El Correo de Burgos

«La comunidad de San Martín de Porres me ha hecho sentir como un hermano para todos»

Después de 13 años como vicario parroquial en la calle Soria, Diego Mingo afronta a partir de septiembre el doble reto de San Cosme y San Damián y San José Obrero. Su traslado generó malestar entre los fieles, pero él lo asume como una «lección de vida»

El sacerdote Diego Mingo en la parroquia de San Martín de Porres, su casa durante 13 años.

El sacerdote Diego Mingo en la parroquia de San Martín de Porres, su casa durante 13 años.TOMÁS ALONSO

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Una feligresa se le acerca mientras posa para una de las fotos que después se publicarán en este reportaje. «Gracias por todo lo que has hecho por nosotras. Nos vemos el 2 de septiembre», le dice a escasos metros de la parroquia de San Martín de Porres. Diego Mingo sonríe y agradece. Pronto dejará la que ha sido su casa durante los 13 últimos años, desde que fue ordenado sacerdote con tan sólo 22 primaveras. 

El pasado mes de abril, el arzobispo de Burgos, Mario Iceta, realizó una serie de movimientos entre sus equipos. A Mingo le reubicaron en San Cosme y San Damián y San José Obrero. Doble reto o, como él prefiere denominarlo, un «lote hermoso». La decisión, eso sí, no sentó nada bien en el templo de la calle Soria. Hubo protestas, malestar, incredulidad. Muchos fieles no entendían por qué tenía que irse su vicario parroquial, el mismo que fue capaz de traer a Macaco -con la excusa del San Martín Fest- para celebrar el 50 aniversario de la parroquia. 

Mingo tuvo que lidiar, intentar mediar entre la decisión del arzobispo y el disgusto de la comunidad. «Los cambios no nos gustan, pero vienen bien», asegura tras reconocer que al principio le costó asimilarlo. Sin embargo, acabó llegando a la conclusión de que «las ideas se pueden agotar y te puedes hasta repetir porque se genera una rutina». Quizá no sea su caso, no tiene pinta, pero se toma el traslado como una «lección de vida»

Antes de irse, el vicario se despedirá como es debido. A eso se refería la feligresa con lo del 2 de septiembre, fecha elegida para que Mingo presida una misa de Acción de Gracias a las 8 de la tarde. «No quería hacer nada, pero el párroco me dijo que algo teníamos que hacer por la gente». En realidad, lo que hubiese deseado es «salir por la puerta como entré el primer día que vine: tranquilamente». 

Aceptado un ofrecimiento que no podía rechazar, el cura tiene mucho que agradecer. A los que estarán y a los que no pueden pero le han hecho llegar «muchos mensajes de ánimo para mi nueva etapa». A todos ellos, les da las gracias y les pide perdón si, «como en cualquier familia, ha podido haber alguna disensión». Lo importante, en cualquier caso, es que «la comunidad de San Martín de Porres me ha hecho sentir como un hijo para los mayores, un padre para los pequeños y un hermano para todos». 

Siempre quedarán los recuerdos, que no son pocos. El más especial, sin duda, fue cuando la pandemia. «Cuando todo se cierra y la gente no está, de la noche a la mañana tienes que innovar y ser creativo». Y así fue como Mingo se subió a la azotea para «bendecir a los fieles». Pensó que no se encontraría a nadie y descubrió a «un montón de gente» a la hora de los aplausos al personal sanitario. En ese momento, tuvo claro que «la parroquia estaba en medio de la sociedad y que podía aportar algo positivo, de esperanza, a esas personas que lo estaban pasando mal».  

Nueva etapa

«Voy sin ningún prejuicio, con disponibilidad», afirma Mingo una vez superado el duelo que suponía tener que despedirse de sus fieles. Todavía no ha entrado en los templos que, a partir del mes que viene, pisará diariamente. Lo que sí ha hecho es darse unos cuantos paseos, conocer las calles y tantear el «tejido social». Tiene que resituarse en un nuevo equipo de sacerdotes con «muchos retos por delante». El primero, que «cada uno de los fieles pueda encontrar su lugar» para que «podamos trabajar en la medida de lo posible y desde la sencillez».

Por mucho que le motive la cultura, sobre todo la música, Mingo no quiere entrar como un elefante en una cacharrería. Su idea, al menos durante el primer año, es «compartir con la gente lo que está viviendo». Escuchar, tomar nota y «no cambiar nada». Le gustaría que le vean como una «persona cercana» y adaptarse al plan preestablecido. Después, si todo fluye, «lo que vaya surgiendo». 

A punto de iniciar esta nueva etapa, Mingo lanza un último guiño a su 'familia' de San Martín de Porres. «Tenemos que acordarnos de que el otro está presente». Lo comenta con la intención de subrayar que seguirá estando «disponible». Básicamente, porque «no eres de aquí o de allá sino de la Iglesia»

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