17.000 pedazos de vida burgalesa
Diputación recibe el nutrido fondo fotográfico de Virgilio Soto de manos de su hija María Covadonga, que cumple así el deseo de su padre tras un intenso trabajo de recopilación
Fiestas populares en blanco y negro, monumentos que permanecen, otros que solo perviven en la memoria, eventos masivos, costumbres ya olvidadas, juegos de juventud cuyos protagonistas ya son un recuerdo... Huellas capturadas para siempre por el objetivo de Virgilio Soto (1919-2004), fotógrafo burgalés que quiso y supo congelar la vida que le rodeaba en miles de pedazos. 17.185 descansan ya digitalizados en el Archivo Provincial para uso y disfrute ilimitado de aquellos interesados en viajar al pasado más próximo.
Rubricaba hoy la cesión de este material la hija del artista, María Covadonga Soto, acompañada por sus nietos, biznietos del autor del que, sin conocerle, tanto han oído hablar. Años ha llevado a los descendientes poner en orden los negativos -la mayoría de 35 milímetros- acumulados en toda una vida por Soto. Culminada la selección llegaba tal botín a manos de la empresa adjudicataria -por importe de 34.000 euros- de los servicios de digitalización de un lote de cuatro fondos entre los que se encontraba el presentado hoy. Llegará el turno en breve del reunido por Cirilo Saiz, que no será el último pues la ‘familia’, integrada en la actualidad por la aportación del propietario de la tienda Photo Club, Gonzalo Miguel, y los legados de Francisco Soldevila y Virgilio Soto, no para de crecer.
La hija de este último ha explicado que, en su caso, «se cumple así el deseo de mi padre, que siempre quiso donar sus imágenes a la Diputación». Y gracias a este empeño incrementa el Archivo Provincial los testimonios gráficos de la cultura, las costumbres «y, en definitiva, la vida» de Burgos entre los años 1941 y 1995. Así lo ha subrayado el representante de la Institución provincial, Ramiro Ibáñez, para destacar que «gestos como el de la familia Soto ponen el valor el trabajo de un artista» difundido ahora sin fronteras a golpe de clic, un futuro ni imaginado antaño, cuando el fotógrafo recorría Burgos y Palencia por encargo de administraciones y entidades, capturando monumentos -«sus preferidos», según María Covadonga-, actividades cotidianas o citas culturales y deportivas.
Y su Orfeón que no falte. Fue el retratista oficial de esta agrupación local que le dio mucho más que escenas para inmortalizar, pues allí conoció a su mujer y con ella compartía los viajes.
De todo ello guardará recuerdo la familia Soto. Los biznietos de la pareja disponen ya de ese tesoro en una memoria USB, única condición de la hija del fotógrafo para la cesión del material. Portaba hoy con orgullo ese cachito de plástico que en pocos centímetros encierra ya medio siglo de Historia, con mayúscula, local.