«Cuando empezamos venían niños con hambre. Ahora, muchos tienen padres alcohólicos»
El Mercadillo Solidario de Nuevo Futuro abre sus puertas, en el monasterio de San Juan, con el objetivo de superar los 10.000 euros de la última edición. La recaudación se destinará a los tres hogares de acogida de la entidad en Burgos y Aranda de Duero
«Creo que este año nos hemos pasado», confiesa Begoña Areizaga, vicepresidenta de Nuevo Futuro de Burgos, recién inaugurado el Mercadillo Solidario bianual con el que la entidad recauda fondos para los 18 menores a los que acoge en tres hogares de la provincia: dos en la capital y otro en Aranda de Duero. Razón no le falta, aunque la causa lo merece. El claustro del monasterio de San Juan se asemeja, desde este jueves hasta el domingo 8 de octubre, a un bazar repleto de objetos de segunda mano. Para todos los públicos y con auténticos chollos. Raro es, o mejor dicho «rarísimo», que alguien se vaya de vacío.
Juguetes, libros, antigüedades e incluso vestidos de comunión a precios sumamente asequibles. El objetivo, apunta Areizaga, es superar los 10.000 euros recaudados en la anterior edición. Parece factible pese a la 'competencia' que quizás ejerza el mercado de Burgos Cidiano. Sin embargo, la vicepresidenta de Nuevo Futuro sabe que la sociedad burgalesa no suele defraudar en lo que a solidaridad se refiere. Además, la «fantástica plaza de San Lesmes» y las actividades programadas en la Biblioteca Pública de San Juan favorecerán que «entre gente a raudales».
Con esta iniciativa, la ONG seguirá manteniendo estos tres hogares que, según Areizaga, «son lo más parecido a una familia». Colaboran además administraciones públicas como la Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento o la Diputación vía convenio, pero también hay que hacer frente a los gastos de personal. Gracias a esta suma de apoyos, los menores adquieren «buenas costumbres», desde «hábitos de higiene» hasta pautas básicas de «conducta, comportamiento y convivencia». De esta forma, se establece «la base para ser feliz el día de mañana».
Después de 34 años «al pie del cañón», Areizaga confiesa que los contextos y necesidades han cambiado sobremanera. «Cuando empezamos venían niños con hambre», recuerda. Ahora ya no pasa, pero el panorama no es más alentador sino más bien todo lo contrario porque la falta de alimento se solventaba rápidamente.
Los tiempos han cambiado y lo más «terrible» hoy por hoy es que muchos de los menores que llegan a los hogares «no son queridos». Procedentes de familias desestructuradas y a menudo «maltratados», la «adicción» de los progenitores es un patrón tristemente habitual. A priori, la mayoría pensaría que se trata de drogas, sobre todo duras. No obstante, «muchos niños vienen de zonas rurales y tienen padres alcohólicos con serios problemas».
Dadas las circunstancias, los niños «no pueden vivir con sus familias». Necesitan un hogar libre de violencia y con hábitos saludables. El futuro no está escrito, aunque está claro que parten con desventaja. Aún así, Areizaga asegura que muchos acaban «saliendo adelante» cuando, una vez alcanzada la mayoría de edad, se ven obligados a buscar «otro recurso».