15 días con la cuenta de WhatsApp secuestrada: «Pierdes el control de tu propia identidad»
Llamadas desde el extranjero para exigir un rescate y difusión de imágenes pornográficas entre los contactos. Todo por reenviar un código a alguien conocido, de confianza, que ya ha sido infectado. «Lamentable, bochornoso, terrible», sentencia Sara, una joven burgalesa que no paró hasta retomar el control
«Lo siento, te envié un código de 6 dígitos por SMS por error, ¿podrías pasármelo? Es urgente». Junto a este mensaje, dos emoticonos: la típica carita triste con lágrima y una cámara de fotos. A Juan Carlos se lo envió un amigo por WhatsApp. Alguien de confianza. «Este tío está en la parra, seguro que estaba haciendo alguna operación con el banco o algo así y me lo habrá mandado por error». Eso pensó tras comprobar que, efectivamente, le había llegado el SMS de marras. No imaginaba, ni de lejos, que a los cinco segundos de copiar y pegar esos seis dígitos perdería el acceso a su cuenta. Y al poco Sara, su mujer.
A este matrimonio burgalés le secuestraron las cuentas de WhatsApp en un abrir y cerrar de ojos. Juan Carlos tuvo suerte y al cabo de un par de horas pudo retomar el control. Introdujo un código de verificación antes de que un programa informático, especialmente diseñado para cometer este ciberdelito, lo hiciese por él. Sara, en cambio, empezó a desesperarse al ver que sus códigos no eran válidos mientras los tiempos de espera para volver a intentarlo se dilataban cada vez más. En aquel momento se sintió «completamente vulnerable». Todos sus contactos en manos de un desconocido, conversaciones privadas, imágenes de su hija... «Pasé momentos de mucha ansiedad porque sientes que has perdido el control de tu propia identidad».
«No saber lo que pueden hacer es terrible», relata Sara al recordar aquellas primeras horas de angustia. Mientras tanto, el 'virus' trataba de extenderse entre sus contactos a base de lanzar el anzuelo del 'colega despistado'. Juan Carlos advirtió a su círculo más cercano, desde la familia hasta el grupo de WhatsApp de su cuadrilla. De cachondeo, un amigo compartió una captura de pantalla del código que le había llegado sin ser consciente de que Sara estaba en el grupo. ¿Consecuencia? El amigo se quedó sin cuenta (temporalmente) y 'Sara' -es decir, el secuestrador- dio la estocada al convertirse en administradora única.
Las bromas iniciales dieron paso a la estupefacción y el cabreo. Al final, todos se salieron del grupo acordando crear uno nuevo sin 'Sara'. «En unas horas, es capaz de haber hecho cientos o miles de intentos de timo. Imagina el peligro que supone con que un 1% le salga bien», detalla Juan Carlos, informático de profesión, haciendo suyo el viejo refrán: «en casa del herrero, cuchillo de palo». De la experiencia se aprende, eso está claro, y comprendió inmediatamente que «antes de que te enteres, el programa ha solicitado a tu número un cambio de dispositivo. Como si te hubieses comprado un móvil nuevo».
Como en todo secuestro, la finalidad siempre es pedir un rescate. Sara empezó a recibir llamadas de números extraños con prefijos de Inglaterra, Irlanda y Escocia. A veces incluso de madrugada. «No hay que coger nunca. Hay que hacer como que no hay nadie, no dar señales de preocupación», aclara su marido a sabiendas de que «si estás dispuesto a pagar lo que sea por recuperar tu cuenta, irá aumentando la gravedad». Mal que pese, «es cuestión de tiempo y hay que esperar».
La pareja estaba de los nervios al creer, en principio, que el secuestrador tenía acceso a todo el historial de mensajes y las fotografías que Sara había recibido o compartido a través de la aplicación. Nada más lejos de la realidad. «No tienen acceso porque WhatsApp solamente guarda la información en el mismo dispositivo», explica Juan Carlos antes de precisar que haría falta una transferencia de archivos, previa copia de seguridad, del anterior teléfono. «Es importante saberlo porque esto puede preocupar mucho a la gente y te intentarán extorsionar con ello», de ahí que incida en la callada por respuesta ante estos ciberdelincuentes.
«Ansiedad total»
«Te sientes completamente vulnerable porque han accedido a una parte de ti donde guardas lo más íntimo», reconoce Sara visiblemente molesta con Meta, compañía propietaria de WhatsApp, por su nula capacidad resolutiva. El servicio de atención al cliente era gestionado por un robot y se cansó de enviar correos electrónicos detallando su situación. Aportó pruebas y capturas de pantalla remitidas por familiares y amigos para acreditar que había sido víctima de un robo en toda regla. Sentía «impotencia y miedo» porque, no olvidemos, el secuestrador seguía teniendo pleno acceso a sus contactos. Por fin, a los 15 días la compañía decidió expulsar a todos los usuarios de la cuenta y Sara pudo introducir el pertinente código de verificación sin intromisiones externas.
«Las dos semanas en las que estuve con mi cuenta hackeada fueron de ansiedad total, de desprotección. Es algo que no le deseo absolutamente a nadie». Sara también acudió a la Policía Nacional, pero le dijeron que «es muy difícil solucionarlo». Básicamente, «queda constancia de ello aunque no te pueden ayudar».
Lo peor estaba por venir
Con la tranquilidad de saber que el responsable de este hackeo no podía acceder a conversaciones previas ni a las imágenes compartidas con anterioridad, la pareja tenía la esperanza de que la estafa no durase demasiado habida cuenta del caso omiso que hacían a las llamadas. Por desgracia, el autor de este ataque comenzó a enviar imágenes pornográficas sin ton ni son.
«Lamentable, bochornoso, terrible». Otra vez la maldita «ansiedad» y Atención al Cliente sin aportar solución alguna. A Sara le preocupaba especialmente, y con razón, que esas imágenes -por lo general en formato sticker- llegasen a miembros de su familia que son menores de edad. Además, temía que el contenido -ya bizarro de por sí- pudiese ser más desagradable si cabe conforme pasaban los días.
Prevención ante todo
Sara respiró aliviada cuando logró recuperar su cuenta. Lo que no se ha podido quitar aún es el nudo en el estómago, que se intensifica al revivir lo sucedido. Después de esta experiencia, tanto ella como Juan Carlos permanecen «en alerta». No es para menos.
¿Hay alguna forma de evitar que nos secuestren la cuenta de WhatsApp? Lo fundamental, obviamente, es no compartir ningún código a la ligera sin una mínima verificación. En caso de hacerlo, la verificación en dos pasos es clave. Se trata de un código PIN de seis cifras, asociado al propietario de cada número de teléfono, que la aplicación solicita siempre que se produce un cambio de dispositivo. Este plus de seguridad, diseñado para prevenir este tipo de delitos, ahorró muchos quebraderos de cabeza al amigo de Sara y Juan Carlos que compartió la captura de pantalla con aquellos malditos dígitos.