El Correo de Burgos

El elevado coste de un robo sin botín

Los negocios de la peluquera Regina González y el podólogo Manuel Pimienta sufrían sendos alunizajes en los que sus autores, tras el estropicio, no se llevaron nada 

Regina González, en el interior de la peluquería que regenta, en cuya entrada permanecen aún las pruebas del suceso.

Regina González, en el interior de la peluquería que regenta, en cuya entrada permanecen aún las pruebas del suceso.OSCAR CORCUERA

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Que asalten tu negocio asusta. La llamada que da la alerta desata la imaginación de la víctima. ¿Qué se habrán llevado? ¿Cómo habrán entrado? ¿Estará muy revuelto? ¿Podré trabajar? El miedo se convierte en incredulidad si, como en el caso de Regina y Manuel, la respuesta a la primera pregunta es singular, por inesperada: nada. ¿Nada? Nada. No significa, ni mucho menos, que se quede ahí la cosa. Y es que en los casos que ocupan estas líneas lo que no se llevaron los ladrones, lo tendrán que gastar los dueños de sendos negocios en arreglar el estropicio con el que se encontraban. Ocurrió hace apenas un par de semanas.

Con la madrugada como cómplice, dos delincuentes de poca monta decidían, al parecer, darle emoción a la noche. Abrieron la ronda de diversiones ilícitas -con terceros afectados, al menos- con un robo de vehículo. Y subieron la apuesta. A poco les debía saber el paseo pues remataron la jornada de San Pedro y San Felices a San Pedro de la Fuente, con un reguero de alunizajes al puro estilo de los coches de choque. Mucho ruido y pocas nueces para ellos, sobresalto y desastre para sus víctimas.

3.000 euros le va a costar la juerga al propietario de la Clínica del Pie ubicada en el barrio de San Pedro de la Fuente, Manuel Pimienta. Este podólogo evoca con estupor el suceso. Empotraron el coche en la fachada de su negocio. El estruendo despertó a algún vecino e hizo saltar la alarma. De inmediato, los ‘supuestos’ ladrones huyeron a toda velocidad y, sorprendentemente, sin botín.

La Clínica del Pie de Manuel Pimienta, en la calle Malatos.

La Clínica del Pie de Manuel Pimienta, en la calle Malatos.©Tomas Alonso

«No se llevaron nada. Ni siquiera llegaron a entrar en el despacho del fondo», relata. Carece de seguro que cubra esta incidencia y tendrá que pagar de su bolsillo el arreglo de la cristalera y la puerta. Nunca un ‘no robo’ costó tan caro. «Ese día tuve que parar, no pude atender a nadie. Hasta que me lo solucionen lo he arreglado como he podido», añade, lamentando el incidente. Un candado sujeta la maltrecha puerta.

Comparte experiencia e impresión con la peluquera Regina González. Apenas hace tres meses que regenta el negocio que aún lleva el nombre de su anterior dueño, ya jubilado. Quiso la casualidad que, aunque su predecesor tenía aún el seguro en vigor, se le ocurriera a comienzos de agosto cambiar el nombre del tomador. Zanjaba así el traspaso sin imaginar, por supuesto, que su próximo contacto con la compañía era inminente. Un par de semanas después descolgaba el teléfono para dar parte de un choque contra su fachada, en un intento de robo que se quedaba, quién sabe si planeado o no, en mero intento.

Poco había que pudieran llevarse, en realidad. «Nunca dejo el ordenador ni la recaudación en la peluquería», indica Regina. El anterior dueño había tenido algún susto, pero nada parecido. «Sabes que te puede pasar algo así cuando tienes un negocio, pero cuando me dijeron que habían entrado no esperaba lo que me encontré, la fachada estaba desplazada por completo, la luna, reventada. Impresionaba, la verdad. Cuando supe que no se habían llevado nada, aluciné», relata, para precisar que «ni siquiera tocaron una hucha que lucía en una mesa, a la vista de cualquiera».

Contar con la ‘protección’ del seguro ha ahorrado dinero, pero no pesares a la afectada. «Me ha tocado pasar por esto en una época del año muy mala. El primer día no hubo manera de encontrar empresas que me colocaran de manera temporal la cristalera. Pasaba el día y no hallaba solución, barajaron incluso que una empresa de seguridad enviara un vigilante para evitar nuevas ‘visitas’ por la noche, porque no podía cerrar. Al final ni una cosa ni la otra. Mi padre y yo colocamos como pudimos la puerta», explica, ya con la calma que da la distancia. Pocos avances ha registrado el ‘siniestro’ desde entonces como evidencia un simple vistazo de la entrada de esta peluquería de caballeros situada en la calle Félix Antón Burgos. A la espera de que el seguro dé el visto bueno el presupuesto de la carpintería metálica que arreglará el desaguisado, Regina cruza los dedos para que los trabajos sean rápidos y pillen en un día de poca labor. Asume que mientras se lleva a cabo la operación tendrá que parar, incrementándose así el coste de una broma «innecesaria».

Tanto Manuel como Regina tienen al menos la satisfacción de que los causantes de tal faena duermen ya en prisión. La Policía Local los pescaba el 14 de agosto por otra fechoría y tras una rápida investigación la Policía Nacional confirmaba las sospechas: los dos viejos conocidos de ambos cuerpos, de 46 y 27 años, eran también los autores del robo del vehículo con el que posteriormente alunizaban en tres establecimientos de la capital días antes. A los dos negocios citados se sumaba una frutería del entorno de la Cellophane, esta vez sí con botín.

Caían pues con cargos acumulados. El último, un delito de hurto cometido en una farmacia de la calle Vitoria. Tal y como notificaba una semana después la Policía Local a través de redes sociales, la detención se produjo el lunes 14 sobre las 17 horas en la calle San Julián, pero los hechos se remontan al sábado 12 de agosto. Aquella jornada, sobre las 16.30 horas, los dos sujetos sustrajeron varios productos en una botica. La suma de los artículos robados al descuido superaba los 590 euros.

Los agentes acreditaron que además de este suceso habían protagonizado el triple asalto nocturno por lo que pasaban finalmente a disposición judicial, decretándose prisión provisional para ambos.

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