familia, entre otras cosas, y es que hay etapas en las que ya observan dónde van de vacaciones ellos y qué hacen sus amigos», añade la científica.
Conscientes de los problemas de conciliación que tiene algunas familias, Arantxa y Cristina recuerdan que el periodo vacacional es un momento para «estar de un amanera más plena y más consciente con nuestros hijos» y de «realizar planes en función de las posibilidades de cada uno que nos gusten y nos nutran».