La UBU amplía el rastreo de virus en aguas residuales a gripe y VRS
Culminado el segundo año de su acuerdo con Aguas de Burgos para la toma de muestras, también ha innovado el estudio de la resistencia a antibióticos al hacer seguimiento de genes en lugar de bacterias
Dos años después de suscribir el convenio de colaboración con Aguas de Burgos, el Centro de Investigación en Patógenos Emergentes de la UBU mantiene su empeño por exprimir al máximo la información que pueden ofrecer las aguas residuales de la ciudad.
El impulsor del proyecto, David Rodríguez, tiene claro que a largo plazo los datos obtenidos y las tendencias o patrones que estos arrojen podrán servir para fijar alertas que a la postre prevengan la propagación de enfermedades. A su juicio, deben consolidarse, por tanto, los análisis periódicos que se llevan a cabo con el beneplácito de la sociedad municipal responsable de la red de depuración como «una herramienta de cribaje o monitorización continua muy interesante».
Para alcanzar ese objetivo trabajan desde la UBU, aún en fase inicial de recopilación masiva de muestras y extracción de datos.
Y tal es el afán porque el proyecto sea de utilidad que han ampliado el número de virus a rastrear en las cloacas urbanas.
Así, al Covid-19 (N1 y N2) se han añadido recientemente el de la gripe y el VRS, la causa más común de patología respiratoria en niños. «Además de detectarlos queremos cuantificarlos, lo que exige controles muy exactos», explica Rodríguez, para aclarar que el retraso en el material que precisan para esta labor, que llega desde EEUU a través del Reino Unido, ha demorado estos exámenes en particular que al fin se están ultimando.
Además de los tres virus respiratorios mencionados, la UBU analiza otros entéricos, transmitidos principalmente por vía oral-fecal: hepatitis A y E, norovirus de tipo 1 y tipo 2, astrovirus y rotavirus, causantes estos últimos de dolencias gastrointestinales.
La bacteria ‘burgalesa’ que no lo es y saltó de perros a humanos
«Había un error en las bases de datos y creíamos que era nueva, pero ya habían publicado un artículo sobre ella, tras encontrarla en diferentes animales de compañía, principalmente perros», señala el director del Centro de Patógenos Emergentes de la UBU y responsable del proyecto, David Rodríguez.
Dado este giro, el descubrimiento burgalés iba mucho más allá de lo que se pensó en un primer momento, pues además de constatar el trasvase de la bacteria entre perros y humanos, lo más singular «y atractivo desde el punto de vista científico» es que en ese ‘salto’ esta ganaba determinados genes y pasaba de ser sensible a los antibióticos a resistente, «posiblemente por haber compartido información con otras bacterias de nuestro intestino», añade el microbiólogo.
Este hecho, el haber encontrado una bacteria hallada en perros escoceses en residuos humanos en otra parte del mundo y convertida en multirresistente, «evidencia la importancia de tener un concepto de salud global» que va más allá de la asistencia en hospitales y centros sanitarios.
CONCEPTO ‘ONE HEALTH’
«El concepto One Health -del que Rodríguez es firme defensor- busca integrar los diferentes ámbitos de la salud humana, la animal y la medioambiental», subraya Rodríguez al respecto, satisfecho por esta inesperada lección práctica aun a cosa de una bacteria ‘local’.
El segundo gran grupo de patógenos a estudio son las bacterias, en particular las entéricas, tales como Salmonella, Listeria, Staphylococcus aureus y Yersinia. No obstante, el principal reto en este campo es avanzar en el conocimiento sobre las bacterias multirresistentes a los antibióticos.
«Estamos haciendo un seguimiento de genes en lugar de buscar las bacterias que los portan, porque no son específicos de una especie o familia y si algo convierte a estas resistencias en un problema tan terrible es que estos genes pueden transmitirse en horizontal, entre ‘vecinas’», indica el microbiólogo, para destacar que «nadie hasta ahora lo ha abordado de esta manera». La primera fase para conocer como fluctúan estos genes es extraer el ADN, ya en marcha, y fijar una serie de estándares.
Es aquí donde la UBU marca la diferencia. Y donde entran en juego las ventajas de trabajar con aguas residuales, sea cual sea el patógeno a analizar, pues «permiten disponer de información de carácter comunitario, de modo proactivo y no invasivo».
Es decir, la población colabora aun sin ser consciente (por el mero hecho de depositar sus heces en la red), no se precisan test de ningún tipo para recoger las muestras y tampoco es necesario acudir al médico y que este solicite pruebas añadidas para confirmar la presencia de virus o bacterias.
«Podemos analizar de manera no sesgada una foto fija de la ciudad, mucho más real que la que se capta de cualquier otra forma, que permite conocer mejor cómo evolucionan los distintos patógenos», añade el experto.
Todos son, pues, ventajas en un proceso cuyo fin último es mejorar la salud pública. ¿Cómo? «Los datos que recabamos pueden indicarnos de una manera preventiva la aparición de procesos o brotes y facilitarnos tomar medidas de protección o reactivas, según el caso», responde Rodríguez.
Podría incluso definirse un calendario o un semáforo de alerta que facilite en la práctica una respuesta colectiva.
Alcanzar esa meta exige una estudio previo nutrido de suficientes datos, más de los que se han recabado hasta la fecha, ‘deformados’ además los iniciales por la pandemia y las obligatoriedad prolongada de portar mascarilla. Así, sería interesante a juicio de este investigador de la UBU que el convenio en vigor con Aguas de Burgos se prorrogue tras alcanzar los cuatro años firmados. Confía en que así sea.
PARALELISMO ENTRE COVID-19 y NOVOVIRUS
Otro cantar son los respiratorios: «En el caso del SARS-CoV-2 aún tenemos recuentos elevados, nunca menos de mil partículas por litro, que pueden llegar a 10.000. La curva reciente dibujaba varios picos claros, uno en noviembre de 2022 y otro entre marzo y abril de 2023, para volver a descender y comenzar a repuntar en julio, momento en el detuvimos los análisis para elaborar el informe anual».
El estudio de los virus entéricos arroja, al compararlo con la tendencia anterior, un descubrimiento interesante. Y es que se ha detectado un comportamiento similar entre el norovirus de tipo 2 -causante de las conocidas como gastroenteritis de 24 horas- y el SARS-CoV-2, con crecimiento en noviembre seguido de un descenso hasta enero cuando iniciaba un ascenso con cima en marzo.
En el caso del rotavirus, que afecta en particular a menores, los picos se corresponden con la vuelta a las aulas tras los periodos de vacaciones.