Nervios, madrugones y sonrisas gracias a los Reyes Magos y la Befana
Sus Majestades cumplen con los más pequeños, entusiasmados tras una noche mágica
Les costó dormirse, como era de esperar. Después de la Cabalgata, el subidón de azúcar con tanto caramelo y el clásico examen de conciencia para ver si se realmente han sido buenos, la mayoría de chavales tardaron más de lo normal en pegar ojo. Al final, acabaron cayendo mientras los Reyes Magos entraban en sus casas, sin hacer ruido, para dejar los regalos. ¿Cumplieron sus Majestades? Parece ser que en Burgos, al menos, de sobra.
Luna se levantó a eso de las 9. No madrugó demasiado, pero nada más abrir los ojos salió disparada hacia el árbol de Navidad. Su felicidad iba en aumento al abrir los paquetes y comprobar que Melchor, Gaspar y Baltasar habían acertado de pleno. Después de ver Frozen hace poco y quedar prendada con su historia, se le iluminó la cara al encontrarse con las muñecas de las hermanas Elsa y Ana, una mochila, sellos de la película...
Sin embargo, su regalo favorito fue un perrito de peluche al que inmediatamente bautizó como Corazón. Los Reyes, por cierto, se comieron las magdalenas que ella y sus padres les habían dejado. Se fueron sin barrer, al igual que Papá Noel, porque dejaron unas cuantas migas por el suelo. Un pelín descuidados, las cosas como son, pero se les perdona.
Más madrugador fue Izan, aunque tuvo que armarse de paciencia y esperar a que Vera, su hermana pequeña, se despertase. Casi hora y media mordiéndose las uñas, preocupado por si sus travesuras se traducían en carbón, hasta que decidió entrar en el salón a hurtadillas. Aunque no le quedaba más remedio que aguantar un poco más, dio saltos de alegría al ver unos paquetes envueltos (y varios con su nombre).
Burgos
Fotos de los momentos más especiales de la Cabalgata de los Reyes Magos en Burgos
Diego Santamaría
Cuando la pequeña Vera amaneció, se hizo la remolona. Lo más curioso del asunto es que al ver los regalos huyó despavorida, llorando, como si acabase de ver un fantasma. Minutos después, se convertiría en la ama y señora de la casa apropiándose de todos los paquetes. Aunque no sabe leer, tuvo claro que en todas las etiquetas ponía su nombre. Y punto.
En la ciudad italiana de Bolonia, los Reyes Magos siempre recurren a la bruja Befana porque no dan abasto. Tardó la buena mujer en dejar los regalos en casa de Gioele, un pequeño aventurero con raíces burgalesas que pronto tendrá un hermanita. De hecho, la Befana se coló sin que nadie se diese cuenta justo después de que Margherita, la mamá, llegase de una cita médica.
Gioele se puso como loco de contento al encontrarse con nuevos coches de la Patrulla Canina. Entre los que ya le trajo Papá Noel y éstos, no cabe duda de que tarde o temprano acabará completando su colección. En cualquier caso, sabe que el mejor regalo está aún por llegar. Solo tiene que esperar un poco más a que salga de la barriga de su mamá.