La odisea de alquilar piso en Burgos: de los precios por las nubes a las cláusulas sin sentido
Terrazas acondicionadas, viviendas sin amueblar o inmobiliarias a las que hay que pedir «consentimiento» para que alguien se quede a dormir. «Pensé que iba a ser más fácil», relata un joven ingeniero recién llegado a la ciudad tras un mes de búsqueda sin descanso
Jamás hubiese imaginado que tardaría un mes en encontrar un piso en alquiler que más o menos le «encajara». No en Burgos. Le pasó lo mismo en Madrid durante su etapa estudiantil, pero no esperaba que le fuese a suceder lo mismo en una ciudad mucho más pequeña. Nada más aceptar la oferta de trabajo de una empresa local, Daniel Marinero se puso manos a la obra. Visitó todos los portales inmobiliarios habidos y por haber, cogió el teléfono y al poco ya intuía que la búsqueda no sería coser y cantar.
«Los cuatro o cinco primeros pisos a los que llamé ya estaban alquilados», comenta este joven ingeniero oriundo de Cuéllar (Segovia) que, finalmente, compartirá vivienda a partir de noviembre con otras tres personas. Su idea, en principio, era vivir solo. Sin embargo, los precios prohibitivos -hasta 1.200 euros en la zona centro- y un sinfín de «casos incomprensibles» le quitaron las ganas. Y dado que se tiene que incorporar ya a su nuevo puesto, se quedará un par de semanas en casa de unos amigos encantados de acogerle. No tuvo tanta suerte una conocida que, recién llegada a Burgos por motivos laborales, se vio obligada a residir temporalmente en una pensión.
Daniel quiso estrechar el cerco lo máximo posible. Su intención, de entrada, era encontrar algo relativamente cerca del trabajo. Aún así, tanteó todos los distritos por si las moscas. A fin de cuentas, más vale algo bueno pero alejado que viceversa. Fue entonces cuando se topó con anuncios fuera de toda lógica. En un piso compartido, por ejemplo, la inmobiliaria exigía avisar con «siete días de antelación», y obtener su «consentimiento», para que alguien pudiese quedarse a dormir. Y no sólo eso, sino que además «los invitados tenían que estar fuera a las 11 de la noche».
Si algo ha comprobado este joven cuellarano es que en Burgos abundan los áticos y buhardillas. Nula o escasa habitabilidad a precio de oro en la tercera ciudad más cara de Castilla y León (8,1 euros por metro cuadrado de media, según el último informe de Idealista), únicamente superada por Salamanca y Segovia. Pero hay casos más esperpénticos si cabe, como el de una «terraza» acondicionada como vivienda en una urbanización de la zona sur. Visto lo visto, la principal conclusión que saca de todo esto es que «mucha gente pone el anuncio para ver si suena la flauta».
Difícilmente sonará esa flauta cuando se intenta arrendar pisos sin amueblar. Y encima, tal y como comprobó, «con dos habitaciones por 600 euros al mes». Al menos, en ese caso, la cama no estaba incrustada en el salón. Lo que está claro, bien lo sabe, es que «lo bueno no dura ni un día». Y no queda otra que armarse de paciencia, estar al loro y «esperar a que salgan anuncios nuevos».
A lo largo de este último mes de llamadas y búsquedas constantes, Daniel ha descubierto que muchos anuncios se mantienen en las plataformas inmobiliarias aunque ya no estén disponibles. En una ocasión, incluso, el arrendador le dijo que «el inquilino se iba a ir pero al final no». Aún así, al cabo de un tiempo el piso seguía apareciendo en internet.
Dejando atrás los quebraderos de cabeza, este nuevo vecino de Burgos celebra haber encontrado una vivienda totalmente reformada, con habitaciones grandes y dos baños a un precio asequible dadas las circunstancias. «Pensaba que iba a ser más fácil», esgrime pese a ser consciente de que en Cuéllar, hoy por hoy, el panorama no pinta mucho mejor. De hecho, sólo hay dos opciones: «ir a una inmobiliaria o conocer a alguien que alquile».
Sea como fuere, también valora el hecho de que su futura residencia se ubique en una zona donde es relativamente fácil aparcar. No en vano, de aquí a un año se volverá a plantearse la opción de vivir solo. Y si el trabajo va para largo, lo cual parece bastante factible, el siguiente paso sería la compra de una vivienda. Hasta entonces, Daniel afronta con ilusión su nueva etapa en Burgos tras haber logrado, no sin esfuerzo, encontrar un piso en condiciones.